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11 de Mayo de 2024 /
Actualizado hace 10 horas | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Columnista Online

Rugby en las prisiones

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Helena Hernández

Experta en Derecho Penal

Twitter: @Helena77Hdez

El origen del Rugby se remonta al año 1823, en Inglaterra, cuando el estudiante William Webb se saltó las normas del fútbol que practicaban en la universidad y tomó el balón con las manos, atravesando todo el campo para depositar el balón en el suelo de la portería contraria. Esta nueva disciplina fue evolucionando, inicialmente en Inglaterra y en los países anglosajones europeos.

Actualmente, este deporte es jugado bajo un mismo reglamento, resaltando su pelota ovalada, el contacto físico –choque– entre jugadores(as), y la forma de atacar al rival mediante un tackle, que ocurre cuando el portador de la pelota es enganchado por uno o más oponentes y derribado al suelo.

El rugby ha tenido muchas transformaciones, gran parte dirigidas a la disminución de lesiones, como señala el médico Besik Chaduneli[1], quien precisa que la filosofía y el espíritu del rugby también pueden considerarse factores protectores contra la violencia. En este punto, habrá lectores sorprendidos. Si bien el rugby es un deporte rudo y de fortaleza física, sus principios se enmarcan en el respeto a oponentes y jueces, el juego limpio y la persistencia.

En rugby existe tercer tiempo, el cual ocurre por fuera de la cancha al terminar del partido. Consiste en compartir entre los equipos enfrentados minutos atrás, y brindar con bebidas y alimentos por la unión que genera el amor y la pasión por un deporte. Es realmente único.

La razón por la que en esta ocasión escribo de rugby en una columna de Derecho Penal consiste en la asombrosa experiencia extranjera que quiero compartirles. En Argentina, hay 185 cárceles. Las cárceles de la provincia de Buenos Aires albergan más de 55.000 internos, divididos en 55 unidades. En 18 penales se juega rugby.

Todo inició en el 2009, cuando el abogado Eduardo “Coco” Oderigo visitó un penal, y tocado por esa realidad, decidió iniciar lo que parecía imposible: entrenar a los internos que querían aprender rugby. El inicio no fue sencillo, eran apenas 10 hombres condenados, y las autoridades penitenciarias estaban escépticas con el experimento.

Pero la hazaña se hizo realidad. Eduardo se convertiría en el entrenador de los Espartanos[2], como bautizaron el equipo de la Unidad 48-San Martín, cuyo efecto dominó traería resultados impresionantes.

El entrenador les enseñó a los Espartanos la confianza y los valores del deporte, y todo empezó a cambiar en esa cárcel. Se unieron de pabellones distintos para entrenar rugby, y el respeto mutuo iba siendo la regla en la cancha, que se volvía costumbre en las celdas. Todos los internos aprendices se preparaban con alegría para los días de entrenamiento. Finalmente, se creó un pabellón de Rugbiers, al que cada día más internos querían pertenecer, pues evidenciaban el cambio radical en su vida y convivencia.

El pabellón se levantaba con espíritu nuevo, algunos internos lo llamaron “liberador”. Los Espartanos se convirtieron en referente. Hombres en su mayoría condenados por hurto y porte de arma cambiaron sus improductivos y desmotivadores días de encierro, por una disciplina que trascendía las canchas. Los entrenos tuvieron tanta acogida, que instauraron torneos entre cárceles, llegando el momento de salir a jugar por fuera de estas.

Más abogados se unieron a apoyar la iniciativa de Coco, entrenando equipos y contribuyendo con lo que estuviera a su alcance. En el 2015, los Espartanos fueron a jugar, nada más y nada menos, a una previa de la selección de rugby de Nueva Zelanda, los All Blacks. Para más asombro, uno de los partidos se hizo con jueces, fiscales y los internos Espartanos[3].

El proyecto Espartanos en varias penitenciarías no solo es bello por la transformación que ha implicado en cárceles, sino por el vínculo y el acercamiento que ha creado en personas externas que suman apoyos. Esta iniciativa ha permitido bajar niveles de violencia en penados, quienes cuentan con nuevas herramientas para afrontar su pena.

Las cifras son impresionantes. El nivel de reincidencia bajó considerablemente en quienes jugaron rugby. El porcentaje de reincidencia en el Complejo San Martín sin programa Espartanos es del 65 %, contrastando con el porcentaje de reincidencia en quienes participaron en el programa: 5 %[4]. Luego de 10 años de trabajo cada vez más articulado y especializado, dicho Complejo pasó de ser uno de los más violentos, a ser uno de los últimos en el listado. Hoy el Modelo Espartanos se replica en 68 unidades de 7 países, al que se han unido voluntarios(as) y empresas empleadoras.

Este es un gran ejemplo de cambiar vidas a partir de iniciativas individuales, que luego se estructuran como proyectos colectivos de largo aliento. Las actividades que se realizan en centros penitenciarios son importantes, humanizan y aportan a un fin resocializador. Ningún delincuente aprende a vivir en sociedad mediante la “desocialización”, por tanto, la reinserción social debe alcanzarse con actividades potenciadoras del trabajo en equipo, el respeto y la superación de obstáculos.

*Adenda. Hay un aspecto que falta y es realmente necesario en esta gran experiencia. El proyecto Espartanas. Compartiré esta columna con Coco y le contaré de mi pequeña hazaña. Para el año 2012, siendo aún estudiante de Derecho, observé que no había oportunidad para las mujeres que querían aprender y jugar rugby en mi universidad, pues solo existía un numeroso y consolidado equipo masculino. Decidí emprender una carrera de obstáculos, finalmente superados, fundando la Selección Femenina de Rugby, que llamamos Valkirias. Los inicios no fueron fáciles. Empezamos siendo 5[1] y era dispendioso animar mujeres a conocer un deporte que dejaba algunos visibles moretones. El equipo creció, algunas de sus jugadoras han sido convocadas a seleccionados a nivel departamental y nacional, y hoy en día subsiste.

El rugby es para todos y todas. Llevémoslo también a las cárceles.

 

[1] https://www.redalyc.org/pdf/562/56250212.pdf

[2] https://www.youtube.com/watch?v=xsMFR0u4xtE&t=765s

[4] https://www.fundacionespartanos.org/resultados/

[1] Teresa, Laura, Juana, Maria Camila y yo.

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