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24 de Abril de 2024 /
Actualizado hace 5 horas | ISSN: 2805-6396

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Bernardo Gaitán Mahecha, padre de la dogmática penal en Colombia (1924-2018)

23 de Marzo de 2018

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Falleció anoche, a los 93 años de edad, en Bogotá, el Doctor Bernardo Gaitán Mahecha, maestro del derecho penal en Colombia. ÁMBITO JURÍDICO expresa sus condolencias a su familia y allegados y recuerda este perfil del jurista, profesor y político colombiano.

 

 

Pedro Antonio Molina Sierra

 

El alcalde, el cura, el juez, los concejales, el personero y el tesorero eran las personas de mayor respetabilidad en Caparrapí (Cundinamarca). Su autoridad no se discutía. Menos su prestigio. A sus despachos acudían religiosamente los habitantes del pueblo cada vez que se presentaba un conflicto. “Yo escuchaba  que   el  alcalde  y  el   juez  resolvían los problemas de la región y que existían personas preocupadas por ejercer la representación o la defensa, llamadas tinterillos”, recuerda Bernardo Gaitán Mahecha, uno de los más prestigiosos doctrinantes de Derecho Penal de América Latina. 
 

Desde muy temprana edad, Gaitán consentía en su cabeza el deseo de convertirse en abogado. Las figuras públicas de su patria chica alimentaron ese anhelo. Prefirió esta ciencia del saber, por encima de los deseos de su padre, que se lo imaginaba vestido de bata y en medio de salas de cirugía. “A pesar de que mi papá quería que yo fuera médico, me apoyó cuando supo que estudiaría Derecho”.
 

Una vez terminó la primaria, viajó a Bogotá, pues en Caparrapí no existía la enseñanza secundaria. Ingresó al Colegio Mayor de San Bartolomé y finalizó el bachillerato. Le esperaba la Pontificia Universidad Javeriana: su alma máter. “En realidad, las opciones no eran muchas: uno era médico, ingeniero o abogado”. Gaitán, por fortuna para el mundo jurídico, se inclinó por la tercera. Se graduó en 1951. 
 

Mientras cursaba los últimos años del pregrado, trabajó en la Prefectura de Control de Cambios, hoy Superintendencia de Valores. “En ese cargo instruí procesos por violación al régimen de la época. Allí aplicaba el Código de Procedimiento Penal y las leyes que existían sobre multas y sanciones”. 
 

Su paso por ese cargo, sumado al auge de penalistas de la talla de José Enrique Gutiérrez Anzola, Carlos Lozano y Lozano, Jorge Eliécer Gaitán y Carlos Arango Vélez, fueron la semilla de sus dos nuevas pasiones: el Derecho Penal y la Política.

 

Entre códigos y discursos

 

Bernardo Gaitán Mahecha compartió con Jorge Eliécer Gaitán, además del apellido –por coincidencia, pues no los unían lazos sanguíneos–, sus tendencias profesionales. Primero perteneció a las juventudes gaitanistas, luego se vinculó al Movimiento Revolucionario Liberal y después al Partido Liberal Colombiano. 
 

Gracias a su estrecha vinculación con la política, ocupó varios cargos públicos. Entre ellos, fue Inspector General de Administración Pública de la Presidencia de la República, Jefe del Departamento Administrativo de Intendencias y Comisarías, Alcalde Mayor de Bogotá, Ministro de Justicia, Embajador de Colombia ante la Santa Sede y Embajador en misión especial ante la Asamblea de las Naciones Unidas para la creación de la Corte Penal Internacional. 
 

“Desilusiones”. Entremezcla la tristeza y la rabia: “la política solo me dejó desilusiones”, repite. “Siempre la entendí como un servicio público en beneficio de la comunidad y del progreso social. Desafortunadamente, uno llega con todos los deseos de trabajar, pero queda atrapado por los intereses oscuros y la corrupción. De la política solo me quedaron decepciones”. 
 

A pesar de que han pasado 27 años desde que ocupó la Alcaldía Mayor de Bogotá, Gaitán considera que la ciudad ha cambiado muy poco: “los problemas son los mismos: el transporte, la salud, la educación, el trabajo, los barrios marginados, los vendedores ambulantes, etc. Ha mejorado en el aspecto urbanístico y arquitectónico, pero la problemática social sigue siendo grande”.
 

Añora un Ministerio de Justicia, ese que él mismo ocupó entre 1982 y 1983. Cree, y así se lo comunicó al Presidente Uribe en su momento, que fue errónea su fusión con el Ministerio del Interior: “la justicia perdió su interlocutor”.

 

El legado penal

 

Los expertos sostienen que Bernardo Gaitán Mahecha es “culpable” por implantar la dogmática penal en Colombia. “Cuando escribí mi libro, en 1963, utilicé la dogmática para explicar el Código Penal de 1936, que antes se explicaba exegéticamente. Decidí organizarlo por instituciones: nunca me imaginé que era la primera que se hacía. A partir de ese momento, se gestaron muchos estudios y obras con ese método, y yo me mantuve en la dinámica de reflexionar y discutir con todos los que escribían sobre el tema”, confiesa este jurista, que insiste en su inocencia.
 

Gaitán es crítico frente al mal uso de la dogmática por parte de algunos autores: “Desafortunadamente, muchos la confunden y utilizan un lenguaje esotérico. Las leyes deben ser claras e inteligibles. Pero aquí hay textos de Derecho Penal tan oscuros, especialmente bajo el influjo del derecho alemán, que no los entiende ni un brujo. Son teorías exóticas, que pueden ser muy buenas para Alemania y Suecia, pero que nada tienen que ver con el Chocó ni con Tumaco”.
 

Poco sensato sería conversar con Bernardo Gaitán Mahecha y no escudriñar sobre su percepción del sistema penal acusatorio, recientemente implantado en el país. “Tiene tanto de ancho como de largo. Como justicia de baranda es muy buena. Y al emplear ‘baranda’ no lo digo con descalificación, simplemente afirmo que cuando el hecho se realiza frente a testigos, la persona se presenta o se aprehende en flagrancia es un juicio rápido. Funciona muy bien en casos fáciles, pero es muy complejo en difíciles. Pero, como ya es una norma constitucional y legal, hay que procurar que se perfeccione y tenga éxito”. 
 

Gaitán, padre en 9 ocasiones y abuelo en 23, advierte sobre los posibles problemas del sistema: “La justicia en EE UU es muy demorada. No es cierto que el sistema acusatorio sirva para administrar una justicia rápida en todos los casos. Cuando los procesos no se resuelven rápidamente, el juez empieza a aplazar las audiencias y se congestiona”. Señala que el mayor peligro es la posibilidad de manipular la prueba: “en los últimos años, más de 100 casos de condenados a muerte fueron revocados en EE UU, porque se había fallado con pruebas falsas aportadas por la fiscalía. Es lógico: si soy verdugo, mi éxito es cortarle la cabeza a la mayor cantidad de personas”.

 

Maestro, a secas

 

Le fascina explicar. Por eso, lleva más de 50 años en la docencia. “No me gustan las conversaciones desorganizadas. Hasta los discursos cómicos requieren de una construcción lógica. Me desespera escuchar a alguien que sabe mucho y no sabe explicar, y me encanta el que sabe poco, pero explica muy bien”.
 

Su afición empezó en la escuela primaria, luego en el Colegio San Bartolomé, en donde organizó un instituto obrero, en el barrio La Perseverancia. Es grande su aporte a la formación de abogados: desde 1959, es profesor de la Pontificia Universidad Javeriana, es profesor emérito de la Universidad del Rosario, fue docente de la Universidad Nacional, Decano de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la Universidad Javeriana y Decano de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional.
 

Es miembro de Número de la Academia Colombiana de Jurisprudencia,  fundador del Instituto Colombiano de Derecho Procesal y autor de innumerables obras, entre otras: Derecho Procesal Penal (1958), Derecho Penal General (1963), Misión histórica del Frente Nacional (1966) y El liberalismo y las instituciones (1981). 
 

Ha recibido varias distinciones y condecoraciones: le fue otorgada la Cruz de San Francisco Javier (Universidad Javeriana), la Orden de Boyacá en el Grado Gran Cruz, la Orden al Mérito de Bogotá, la Medalla Santa Bárbara (Escuela de Artillería), la Orden Estrella de la Policía Nacional y la Cruz Gonzalo Jiménez de Quesada.
 

“Uno nunca se imagina que lo que hace llegue a tener tanta trascendencia”, afirma Gaitán, con un dejo de sencillez, sobre su hoja de vida.
En Caparrapí no fue ni alcalde, ni cura, ni juez, ni concejal, ni personero, ni tesorero. Pero no solo se ganó el respeto de sus paisanos, sino el de la comunidad jurídica latinoamericana. “Llega el momento en que a uno lo respetan no tanto por la sabiduría que tiene, sino por lo viejo que es”, señala, con una tímida sonrisa, Bernardo Gaitán Mahecha, el maestro.

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