Anecdotario 357

Benjamín Ardila Duarte

El excanciller Gabriel Turbay –médico sin ejercicio profesional– fue candidato a la presidencia de Colombia en 1946. En campaña, en Barranquilla, estaba rodeado de Durán Durán, Ardila Gómez, Calixto Torres Umaña y Hernán Gómez Gómez, todos médicos y políticos. En un ataque de asma, de la cual gravemente sufría, el candidato pidió un médico, con cierto énfasis y angustia, sin advertir que estaba entre colegas que también coreaban la llamada presurosa, ¡médicos, médicos!

Talleyrand, ministro de todas las dinastías, decía en 1838 que la teología bien estudiada daba fuerza y razonamiento para la diplomacia. Claro que se trataba de un obispo retirado. Un ministro de relaciones exteriores debe evitar discusiones y compromisos. Debe mostrarse abierto y ser impenetrable. Ser reservado y hábil aun en la escogencia de sus distracciones. Tener conversación simple, variada, inesperada, natural e ingenua. En una palabra, 24 horas debe ser ministro de relaciones exteriores. Debo recordar, decía, para destruir un extendido prejuicio: la diplomacia no es la ciencia de la duplicidad y del engaño. Si la buena fe es necesaria en alguna parte, lo es sobre todo en las transacciones políticas pues las vuelve sólidas y durables.

Los grupos de presión, en política, son más importantes que los partidos. Jean Maynaud los estudió. Miguel Jerez dice que actúan así: a) tratando de conseguir una representación directa en las cámaras con candidatos miembros del grupo que defiendan esos intereses; b) encargando la defensa de sus intereses a parlamentarios, práctica admitida en Gran Bretaña y EE UU y prohibida en Francia y España; c) a través de audiencia o hearing, fórmula americana; d) mediantelobbying, término que alude al pasillo del congreso donde se practica. Y Milbrath los define como estimulación y transmisión de comunicaciones, por parte de alguien distinto a un ciudadano que actuara en su propio nombre, hacia alguien que toma decisiones de gobierno, con la esperanza de influir en su decisión.

Burke le da una gran importancia al estudio de la historia de los pueblos, así: Una Nación no es solamente una sociedad entre vivos, sino una sociedad entre los vivos, los muertos y los que han de nacer. Quienes no miran a sus antepasados no mirarán tampoco por su posteridad.