Licencia parental compartida: la equidad real depende de ambos padres

Diana Sofía Cortina Campo

Docente Facultad de Derecho y Ciencias Políticas

Universidad de Antioquia

Chimamanda Ngozi Adichie, en su texto Cómo educar en el feminismo, aconseja a su amiga Ijeawele que comparta equitativamente los cuidados de su hija, Chizalum, con su padre. Reconoce que esta posibilidad depende de ambos padres y proclama la importancia de garantizar la equidad real, ya que cuando los cuidados se reparten en forma igualitaria no hay lugar para el resentimiento.

Recasens Siches, al preguntarse por las funciones del Derecho, identificó que este puede ser útil, entre otros destinos, para posibilitar el cambio social. En este sentido, Vincenzo Ferrari (Funciones del derecho) señaló que las normas jurídicas son, sobre todo, mensajes y es ahí donde hoy identificamos a la Ley 2114 del 2021, que crea la licencia parental compartida.

Se trata de una expresión de la equidad de género y del principio de corresponsabilidad en el cuidado de los hijos, que permite distribuir libremente las últimas seis semanas de la licencia otorgada inicialmente a la madre, a fin de que el padre se involucre en la crianza.

Mi hijo Agustín nació a finales de julio del 2022. Su padre y yo decidimos hacer uso de la licencia parental compartida, vigente en la legislación colombiana hacía casi un año. Para nuestra sorpresa, la figura era prácticamente desconocida, tanto para nuestros empleadores como para los profesionales de la salud; además, incipiente para la EPS.

El desconocimiento dificulta los procesos: la ginecóloga tratante nunca había elaborado una carta en la que diera cuenta del buen estado de salud del hijo y de la madre para estos fines, a pesar de ser una excelente profesional, versada en la obstetricia; la EPS no nos transcribía la incapacidad de 84 y 42 días, ya que a través de la aplicación solamente era posible hacerlo por 126 días para la madre. Enfrentamos un sinnúmero de barreras administrativas que por fortuna se diluyeron luego de explicar reiteradamente de que se trataba de un derecho. También nos topamos con madres que señalaban su incapacidad para dejar a sus hijos al cuidado exclusivo de sus padres, no considerando óptimo compartir sus cuidados de manera equitativa.

Familias, luego de estar informadas sobre este derecho, se resistían por miedo y desconfianza a que el padre se encargara de esos primeros cuidados, aduciendo razones distintas a la lactancia, tales como la incapacidad de los últimos de desenvolverse en esos menesteres.

La experiencia de la licencia parental compartida es inigualable, permite a los padres conocer, atender, fortalecer los lazos e involucrarse plenamente en el cuidado del niño: amarlo, acogerlo y enternecerse, fluctuando entre el miedo y el gozo. Tal coctel de emociones humaniza, sensibiliza y concientiza, como resultado de los avatares propios de la cotidianidad.

En agosto del año pasado, en la Universidad de Antioquia, en la que soy docente, se generó un estallido y un cese de actividades que duró alrededor de tres meses, por las omisiones de la administración frente a las violencias basadas en género. Las exigencias y diálogos aún continúan. Las leyes que promueven la equidad de género responden a ese clamor por la igualdad e, indudablemente, contienen un mensaje de cambio del paradigma social que se resiste y que todavía aboga por que la madre es quien debe ser y hacerlo todo.

Gracias a que mi padre fue responsable con mi crianza y a que el padre de Agustín hace lo propio, hoy puedo estar escribiendo esta columna, mientras que mi vida profesional continua activa, confiada de saber que el niño está en las mejores manos. Compartiendo esta experiencia, más que ventilar una historia personal, creo posible contribuir a aminorar ese desconocimiento de estas posibilidades, tan limitante para la efectividad de la equidad y del principio de corresponsabilidad.