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28 de Marzo de 2024 /
Actualizado hace 21 horas | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Columnista Online

Pablo Escobar: ¿maltratador o defensor de animales?

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Carlos Andrés Muñoz

Director de Abogato Jurídico

Magíster en Bioética de la Universidad Javeriana

cmunozl@javeriana.edu.co

 

Existe una tesis, para nada descabellada, que afirma que los colombianos nos parecemos mucho a Pablo Escobar. Nos cuesta aceptarlo, pero dicha imagen de nuestra historia es aún hoy difícil de ver y quizá sea porque, en parte, podemos reconocer en él muchas similitudes, entre ellas está, incluso, la forma en que se maltratan y se protegen a los animales en Colombia. Los invito a comprender esta comparación:

 

En 1981, cuando comenzaba a gozar del esplendor de su poder, Pablo Escobar concibe la idea de un gran zoológico. No tardó mucho en materializarlo, quería y logró que en él vivieran “libremente” animales exóticos, no en jaulas (a excepción de las aves). Animales de todo el mundo, elefantes, cebras, jirafas, hipopótamos, avestruces, delfines del Amazonas, en fin, llegó a tener más de 1.200 especies distintas.

 

Desde un principio, Pablo Escobar se mostró aparentemente preocupado por el bienestar de los animales, por ejemplo, el traslado a Colombia de los animales no lo quería hacer en barco por las extenuantes horas que implicaba y porque podían morir en el intento, terminó utilizando aviones hércules para su traslado. Ahora bien, muchos animales permanecieron bien cuidados y alimentados en la famosa y extensa Hacienda Nápoles y, pese a ello, seres como las jirafas no se adaptaron, murieron al poco tiempo. Admiraba profundamente la belleza de los animales e, incluso, quería que no se negara la entrada a la hacienda a los pobres de Antioquia para que también pudieran admirar la naturaleza.

 

El sentimiento de amor a los animales de Pablo Escobar es difícil de dilucidar, existirá algo de claridad indicando que no cualquier forma de manifestar amor, cariño y admiración a los animales (humanos o no) es una forma de protegerlos. Se puede maltratar a los animales pensando que se les está imprimiendo amor, la cuestión es de forma, no tanto de fondo. Pablo Escobar, al comprar estos animales exóticos, patrocinó la caza de muchas estas especies, pues se tiene estimado que 9 de cada 10 animales que son traficados ilegalmente mueren[1]. De igual forma, alteró los ecosistemas colombianos en donde hoy aún sufrimos los estragos, el caso más palpable es el de los hipopótamos que, a diferencia de muchas especies de la Hacienda Nápoles, sí se adaptaron al ambiente colombiano.

 

Todo lo anterior ocurrió en el contexto de una legislación naciente que procuraba evitar actos como el de Escobar, a saber, el Código Nacional de Recursos Renovables y de Protección al Medio Ambiente (L. 2811/74), que establecía la imposibilidad de adueñarse de animales silvestres, pues es un patrimonio de todos, y la entrada en vigencia de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (L. 017/81), que prohibía expresamente el adueñarse de muchos de los animales que compró ilegalmente.

 

Pero, ¿qué tiene que ver esto con los colombianos del “común”? Animales silvestres y exóticos son frecuentes en muchos hogares colombianos, pese a que expresamente están prohibidos. En una conversación con una mujer que tenía tres monos tití y un loro (ambas especies están prohibidas), le decía en forma irónica “y qué espera para comprarse un elefante o una jirafa” a lo que ella me decía de forma sincera “ganas no faltan, falta es plata, esos animales son bellísimos”. Comprendí que ella, al igual que Escobar, admiraba y decía amar a los animales, se autodenominaba defensora de ellos y estaba convencida de que no les estaba haciendo un mal. La única diferencia que mostraba con Pablo Escobar era simple y aterradora: no tenía para hacer de su vivienda una Hacienda Nápoles por falta de dinero.

 

Pablo Escobar fue una persona que por la cantidad de plata que tenía pudo realizar muchos de sus deseos o caprichos, y hay que entenderlo no como un monstruo ajeno al país, sino como un colombiano producto de una época cultural, se parece mucho a nosotros. Recordemos que, en Alemania, precisamente, muchos lucharon porque no consideraran a los nazis como unos monstruos, sino como personas producto de una cultura, considerarlos como monstruos nos hace falsamente pensar que surgieron de la nada, espontáneamente, sin asumir responsabilidad.

 

Dicen que los colombianos tenemos una relación bipolar[2] con Pablo Escobar, ciertamente es el reflejo que nos muestra un espejo en el que, a veces, no nos queremos ver, quizá sea un pensamiento atormentador como el que llevó a arrancarse los ojos a Edipo al no soportar ser consciente de lo que produjeron sus actos, es la expresión máxima de una perversión: cosificar lo bello, cosificar los animales silvestres y exóticos, el egoísmo de amar sin comprender al otro.     

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