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26 de Abril de 2024 /
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AMBITO JURÍDICO / REVISTA EMPRESARIAL (Edición 19)


¿Cómo se debe preparar la universidad para la pospandemia?

07 de Diciembre de 2020

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Nota:
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Magda Yolanda Wilson Silva

Abogada laboralista y experta en temas de currículo, legislación y gerencia educativa
profemagda1@hotmail.com

 

Por estos tiempos de pandemia, en donde la educación ha experimentado una transformación sustancial, es usual preguntarnos: ¿Qué le espera a la universidad en la “nueva normalidad”? Seguramente, este interrogante pone a reflexionar a la academia en una transformación educativa pensada para la formación de nuevos profesionales con un pensamiento globalizado y multicultural.

 

Los modelos pedagógicos actuales en las diferentes carreras universitarias necesitan con urgencia una renovación curricu­lar, que forme a los educandos en la flexibilidad de pensamiento y en un sistema de adaptabilidad que posibilite el desarrollo de competencias necesarias para afrontar los desafíos que propone el mundo moderno.

 

La llegada de la pandemia nos demostró la existencia de un modelo educativo con poca flexibilidad a los cambios, resistente a las nuevas tecnologías de la información y la comunicación y con un altísimo porcentaje de fragmentación en contenidos y sistemas de evaluación.

 

¿Qué reformas requiere la educación superior para estar a la vanguardia en la “nueva normalidad”?

 

La universidad de la pospandemia debe intensificar, desde las diferentes disciplinas del conocimiento, el intercambio de información en torno a los diversos saberes y dilemas éticos, políticos, sociales y jurídicos, que surgen en el contexto global y que, por su misma naturaleza, representan la “ciencia abierta”. Así, es un imperativo ese cruce de conceptos y metodologías que consolidan el papel de la universidad como centro de formación y conocimiento.

 

Vale la pena anotar que la educación en general requiere de una reforma en sus planes de estudio, en la cual los conocimientos no sean “propiedad” de una disciplina específica, sino que, por el contrario, puedan ser materia de estudio en otras profesiones. Una adecuada interdisciplinariedad en los currículos permite a los educandos tener una mente abierta a los diferentes planteamientos que exige el mundo del trabajo, cada vez más cambiante e incierto.

 

Las ciudades de hoy necesitan profesionales capaces de comprender diferentes realidades, de forma simultánea y a las que debe dar respuesta acertadamente y en tiempos cortos, pero, muchas veces, sin ser necesariamente especializados en un solo saber específico. Allí es donde debe apuntar una reforma educativa de conocimientos. La academia debe estar abierta al ejercicio constante de integrar los distintos saberes a una disciplina determinada, la cual se complementa de una manera significativa y con los mejores resultados de aprendizaje global e interdisciplinario.

 

Una segunda reforma urgente al sistema educativo tiene que ver con la adquisición de competencias éticas y ciudadanas, que promuevan la formación de una “conciencia individual y colectiva sobre los deberes y derechos que tenemos los ciudadanos por ser propietarios de la ciudad”(1). La formación en valores ciudadanos es el antídoto perfecto para derrotar la violencia y la agresividad de los habitantes de una comunidad.

 

En una reciente conferencia en la que participé debatiendo, precisamente acerca de cómo formar a los niños y adolescentes en una ciudadanía responsable, hablé, en un primer momento, de los derechos y los deberes, entendiendo la correlación que debe existir entre los unos y los otros. En tal sentido, pregunté al grupo de directivos-docentes, si ellos conocían cuántos derechos y cuántos deberes tenemos los colombianos. Ninguno de los participantes dio una respuesta acertada.

 

En mérito de lo expuesto, se puede inferir que la formación en competencias éticas y ciudadanas es muy precaria en los diferentes planes de estudio, pues conocer los derechos fundamentales y nuestra Carta Política no es cuestión solo de abogados, ya que involucra a todo el conglomerado social y debe ser transversal a las áreas del conocimiento, si queremos tener personas mejor educadas y solidariamente responsables.

 

Lo positivo de la crisis

 

La crisis ocasionada por el covid-19 nos ha puesto a pensar en un tercer escenario de reforma educativa, en cuanto al proceso de evaluación, el cual debe responder a una finalidad. Se requiere de un sistema que priorice la formación humana sobre los contenidos académicos.

 

En la cotidianidad, encontramos excelentes profesionales que seguramente en su vida académica no fueron “muy buenos” estudiantes en términos de calificación numérica, pero integralmente fueron bien evaluados. Esto supone una diferencia abismal entre “calificar” y “evaluar”, dos verbos muy comentados por estos tiempos en los círculos académicos escolares y universitarios(2). Lo anterior nos hace volver la mirada a la importancia de lo formativo sobre lo curricular, esto supone la puesta en práctica de un sistema de evaluación por competencias, que permite a los educandos ser evaluados en toda su integralidad y, al docente, medir el grado de aprendizaje de sus educandos.

 

La pandemia ha abierto, en materia educativa, un importante camino hacia la innovación y el cambio de modelos pedagógicos tradicionales, con poca vigencia para la formación de las nuevas generaciones en estas épocas. La implementación de las herramientas virtuales ha desarrollado en los educandos habilidades de autonomía, autoaprendizaje y autorregulación, cada vez más necesarias en el mundo del trabajo y en las relaciones interpersonales. El desarrollo de este “nuevo” modelo educativo también exige una “nueva” formación de docentes, con adaptación a la flexibilidad, los recursos educativos, la visión crítica de la realidad y las competencias transversales, tan necesarias para garantizar el éxito de un proceso educativo.

 

Sacar lo positivo de esta dura crisis por la que estamos atravesando es aprovechar la oportunidad para restructurar la universidad de la pospandemia, la cual debe seguir comprometida con la excelencia académica y los procesos de investigación, teniendo a su favor la convergencia de los dos sistemas integrados (presencialidad y virtualidad), que, seguramente, llegaron para quedarse por mucho tiempo, los cuales amplían el camino para un aprendizaje interdisciplinario que responda a las necesidades y a los compromisos sociales.

 

NOTAS:

 

1. Mockus Antanas, Cultura ciudadana. “Todos ponen”.

2. Wilson Magda, Revista cultura. Conaced. Edición 284, págs. 43-45.

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