Colombia bilingüe
El inglés como segunda lengua oficial no es una ocurrencia aislada, sino la concreción de un principio constitucional: la igualdad sustantiva.Openx [71](300x120)

10 de Julio de 2025
Juan Carlos Portilla
Profesor de Derecho Internacional de la Universidad de la Sabana
Si yo fuera Presidente de la República impulsaría Colombia bilingüe: una política pública medible que traerá resultados positivos para nuestra economía, la generación de empleo en la juventud y un salto cualitativo en inclusión reduciendo la brecha entre los privilegiados y quienes enfrentan menos oportunidades. La gran meta en el largo plazo es que todos nuestros jóvenes compitan en igualdad de condiciones en un mundo global, interconectado y digital. Por eso propongo que el inglés sea la segunda lengua oficial de Colombia y de enseñanza obligatoria en nuestros colegios públicos.
Los sueños de nuestros jóvenes
El 70 % de las empresas internacionales en Colombia consideran el dominio del inglés un criterio decisivo de selección. Muchos jóvenes colombianos sueñan con trabajar desde Colombia para el mundo, conectándose con empresas globales y recibiendo ingresos en dólares. Esa aspiración no solo les permitiría acceder a mejores oportunidades, sino que impulsaría nuestra economía al atraer divisas. Pero en ese camino, el inglés es un requisito fundamental que se requiere en la economía global. Colombia bilingüe es una apuesta estratégica que convierte ese sueño generacional en una política pública concreta.
Impacto en nuestra política exterior
El dominio del inglés potenciaría la capacidad de nuestra Cancillería para intervenir con eficacia en foros multilaterales y bilaterales, donde gran parte de la diplomacia y la negociación comercial se conducen en esa lengua, facilita la firma de tratados y reduciría los costos de mediación y proyectaría una imagen país más sólida al contar con un cuerpo diplomático bilingüe capaz de atraer cumbres y eventos de alcance global, posicionando a Colombia como destino diplomático de clase mundial.
Aspectos jurídicos
Desde el punto de vista constitucional, esta iniciativa encuentra eco en el mandato de proteger y promover la igualdad material y el derecho a la educación de calidad. La Carta Política no exige que el castellano sea la única lengua oficial; reconoce la diversidad étnica y cultural del país y concede a las comunidades indígenas y afrodescendientes el uso de sus lenguas en contextos propios. Sobre ese mismo principio, podemos ampliar el reconocimiento al inglés para garantizar a todos los ciudadanos acceso irrestricto a los circuitos de conocimiento y de empleo que hoy se mueven fundamentalmente en esa lengua globalmente.
En el plano legal, la obligatoriedad del inglés podría requerir una ley estatutaria que defina su estatus y establezca metas claras y plazos precisos. Ese cuerpo normativo deberá asegurar recursos para infraestructura, formación docente y evaluación continua; con el soporte de un sistema de monitoreo capaz de medir, cada semestre, el nivel de competencia de maestros y alumnos según estándares internacionales como el Marco Común Europeo de Referencia. Así, el Estado no solo proclamará la oficialidad del inglés, sino que se comprometerá jurídicamente a tutelar ese derecho hasta convertirse en un deber efectivo de las autoridades educativas.
Las obligaciones adquiridas en tratados internacionales también juegan a favor de esta propuesta. Colombia forma parte de convenciones para garantizar el derecho a la educación y a la participación plena en la vida cultural y económica. El dominio del inglés fortalecería la defensa de nuestros intereses cuando se negocian convenios de libre comercio o acuerdos de cooperación. Convertir el inglés en segunda lengua oficial no solo es un acto simbólico, sino una herramienta legal para robustecer nuestra proyección internacional y exigir reciprocidad en materia de movilidad académica y profesional.
¿Alianzas?
El programa Fulbright Teaching Excellence and Achievement ofrecería a docentes de secundaria estancias de seis semanas en EE UU con seminarios pedagógicos y práctica en aulas, mientras la convocatoria expertos internacionales del Icetex podría financiar la movilidad de especialistas en didáctica del inglés. El British Council y el Ministerio de Educación podrían cofinancian la formación en Reino Unido de maestros, fortaleciendo metodologías comunicativas y gestión de aula.
¿Críticos?
Podrían advertir que imponer el inglés añadirá carga curricular y exigirá inversiones que el presupuesto educativo no soporta. Sostendrían que primero deberíamos garantizar condiciones mínimas de infraestructura y calidad en las materias fundamentales. Sin embargo, la historia de países nórdicos y de Singapur demuestra que un enfoque ambicioso y bien planificado no solo mejora resultados en lengua extranjera, sino que impulsa el rendimiento global de los estudiantes. El sistema educativo bilingüe en colegios públicos impulsa el inglés como lengua de instrucción en ciencias y matemáticas, mejorando resultados PISA. Invertir en bilingüismo es la respuesta.
Otra voz disonante podría ser la del senador Jorge Enrique Robledo, para quien esta política sería un vestigio de colonialismo cultural y un desvío de recursos que deben ir primero a salud, agua y alimentación. Pero esta visión plantea una falsa dicotomía entre derechos sociales y formación de capital humano. No se trata de elegir entre pan o conocimiento, sino de reconocer que, en la economía del siglo XXI, el dominio del inglés es una llave que abre puertas a empleos mejor pagados y a oportunidades de intercambio académico y científico. Desentendernos de esa realidad sería condenar a las nuevas generaciones a una subordinación tecnológica y económica que perpetúa la desigualdad.
Medición de políticas públicas
Para garantizar el éxito de Colombia bilingüe se implementará un sistema de medición con pruebas estandarizadas alineadas al Marco Común Europeo de Referencia o el TOEFL ITP, IELTS o EF Proficiency Index para calcular cada año el porcentaje de estudiantes y docentes que alcanzan niveles B1/B2; observaciones sistemáticas de las clases y encuestas a estudiantes y padres para evaluar la frecuencia de interacción en inglés y la confianza comunicativa; seguimiento de egresados en sectores como turismo, tecnología y exportaciones, comparando sus salarios con los de perfiles monolingües, y reportes anuales de las secretarías de educación que incluyan datos de cobertura, certificación docente y resultados de las pruebas.
El inglés como segunda lengua oficial no es una ocurrencia aislada, sino la concreción de un principio constitucional: la igualdad sustantiva. Es el puente que une nuestro talento innato con la demanda global de innovación y nos permite participar en pie de igualdad. Al convertirlo en política pública medible y sujetarla al escrutinio legal, daremos certezas a las familias, a los maestros y a los empresarios de que Colombia está dispuesta a liderar su propio destino, sin ataduras ficticias ni excusas fundadas en presupuestos exiguos. Solo así podremos mirar al futuro con la convicción de que nuestras nuevas generaciones competirán sin desventajas en la gran arena mundial.
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