12 de Diciembre de 2024 /
Actualizado hace 1 hour | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Etcétera

A Capela

Tony Bennett y la guerra

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Juan Martín Fierro

Escritor y abogado

www.juanmartinfierro.com

Con la muerte de Tony Bennett, el pasado 21 de julio, en Nueva York, perdimos al último de los grandes crooners estadounidenses y a una auténtica leyenda de la industria musical, que dejó varios registros impresionantes: 70 álbumes, más de 60 años de carrera, 19 premios Grammy y más de 50 millones de álbumes vendidos en todo el mundo, entre otros. Su vida, además, daría para una buena película de Martin Scorsese.

Anthony Dominick Benedetto (ese era su verdadero nombre) nació en Nueva York el 3 de agosto de 1926, y era hijo de inmigrantes italianos. Su padre trabajaba como vendedor de supermercado y murió cuando el pequeño Tony tenía apenas 10 años, lo cual obligó a su madre a ganarse la vida como costurera. Pese a su corta edad, la futura estrella comenzó a cantar donde lo pusieran, incluidos los restaurantes italianos de Queens.

En 1944, es enviado a la Segunda Guerra Mundial como fusilero de infantería, primero a Le Havre (Francia) y luego a Alemania, incorporándose a la temida “División Sangre y Fuego”, famosa por reponer las filas perdidas en combate durante la batalla de las Ardenas, considerada la más sangrienta ofensiva lanzada en contra de las fuerzas estadounidenses durante ese conflicto bélico. Según confesó a la prensa muchos años después, Tony Bennett estaba seguro de que iba a morir en el campo de batalla. Al cavar las trincheras en la tierra helada, sentía estar cavando su propia tumba. Oculto y en silencio, escuchaba las bombas que caían cerca, y veía soldados y caballos muertos cuando la luz del día le permitía avanzar, entre los cráteres que iban dejando las explosiones.

Con la victoria final, en 1945, la futura estrella y cerca de 1.000 soldados más fueron retirados del frente para ver actuar a Bob Hope, legendario artista británico, cuya presentación marcaría el destino del joven fusilero. “Los soldados lo querían mucho por levantarnos la moral, que estaba deprimentemente baja a pesar del triunfo. Hope se convirtió en una poderosa razón para entrar al mundo del espectáculo, pues en ese momento me di cuenta de que el mejor regalo que le puedes dar a alguien es una sonrisa o una canción”, dijo Bennett.

Su última misión durante la guerra fue liberar el campo de concentración de Dachau, donde presenció horrores indecibles. “Permítanme decir que nunca olvidaré los rostros desesperados y las miradas vacías de los prisioneros mientras deambulaban sin rumbo por el campamento”, dijo Bennett, quien tuvo que quedarse más tiempo en Europa con las fuerzas de ocupación. Aunque cantó bajo el nombre de Joe Bari en la Banda de Servicios Especiales, fue degradado y asignado a tareas de excavación de tumbas por compartir su cena de Acción de Gracias con un soldado negro, amigo de sus años de escuela. Vivir el racismo en el Ejército de su propio país hizo que Bennett se convirtiera después en activista de los derechos civiles, y que marchara junto a Martin Luther King Jr. de Selma a Montgomery, en 1965.

En 1946, volvería a encontrarse con Bob Hope, quien le dio el nombre artístico con el que se hizo mundialmente famoso. De regreso a Nueva York grabó Boulevard of Broken Dreams, la canción que le abrió las puertas de Columbia Records, la disquera más importante de su carrera. Los estruendos de la guerra al fin cesaron y tras ellos emergió la voz de Tony Bennett, el humilde fusilero que se convirtió en estrella.

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