Las TIC como motor de participación democrática juvenil en Colombia
Colombia aún no ha aprovechado plenamente el potencial que ofrecen las tecnologías digitales.Openx [71](300x120)

12 de Septiembre de 2025
Fernán Ocampo González
Presidente de LinkTIC
En Colombia, la abstención electoral se mantiene como una sombra persistente. Según los informes de la Registraduría Nacional del Estado Civil y del Observatorio Electoral, entre el 40 % y el 50 % de los ciudadanos habilitados para votar decide no hacerlo en cada elección. Esta desconexión política golpea con mayor fuerza en territorios que enfrentan profundas desigualdades sociales, como Vichada, Guainía, La Guajira, Vaupés o Chocó, departamentos que el Dane incluye en sus mediciones de pobreza multidimensional. Allí, donde las necesidades básicas son aún un reto, la participación política parece lejana y, en ocasiones, irrelevante.
Creo firmemente que las tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC) pueden convertirse en un motor de cambio frente a esta realidad. No se trata de ver la tecnología como un simple recurso instrumental, sino como un puente para acercar la democracia a la juventud, un sector decisivo para renovar la legitimidad de nuestras instituciones y transformar la manera en que nos relacionamos con lo público.
Los avances internacionales nos muestran caminos posibles. Recientemente, en Honduras, jóvenes del pueblo Miskito lograron reforzar su identidad cultural y su participación democrática gracias a procesos de formación en nuevas tecnologías. Ese ejemplo resulta inspirador para Colombia, pues demuestra que la tecnología no es un fin en sí mismo, sino una herramienta para empoderar comunidades y reducir las brechas de exclusión política.
En nuestro país, la aplicación de las TIC a los procesos electorales ya ha dado pasos importantes. La Organización de los Estados Americanos, en una publicación de 2014, destacó que Colombia fue pionera en implementar plataformas tecnológicas para facilitar denuncias electorales. Además, el uso de sistemas de identificación biométrica y las discusiones alrededor del voto electrónico muestran que podemos avanzar hacia procesos más seguros, auditables y confiables. De hecho, IDEA Internacional informó en 2023 que 34 países –incluidos ocho en América Latina– ya aplican el voto electrónico en instancias nacionales o subnacionales. Es decir, no hablamos de una aspiración lejana, sino de una práctica validada en la región.
Pero no basta con mirar el plano institucional. La juventud de hoy habita, se informa y se moviliza en el mundo digital. Las redes sociales y las plataformas digitales se han convertido en espacios de encuentro para la deliberación política, la difusión de propuestas y el diálogo directo con los ciudadanos. Esto, por supuesto, abre la puerta a riesgos como la desinformación y la manipulación, pero también permite que nuevas voces, tradicionalmente excluidas de los debates políticos, tengan la posibilidad de expresarse y ser escuchadas.
En este sentido, considero que la participación política juvenil apoyada en la tecnología no debe entenderse únicamente como un fin en sí mismo, sino como un medio para superar la desconexión entre ciudadanía e instituciones. La unión entre juventud y tecnología es hoy un catalizador clave para transformar la abstención crónica en un ejercicio democrático activo e inclusivo. Allí radica una oportunidad inmensa para los territorios históricamente marginados: pasar de la indiferencia a la construcción colectiva de lo público.
El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, en una publicación de septiembre de 2024, resalta que la democracia es una herramienta esencial para el desarrollo humano sostenible, en la medida en que permite reducir desigualdades sobre la base de gobiernos representativos y efectivos. Esa reflexión conecta de manera directa con nuestra realidad: fortalecer la democracia territorial, a través de la inclusión juvenil y del uso responsable de las TIC, es también fortalecer la democracia nacional.
América Latina y el Caribe han dado pasos importantes hacia la consolidación de sus sistemas democráticos en las últimas décadas. Sin embargo, Colombia aún no ha aprovechado plenamente el potencial que ofrecen las tecnologías digitales. El reto que tenemos es claro: acelerar la incorporación sostenida de estas herramientas en los procesos electorales, en la participación ciudadana y en la relación entre el ciudadano y el Estado. Solo así lograremos que la democracia deje de ser una promesa distante y se convierta en una práctica cotidiana, cercana y confiable para todos los territorios.
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