Paz para los humanos, paz para los animales, paz para el medio ambiente

Carlos Contreras

Doctor en Derecho de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB)

Profesor del Máster en Derecho Animal y Sociedad

Los más de 50 años de conflicto armado entre las Farc y el Estado colombiano han generado mucho dolor, muerte y víctimas, tanto humanas como no humanas. Por un lado, según el informe general del año 2013 del Centro Nacional de Memoria Histórica, en Colombia, entre los años de 1958 y 2012, el conflicto armado causó la muerte de 218.094 seres humanos, de los cuales un 81 %, es decir 177.307 fueron civiles[1]. Datos escalofriantes, sin lugar a dudas. 

Por otro lado, es sabido que la guerra en Colombia se ha desarrollado en reservas de biodiversidad como El Cocuy, El Catabumbo, El Paramillo, La Macarena, la Serranía de los Churumbeles, las Hermosas y Katíos, entre otros parques naturales, afectando de forma directa a víctimas no humanas[2], en concreto al medio ambiente y a los animales. Los grupos armados, a lo largo de los años, han ido extendiéndose en nuestra selva y reservas naturales.[3]

De acuerdo con el Sistema de Información sobre Biodiversidad de Colombia, en el mundo somos el país con más biodiversidad de aves y orquídeas; el segundo en plantas, anfibios, mariposas y peces dulceacuícolas; el tercero en palmas y reptiles y el cuarto en mamíferos.[4] Tenemos noticia de la existencia de 56.343 especies autóctonas colombianas de fauna y de flora registradas en la Global BIodiversity Information Facility,[5] de las cuales 492 son mamíferos,[6] 1921 aves,[7] 537 reptiles,[8] 803 anfibios,[9] 2000 peces marinos,[10] 1435 peces dulceacuícolas[11] y 197 aves migratorias[12].  

Pero, también, hay una cantidad indeterminada de especies que aún no conocemos. A todos nos preocupa la conservación de la biodiversidad, pero es evidente que para realizar efectivos planes de conservación, que incluyan la protección de especies, es indispensable que sepamos cuáles y cuántas especies existen en nuestro territorio, es decir, es fundamental elaborar listas de especies que generen un estado completo del conocimiento de la situación de la biodiversidad. Lo anterior no ha sido posible, entre otras causas, debido a la situación de violencia que hemos vivido durante las últimas décadas.[13] Gran parte de nuestro país y de su riqueza natural está sin explorar, pues, la misma, lleva muchos años siendo el escenario de la guerra.

A lo anterior hemos de sumar que muchas de las especies que ya están reconocidas se encuentran en estado de amenaza. Según los Libros Rojos de Especies Amenazadas de Colombia,[14] se han identificado 1200 especies en distintas categorías de amenaza. A lo anterior hemos llegado por diversas razones, como la cacería y la minería ilegal o el crecimiento de la ganadería extensiva. Pero, también, podemos nombrar algunas causas relacionadas directamente con el conflicto armado en Colombia: la destrucción de los hábitats naturales de los animales (para establecer campamentos de grupos armados o para sembrar cultivos ilícitos), la destrucción producida por las minas antipersona y los atentados contra oleoductos y gasoductos[15].

La violencia es condenable y estamos en contra de ella independientemente del sujeto pasivo o de la víctima, pues en la gran mayoría de los casos termina afectando todo a su alrededor. La guerra, que no es más que un negocio, es sinónimo de destrucción. No es una simple posición política o un debate jurídico. Los animales que habitan en nuestro país, y que no entienden de política, si pudieran, nos exigirían que llegáramos a un acuerdo pronto sobre la paz y que no nos olvidemos del medio ambiente, ni de ellos en la etapa del posconflicto.