Curiosidades y…
Un teclado inteligente
02 de Diciembre de 2012
Antonio Vélez |
Los teclados actuales descienden de uno construido por la Remington en 1874, apodado QWERTY, por las letras que aparecen en la tercera fila, diseño que ha perdurado hasta hoy sin cambios notables y que, aunque parezca mentira, fue diseñado pensando en hacer la escritura lo más lenta posible. La razón fue que en las primeras máquinas, al escribir con rapidez, las teclas se trababan y había que suspender la escritura para arreglar el mecanismo. En 1880 se fabricó una máquina con un diseño más racional: llevaba en la fila inferior, considerada la más importante por los constructores, las letras de DIATHENSOR, las más usadas en el idioma inglés, y que ocupan, junto con la barra espaciadora, el 86% del tiempo de escritura. A pesar de este diseño inteligente, la Remington dominó el mercado y hoy somos herederos del absurdo QWERTY, tal vez por una eternidad, debido a la invencible inercia cultural.
Pues bien, al escribir en inglés con el QWERTY, las cargas de trabajo de los diferentes dedos no se corresponden con sus habilidades naturales; tampoco en español, pues las frecuencias de aparición de las 27 letras son parecidas. En este idioma, por ejemplo, la fila central, ASDF… se utiliza el 27 % del tiempo de escritura, mientras que la superior, QWERTY…, más incómoda, se usa el 41 %. El meñique izquierdo trabaja el 10 % del tiempo, mientras que al hábil dedo central derecho le corresponde apenas el 7 % del trabajo. Por otro lado, la mano izquierda trabaja muchísimo más que la derecha, lo que hace que el teclado actual sea para zurdos, y de meñiques robustos.
Una redistribución de las letras sobre el teclado es una idea atractiva, pero difícil de convertir en un diseño universal, debido al inmenso número de usuarios, refractarios a olvidar y volver a aprender. Pero sí existen algunas deficiencias que podrían remediarse. Son tan fáciles de hacer, que uno se pregunta cuál podría ser la razón de tanta demora. La tecla de la A, por ejemplo, linda con la de bloqueo de mayúsculas, lo que hace muy común que esta se pulse inadvertidamente, y parte del texto quede en mayúscula sostenida. La solución es fácil: basta aumentar el ancho de la tecla A y, al tiempo, disminuir el de su vecina, de uso tan esporádico, que bien podría convertirse en una teclita muy delgada. Con las teclas Q y Z podría hacerse algo parecido, y el débil meñique izquierdo se sentiría a sus anchas.
La tecla de la tilde está muy mal ubicada, pues se acciona con el meñique derecho, un dedo torpe que, además, tiene otras tareas adicionales. La solución salta a la vista: aumentar el ancho de la tecla de la tilde y disminuir el de su vecina de la derecha. Otro cambio deseable sería programar la tecla SHIFT de las mayúsculas para que no exigiera la incómoda simultaneidad, como se hace ya en las tabletas electrónicas. Y sabiendo que el teclado de un computador se instala con su propio software, no sería mucho pedir a los programadores que incorporasen para el español la opción de que al pisar la Q se escribiera automáticamente su esclava, la U. QATAR quedaría convertido en QUATAR, pero no importa, borraríamos a posteriori la U.
La barra espaciadora es la tecla más grande del teclado. Bien podría partirse en dos, de tal modo que la mitad izquierda funcionase para poner el espacio en blanco, accionada con el pulgar izquierdo, mientras que la otra mitad podría funcionar como tecla ENTER, accionada con el pulgar derecho. También parece fácil asignar a la mayoría de las teclas tres caracteres. De hecho, ya hay varias así (la tercera opción se acciona con la tecla ALT GR). Treinta símbolos especiales podrían estar ahora disponibles al frente de un usuario feliz.
La vida moderna nos ha hecho dependientes del teclado, por eso es muy importante que los fabricantes lo hagan más amable. Que no sigamos pagando el pecado original de la Remington. Ahí les queda la inquietud, como dicen. Soñar no cuesta nada.
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