¿Esperamos cordura?
Incrementar la retención en la fuente disminuye las posibilidades de recaudo de los años siguientes.
26 de Mayo de 2025
Juan Camilo Serrano Valenzuela
Abogado y asesor tributario
jcserranov@jcsvabogados.com
Mucho se ha venido hablando en las últimas semanas sobre las pretensiones del Gobierno Nacional de hacer una modificación importante a algunas tarifas de retención en la fuente, con el fin de anticipar ingresos tributarios, sobre la base que el impuesto sobre la renta es un tributo que se determina y liquida una vez finalizado el periodo fiscal, y se debería pagar el año siguiente.
No son desconocidos por la opinión los muy graves problemas de caja que tiene el Gobierno, originados en la baja recaudación del año anterior, que se redujo en casi 12 billones respecto del 2023, en valores absolutos, sin considerar el exiguo crecimiento económico del año, ni la tasa de inflación que superó los cinco puntos durante 2024.
Es importante también considerar que los problemas de caja deben resolverse por una de dos vías, no hay otras, o se incrementa la disponibilidad de recursos, es decir, se aumentan los ingresos efectivos, o se disminuye la necesidad de los mismos, es decir, se difieren o recortan los pagos. Aparentemente, el Gobierno ha optado por la primera opción, en el entendido de que las dificultades se agravarán, pero cuando ya la responsabilidad sea de otro, o sea en el gobierno siguiente.
No tiene justificación alguna adelantar los ingresos de 2025 o 2026, cuando no existen incrementos ciertos de ingresos, pues las fuentes no se observan, y se recurre exclusivamente a adelantar el impuesto que corresponde al año 2025, sin que se tenga certeza de la mayor generación de ingresos, y en detrimento de la sostenibilidad de caja de los contribuyentes.
La medida contribuirá a resolver los problemas estructurales de déficit, pero afectará de manera importante las posibilidades de crecimiento de los distintos sectores castigados con la medida.
Incrementar la retención en la fuente disminuye las posibilidades de recaudo de los años siguientes, como ya lo comprobó el Gobierno Nacional en el actual periodo, pues evidentemente uno de los factores, no necesariamente el principal, de la disminución de recaudos el año anterior fue originado en anticipar recaudos durante 2023, que mostró un gran crecimiento recaudatorio, a costa de la disminución durante 2024, con los problemas que ya son conocidos en materia de estabilidad fiscal y cumplimiento de compromisos gubernamentales.
Otra cosa, no pensada ni implementada por las autoridades tributarias, es el adecuado y debido control a conductas de evasión y elusión, planes organizados y sistemáticos de fiscalización, en búsqueda de evasores y no reciclando programas ya aplicados hace más de 30 años, cuya efectividad fue demostrada entonces, pero que hoy no genera los resultados necesarios para reducir este tipo de conductas y mejorar los niveles de tributación que nuestro sistema permitiría.
La inestabilidad en la dirección estratégica de la entidad rectora del control tributario, con visiones distintas, unas equivocadas en nuestro concepto, pero que no se alcanzan a evaluar ni desarrollar, son el caldo de cultivo para que naden a sus anchas los evasores de impuestos, más cuando se aprietan de manera grave las condiciones económicas de las empresas ante los incumplimientos del mayor generador de recursos, como lo es el Estado, y la incertidumbre causada por sentir que se toman decisiones erráticas, y sin un rumbo claramente determinado.
No resulta sano ni prudente resolver las coyunturas con imprevisión y aguas tibias, pues las futuras consecuencias serán más nocivas que las actuales crisis. Desabastecer de recursos a las actividades productivas incrementando la retención en la fuente generará una disminución de los medios de pago y una contracción que no es claro que hayan previsto las autoridades, pues la prudencia y la previsión de las consecuencias económicas no es propiamente un talento que haya sido demostrado en las decisiones económicas de los últimos tiempos.
No dejamos de confiar en la cordura de quienes dirigen nuestra economía, que les permita revisar lo sucedido, tomar decisiones adecuadas y sensatas, para evitar duras consecuencias en el futuro.
Bien decía Fray Antonio de Guevara: “Los hombres cuerdos deben pensar en lo pasado, ordenar lo presente y con mucha cautela proveer en lo futuro”.
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