Cultura y derecho
Amistades que escriben la historia
06 de Octubre de 2012
José Arizala |
Hay escritores que al final de sus días, en notas breves, punzantes, reveladoras, que anudan los recuerdos, reconstruyen su camino vital y el de sus contemporáneos. A la vez, las circunstancias de su época, de su país y del mundo. Tal es el caso del mexicano Carlos Fuentes (l928 - 20l2). El título del libro al que nos referimos es simplemente Personas (Alfaguara, 2012, Bogotá). Ganó numerosos premios, con excepción del Nobel. Resulta impresionante la lista de sus numerosos e importantes amigos que lo acompañaron a lo largo de los años, de los acontecimientos de que fue testigo, de sus viajes a lo largo y ancho del planeta. Nació en Panamá, pero de ello nadie se acuerda, pues sus padres eran mexicanos y profundamente mexicana su cultura y ancestros. Residió en EE UU, Francia y la Gran Bretaña, entre otros países, siguiendo en su juventud a su padre, embajador y luego, él mismo, escritor y profesor de numerosas universidades.
Sobresalen las semblanzas de Alfonso Reyes, el escritor mexicano por excelencia, que escribió la obra mayor de la época, Visión de Anáhuac (1917). Ciudadano del mundo, quien afirma que “nunca me sentí extranjero en pueblo alguno, aunque siempre fui algo náufrago del planeta”. Luis Buñuel, el primer genio de la cinematografía española. El profesor Manuel Pedroso, andaluz, de la Facultad de Derecho en la ciudad de México, capaz de sintetizar su honda afición a la literatura con la sabiduría del Derecho: Bastaba, decía, leer tres libros en la clase de la Teoría del Estado para entender el tema: La República, de Platón; El Príncipe, de Maquiavelo, y El contrato social, de Rousseau. Solo tres, porque estos son filósofos de frontera, situados en el filo de la navaja entre épocas distintas.
Pedroso era militante socialista, demócrata convencido que no vacila en citar la polémica de Rosa Luxemburgo con Lenin: “La libertad sólo para quienes apoyan el gobierno, solo para los miembros del partido, por numerosos que estos sean, no es de ninguna manera libertad. La libertad es siempre y exclusivamente libertad para los que piensan distinto”.
“Maestro, le dije un día, mi vocación es ser escritor, no abogado. Me cuesta un chingo entender el Código Penal y el Código Mercantil. No te preocupes, me contestó Pedroso. Lee a Dostoyesky y entenderás el Derecho Penal. Lee a Balzac y entenderás el Derecho Mercantil”.
Presenciamos la posesión de François Mitterrand entre el fervor democrático y socialista de París, cuando los jóvenes se asombran de que “esta vez la policía está de nuestra parte”. “La más alta exigencia para su gobierno, nos dijo el presidente Mitterrand esta mañana, es demostrar la posibilidad del socialismo con libertad”. No ha invitado a su posesión a gobiernos, sino a escritores que ha leído, y como buen intelectual sabe que no es la ideología la que hace la historia, sino la acción de la sociedad civil y su realidad cultural. Es también un político hábil y duro, astuto y perseverante, capaz de derrotar a los comunistas en el número de votos, aunque en su largo “reinado” no realizó sus promesas de cambio social, al igual que cualquier otro político profesional”.
Entre sus amigos Fuentes se refiere a muchos escritores estadounidenses. Destaca al gran dramaturgo Arthur Miller, quien cometió el delicioso error de casarse con una de las artistas más bellas y deseadas de su tiempo, Marilyn Monroe, que las malas lenguas afirman que fue amante de los hermanos Kennedy. Otros nombres que aparecen en Personas son Galbraith, Malraux, Neruda, Cortázar, Styron y desde luego nuestro compatriota Gabo. Este libro nos ofrece un amplio panorama intelectual de nuestra época.
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