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Ejecución estratégica, la nueva apuesta de los empresarios

15 de Junio de 2021

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Ejecución estratégica, la nueva apuesta de los empresarios

CAROLINA RODRÍGUEZ PUIN 

Directora de Proyecto Arca Business & Projects 

Politóloga, especialista en Gobierno y Gestión del Desarrollo Regional y Municipal  

 

La decisión de crear una empresa surge de los deseos y anhelos de quienes quieren crecer y progresar. Sin importar su tamaño, toda empresa debe tener una misión, una visión, unos objetivos estratégicos y unas metas claras, sin las cuales no sería más que un velero a la deriva, expuesto a ser hundido ante la tormenta más pequeña. Sin embargo, el diseño de esto no es garantía de éxito. La realidad es que el éxito es esquivo a muchas empresas y que la diferencia entre este y el fracaso se encuentra en la adecuada ejecución de la estrategia. 

 

Tradicionalmente, el concepto de estrategia no se concibe ligado a la planeación empresarial. No obstante, la importancia se hace evidente cuando se entiende la estrategia como la aplicación inteligente del conocimiento en la vida práctica, es decir, la capacidad de desarrollar pensamientos y habilidades que permitan modificar una idea original y adaptarla a situaciones inesperadas y sorpresivas. Actuar disciplinada y creativamente bajo presión y en condiciones difíciles no es tarea sencilla y, para lograrlo, no solo se requiere tener conocimiento teórico, sino la habilidad a la hora de tomar las mejores decisiones y ejecutarlas en el menor tiempo y de la mejor manera posible. 

 

La estrategia como concepto 

 

La palabra estrategia proviene del griego strategos, que significa “líder del ejército”. A lo largo de la historia, ha sido un tema ampliamente estudiado y analizado dentro de los espacios académicos, militares y gubernamentales. Sin embargo, durante los últimos años, ha sido un concepto adoptado por las ciencias económicas y de administración, las cuales lo han entendido como parte fundamental de todo el proceso de creación, ejecución y evaluación del crecimiento empresarial. 

 

Ram Charan, reconocido “gurú” de estrategias de negocios a nivel mundial, llegó a la siguiente conclusión: “La ejecución es una disciplina olvidada por la mayoría de las empresas. No es simplemente un conjunto de tácticas, es la habilidad para llevar a la práctica la estrategia planeada” (Charan & Bossidy, 2003). Esta conclusión, resultado de más de tres décadas de análisis empresarial, deja ver la manera a través de la cual las empresas tienden a focalizar sus esfuerzos en el diseño de una planeación estratégica, con metas y objetivos a mediano y largo plazo, dejando de lado el cómo llegar a su cumplimiento. Así las cosas, la ejecución pasa a un segundo plano, como un tema meramente táctico, y no como parte de la cultura organizacional y estratégica del negocio. 

 

Los alfiles de la reina 

 

Hoy en día, la capacidad de ejecución es lo que diferencia a una empresa de las demás. El no contar con esa habilidad será una desventaja competitiva y dificultará el crecimiento y la prosperidad. 

 

Así las cosas, si bien es cierto que la ejecución debe ser considerada como un proceso sistemático de discusión y creación de “cómos” y “por qués”, no es menos importante que este debe estar fundamentado en cuestionar, suponer, evaluar, sincronizar y, sobre todo, estar dispuesto a cambiar paradigmas, conforme varíe el ambiente del negocio. 

 

Sin duda, para ejecutar un plan estratégico con éxito, se debe encontrar el equilibrio perfecto entre la obtención de resultados a corto plazo y la posibilidad de implementar los cambios necesarios que perduren en el tiempo. Esta disyuntiva entre inmediatez de resultados y permanencia de las medidas tomadas requiere no solamente de habilidades gerenciales, sino el apoyo permanente y constante de un equipo de expertos que logren, desde la prospectiva empresarial, visibilizar, analizar y apoyar la toma de aquellas decisiones que marcarán el rumbo hacia la victoria. 

 

Tal como se ha mencionado, una formulación exitosa de la estrategia depende no solo del análisis del mercado y de la competencia, sino también está sumamente relacionada con el juicio y la visión empresarial. Sin embargo, la implementación adecuada no se reduce solamente de la alta dirección, pues es la ejecución la que se da a través de todos los niveles de la organización. Y, en este punto, es donde radica gran parte del éxito o fracaso de cualquier corporación, pues no basta con tener la capacidad de convertir las metas en tareas específicas, es fundamental que estas tareas sean medibles y su seguimiento se realice periódicamente y, sobre todo, sin descuidar los detalles. 

 

Líder de ejecución 

 

Desde esta perspectiva, es la estructura interna de la organización la que debe ajustarse a la estrategia. Para esto, la figura de “ejecutivo de estrategia” ha tomado fuerza entre los estudiosos de la materia. Sus tareas específicas estarían relacionadas, principalmente, con garantizar la puesta en marcha de la estrategia formu­lada desde la alta dirección, impactando todos los niveles de la organización, generando sinergias, buscando recursos y, de ser necesario, recurriendo a agentes externos que fortalezcan el accionar de la empresa y la toma de decisiones. 

Así las cosas, un verdadero líder de ejecución debe tener las siguientes siete conductas claves: 

 

  • Conocer su negocio y su personal. 
  • Ser realista y creativo. 
  • Fijar metas y prioridades claras. 
  • Dar seguimiento a las metas. 
  • Reconocer y recompensar a quien hace las cosas bien. 
  • Apoyar el crecimiento personal y profesional de los demás. 
  • Conocerse a sí mismo. 

 

Las operaciones: tríada perfecta entre estrategia, el personal y los recursos 

 

En palabras de Charam y Bossudy, si bien las operaciones pueden ser entendidas desde el concepto tradicional de una empresa (marketing, logística, etc.), “operacionalizar” la estrategia hace referencia a posibilitar su ejecución. Así, en palabras de los autores, “se trata de un proceso operativo vigoroso, centrado en un plan operativo que vincula la estrategia y el personal, a los resultados”. 

 

Como ya se ha anotado, con el proceso de estrategia se define a dónde se quiere llevar el negocio, al tiempo que el proceso de personal define quiénes lo van a llevar a ese anhelado lugar. Ahora bien, el camino que debe seguir el personal es definido por el plan operativo, pero no es un camino recto, por el contrario, es una trocha, un camino de herradura lleno de piedras, recovecos y muchas calles sin salida. Y es precisamente allí donde la empresa debe fijar prioridades, analizar escenarios, tomar decisiones y recomponer el rumbo, si es necesario. 

 

En este punto, el problema radica en la habilidad que tenga la empresa para disponer de todos los recursos necesarios frente a las decisiones que deban tomarse de última hora. Si bien el presupuesto se establece de manera anual, no puede convertirse en una camisa de fuerza o en una talanquera, para la realización de una tarea que deba realizarse de manera inmediata. 

 

Así las cosas, un buen proceso de planeación estratégica también requiere reconocer la flexibilidad como un componente real y necesario. De igual manera, es fundamental reconocer que, al hablar de personal, no solamente se hace referencia a los colaboradores que, sin importar su nivel, trabajan en la empresa, sino también se refiere a los equipos de expertos de apoyo, que deben estar presentes de manera transversal, en todos los procesos de esta, como, por ejemplo, los asesores en temas jurídicos, quienes serán los encargados de blindar a la alta dirección y apoyar sus intereses de crecimiento y de consolidación. 

 

A manera de conclusión 

 

Si bien el concepto de ejecución estratégica ha sido poco estudiado y llega a ser hasta polémico, su importancia se hace evidente en tiempos en los que la incertidumbre ya hace parte de la cotidianidad y no es posible establecer planes estratégicos empresariales inmunes a los cambios del entorno, cambios, por demás, que se dan a velocidades antes inimaginables. 

 

En estos nuevos tiempos, la realidad debe partir desde ver “las cosas como son” y no “las cosas como le gustaría que fueran” y los resultados empresariales dejan de ser meras cifras y se convierten en la sumatoria de pequeñas victorias desde todos los niveles de la corporación. 

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