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Libros y emociones

27 de Abril de 2022

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Libros y emociones (Archivo particular)

Jorge González Jácome

Director del Doctorado en Derecho y profesor asociado de la Universidad de los Andes

 

Una gran parte de la producción académica en el mundo contemporáneo reposa en artículos de revistas que se encuentran en bases de datos electrónicas. El acceso a estas bases de datos es muy costoso para la mayoría de las universidades en nuestro medio, razón por la cual, en el mejor de los casos, hay que escoger a cuáles de ellas afiliarse. Esto juega en contra de la democratización del conocimiento jurídico y a favor del aumento de la brecha educativa: las universidades con más presupuesto tienen mejores posibilidades de acceder a estas bases de datos. El drama de la desigualdad del acceso al conocimiento jurídico se aumenta, si se tiene en cuenta que la mayoría de esas bases de datos alberga artículos en inglés, una barrera más para un importante número de personas en el país.

 

A pesar de esta estructura desigual del acceso al conocimiento jurídico, muchas universidades han generado sistemas de incentivos que premian a los profesores que pueden publicar en esas bases de datos en inglés. Las universidades en Colombia, entonces, pagan un salario a sus investigadores para que publiquen sus hallazgos en unas revistas que se alojan en bases de datos que, a su vez, luego cobran a las universidades para que sus estudiantes y miembros de la comunidad tengan acceso al conocimiento producido por sus profesores. Dentro de este sistema absurdo, la desigualdad también impacta a las instituciones universitarias de países como el nuestro que tienen que pagar tarifas en dólares para la afiliación a bases de datos que generalmente están en países europeos o en EE UU.

 

En el marco de esta desigualdad persistente, el libro jurídico académico en español que puede encontrarse en bibliotecas públicas y universitarias puede ser una de las alternativas para limitar las brechas del conocimiento jurídico. Igualmente, el acceso individual a los libros puede ser más barato que el acceso individual a los artículos académicos que están en las plataformas digitales foráneas. No obstante, una de las claves para que esta opción de circulación del conocimiento jurídico sea real es que las propias instituciones de educación superior tengan incentivos para que los miembros de una comunidad académica produzcan libros jurídicos.

 

Bibliófilos

 

No es un secreto que los abogados somos bibliófilos. Tenemos editoriales y librerías en el país que se dedican enteramente a producir libros jurídicos. Muchos colegas cuyo primer trabajo fue en una oficina de abogados recuerdan, con especial admiración, la biblioteca privada de los socios de las firmas que contenían aquellos libros que en los salones de clase solo aparecían como nombres extranjeros que sustentaban las posiciones del profesor de turno. Sin embargo, buena parte de la producción de libros jurídicos se concentra en aquellos que fungen como manuales de texto de las clases curriculares tradicionales: manuales de bienes, obligaciones, derecho procesal, derecho constitucional, entre otros. El desafío para la producción de libros académicos gira alrededor de cómo investigar desde una perspectiva que conecte al Derecho con los dramas sociales sin que sus aspectos dogmáticos clásicos pierdan relevancia.

 

En este espacio de un Derecho conectado con preguntas sociales y humanas es donde se construye, quizás, el mejor ejemplo del libro jurídico académico. Y es allí donde el libro jurídico no solo se constituye como un objeto que ayuda a aclarar un punto, sino que, como los buenos libros, nos ayuda a pensar nuestra vida y existencia desde otro lugar. Esos son los libros que se meten debajo de la piel, que nos ayudan a comprender diferente y mejor el mundo que nos rodea. Los cambios en la comprensión, además, son claves para cambiar nuestras prácticas vitales y jurídicas. El valor de los libros está en que nos cambian la vida. Espero que en este punto el lector esté pensando en aquel libro jurídico que, una vez leído, no pudo volver a ver las cosas de un modo similar. El primero de esos que recuerdo, recién terminé mi pregrado, fue la crítica al derecho constitucional en Cartas de Batalla, de Hernando Valencia Villa. 

 

Uno de los lugares desde donde se debe apostar por estos libros transformadores que le hablen a la tradición de la disciplina y a sus dramas sociales es en los programas de investigación de las universidades, en especial, los doctorados. En el Doctorado en Derecho de la Universidad de los Andes buscamos aquellos candidatos que quieren jugársela por un proyecto de renovación de la literatura jurídica que busque impactar la formación de las generaciones presentes y futuras. A la base de la motivación de hacer un doctorado debe estar este impulso, deseo y convicción de pensar que necesitamos repensar el Derecho en nuestro medio e impactar emocionalmente a quienes nos van a leer.

 

Un consejo que he oído hasta la saciedad en los doctorados es que se diferencie la tesis doctoral del libro; el consejo parte de la base de que para graduarse no es necesario tener el libro terminado y que es importante cerrar el ciclo para luego sentarse a escribir el libro. Aunque comprendo el consejo, al mismo tiempo es legítimo que los programas doctorales generen incentivos dentro de sus currículos para que los estudiantes logren soñar con ese libro que se convertirá en el vehículo de transformación de otros. Ese es el sueño que no puede apagarse durante los duros años que se trabaja en un doctorado.

 

Incentivos

 

La pregunta para quienes estamos comprometidos con la formación doctoral es qué incentivos podrían implementar los programas para mantener vivo el sueño de ese libro transformador. En la Universidad de los Andes creemos que deben existir al menos tres pilares. El primero, es que es importante conocer y dominar la rica tradición teórica del Derecho que pasa por el positivismo jurídico, la tradición del Derecho natural, los estudios críticos, Derecho y sociedad, el realismo jurídico, el feminismo, entre otros. Esto les permite a los estudiantes saber cómo dialogar dentro de una disciplina con múltiples complejidades.

 

En segundo lugar, los estudiantes necesitan una reflexión metodológica que les permita cuestionar sus puntos de partida y desestabilizar sus creencias a lo largo del proceso doctoral: metodologías que permitan momentos de reflexión, reevaluación y reconstrucción de sus mecanismos para entender los problemas que quieren abordar. En tercer lugar, creemos que es importante reflexionar sobre la interdisciplinariedad cuando las preguntas del Derecho se conectan con dramas sociales que hay que repensar. La historia, la sociología, la economía son algunas de las disciplinas que los estudiantes pueden explorar en un programa creativo y que los debe empujar a mantener vivo un sueño.

 

Aún recuerdo la sensación que me produjo leer Cartas de Batalla, de Hernando Valencia Villa. Creo que la volví a sentir cuando leí El derecho de los jueces, de Diego Eduardo López, y Libertad y restricción en la decisión judicial, de Duncan Kennedy. Es una sensación difícil de describir, pero que la sentí en el pecho, cortando un poco la respiración, forzándome a tomar aire profundamente. Creo haber sentido un corazón que latió más rápido. La memoria de esas emociones por los libros es lo que el Doctorado en Derecho de la Universidad de los Andes quiere mantener viva en nuestra comunidad jurídica.

 

Doctorado en Derecho de la Universidad de los Andes

 

Inscripciones abiertas: hasta junio 3 de 2022 - ¡No tienen costo!

Informes: (601) 3324093 - 3394949 Ext. 2372

doctoradoderecho@uniandes.edu.coposgradosderecho@uniandes.edu.co

 

* Sección patrocinada. El contenido de esta sección es responsabilidad exclusiva de la Universidad de los Andes.

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