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25 de Abril de 2024 /
Actualizado hace 11 horas | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Columnista Online

Carlos Gaviria, defensor jurídico de los animales

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Carlos Andrés Muñoz

Director de Abogato Jurídico

Magíster en Bioética de la Universidad Javeriana

cmunozl@javeriana.edu.co

 

El debate sobre la defensa jurídica de los animales a muchos les incomoda. Uno de los factores que genera esa molestia es tomar en serio a los animales desde el Derecho, pues implica el repensar casi todas las bases jurídicas, poner en duda y cuestionar, incluso, la dignidad humana.

 

En palabras baladíes actuales: salir de una zona de confort jurídico. Un abogado que se haya formado en el siglo XX o inicios del XXI es muy probable que haya estructurado sus pensamientos bajo los conceptos de derechos humanos, dignidad humana y derechos individuales, lo que nos forma una coraza que cuesta romper cuando de la noche a la mañana se empieza a escuchar con más fuerza que los animales tienen derechos. Recordamos que, si acaso, nuestros profesores de Derecho se referían a los animales y sus derechos con un interés que rondaba tan solo un ámbito de burlas, nunca el de seriedad jurídica.

 

Sabiendo lo anterior, si se analiza la formación jurídica y filosófica de Carlos Gaviria, uno de los mejores magistrados de toda historia de la Corte Constitucional de Colombia, es poco probable que encontremos una defensa jurídica de los animales no humanos. Si vamos allá y miramos los preceptos y las tesis de sus sentencias podemos ver la clara tendencia antropocéntrica de sus planteamientos: su argumentación se estructura de forma magistral sobre el concepto de dignidad humana y de libertades individuales. Sentencias brillantes, pero lejos de un camino que haga prever una defensa jurídica sobre los derechos de los animales.

 

Pese a ello, y contra muchos prejuicios, pocos meses antes de morir Carlos Gaviria escribe en el diario El Espectador su opinión sobre el debate de los derechos de los animales en la columna titulada Los micos del doctor Patarroyo[1], en referencia a los primates que utilizaba y utiliza el científico Manuel Elkin Patarroyo para sus investigaciones. Esta actividad ya había sido foco de controversia en el Consejo de Estado, en donde se debatía si los animales pueden ser utilizados y sometidos a crueldad con el fin de ejecutar procedimientos científicos.

 

A Carlos Gaviria no le importó que al final de su vida le tocara repensar sus argumentaciones jurídicas-filosóficas, más bien escribía inquieto al inicio de su columna: “Bienvenido el debate”. No le interesaba que sus concepciones sobre la dignidad humana pudieran ser reinterpretadas para abarcar a los animales, pues sostenía que “el deber moral de no ocasionar daño y dolor a quien puede padecerlo resiste, en mi criterio, el test de un creciente y progresivo consenso”.

 

También Gaviria insistía que para pensar decentemente el tema de los derechos de los animales en Colombia se debería ante todo acercarse sin prisa y sin prejuicios. El derecho es conservador, pero debe ser capaz de no generar daño a otros seres con la excusa de proteger un principio jurídico como el de la dignidad humana, así lo esgrimía el exmagistrado: “Porque no parece que ese singular privilegio –el de ser seres humanos- pueda ser invocado para someter y abrumar a las demás criaturas, a la manera arbitraria de quienes invocaban el derecho divino de los reyes”.

 

Carlos Gaviria estaba convencido moralmente de la protección animal, aunque era consciente que se deben crear herramientas y fórmulas jurídicas nuevas para una convicción desde el Derecho, “…se vienen postulando los derechos de los animales. La tesis no es, ni mucho menos, descabellada, pero todavía hace falta afinar muchos conceptos en el campo de la teoría del Derecho y muchos instrumentos en el terreno de la técnica jurídica”, decía Gaviria.

 

Ahora bien, quizá faltaba que alguien se animara a instaurar un habeas corpus en favor de un animal, o que se conformara una firma de abogados exclusiva para el derecho animal, o que se creara una ley que los declarara expresamente sintientes, todos aspectos que fueron apareciendo después de su muerte.

 

Que Carlos Gaviria haya manifestado la viabilidad jurídica de proteger a los animales del sufrimiento no es un hecho menor y más en la actualidad, cuando muchos magistrados se cierran al debate y se reducen a risas ante la posibilidad de tomar en serio a los animales.

 

El maestro Gaviria es el mayor ícono de la Corte Constitucional, uno de los más audaces defensores de la dignidad humana, pero ante todo un referente de ética y honestidad intelectual.

 

Su pensamiento siempre gozó de la vitalidad juvenil, de estar abierto a los nuevos retos del pensamiento y de la realidad. No me cabe la menor duda que habría estado en primera fila, hace unas semanas, en la histórica audiencia pública dedicada a un expediente de tutela sobre un animal, el oso de anteojos ‘Chucho’.

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