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27 de Abril de 2024 /
Actualizado hace 8 horas | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Etcétera

Tiranía y tecnología

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Daniel Raisbeck

 

Desde la antigüedad clásica, la innovación ha surgido con cierta frecuencia bajo regímenes tiránicos. En la Atenas del siglo VI a. C., el tirano Pisístrato introdujo los jueces peripatéticos, quienes emitían sentencias a través de la península Ática, gracias a una red vial que también construyó la tiranía. Arquímedes, el máximo inventor y matemático del mundo grecorromano, produjo célebres avances científicos y militares, desde la ley de la palanca hasta su “garra”, un arma letal para los barcos enemigos. Siempre estuvo al servicio de su pariente Hierón II, quien gobernó la ciudad de Siracusa en Sicilia –primero como tirano, luego como rey– durante la mayor parte del siglo III a. C.   

 

Un gobernante actual que se inclina tanto hacia la tiranía como hacia la innovación tecnológica es Nayib Bukele, presidente de El Salvador desde el 2019. En cuanto a los tradicionales métodos tiránicos, está el caso de su ingreso a la Asamblea Legislativa en cabeza de una fuerza armada en marzo del 2020, cuando amenazó con disolver el parlamento si este no aprobaba un préstamo para su gobierno. También su reciente destitución del fiscal y de cinco jueces de la Sala Constitucional de la Corte Suprema de Justicia, medida que aprobó la Asamblea que controla Bukele tras las elecciones del pasado mes de marzo.

 

Pero la medida de Bukele que ha recibido más atención mediática internacional fue su decisión, también avalada por la Asamblea Legislativa, de establecer el curso legal del bitcóin en El Salvador. Previamente, Bukele había demostrado su interés en la radical descentralización del poder que introdujo la tecnología digital, por ejemplo, al priorizar sus apariciones en canales de youtubers prominentes para enfatizar la irrelevancia de los medios de comunicación tradicionales.

 

El surgimiento de las criptomonedas representa un gran avance hacia la descentralización de la política monetaria, pero la ley de Bukele es contraria al espíritu de emancipación plena del control estatal sobre la moneda, la filosofía que inspiró la creación del bitcóin en primer lugar. El problema se concentra en el séptimo artículo de la “Ley Bitcóin” de El Salvador, según el cual “todo agente económico debe aceptar bitcóin como forma de pago cuando así le sea ofrecido por quien adquiere un bien o un servicio”.

 

Como escribe el analista financiero Mauricio Ríos García, “una cosa es legalizar (el bitcóin) y otra muy distinta es hacer su uso obligatorio mediante la ley”, como hace Bukele. De hecho, la ley compela a los salvadoreños a tomar “una serie de riesgos que de otra manera” no asumirían ellos mismos, empezando por exponerse contra su voluntad a la notoria volatilidad de su precio frente al dólar, que El Salvador adoptó como moneda oficial hace más de dos décadas.

 

El economista Juan Ramón Rallo agrega que, hasta el momento, el éxito del bitcóin “ha sido al margen del Estado o, incluso, en contra del Estado (pues la mayoría de sus usuarios hasta la fecha hacen gala de una marcada ideología anti-Estado)”. En cambio, la ley de Bukele no debería “despertar el entusiasmo de ningún defensor de las ideas de fondo tras bitcóin (la libertad de elección monetaria)”, ya que le asigna arbitrariamente al Estado la facultad de determinar lo que es o no una moneda.  

           

Aunque algunos proponentes de las criptomonedas celebran la ley de Bukele, esta revela en realidad la “vena autoritaria” del presidente salvadoreño, la cual detectó Mary Anastasia O’Grady, columnista del diario The Wall Street Journal. Bukele ganó la presidencia como candidato independiente tras haber pertenecido al Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), la guerrilla comunista convertida en el principal partido político de la izquierda salvadoreña. Aunque el presidente “asegura que ya no mantiene las creencias ideológicas de su juventud”, escribe O’Grady, “sí preserva los instintos que lo convirtieron en una estrella como militante del FMLN”.

 

Un buen ejemplo de estos son sus despóticas medidas a raíz de la pandemia, las cuales incluyeron cuarentenas forzosas en centros de detención para quien incumpliera sus rígidas y vejatorias reglas de salud pública. En un caso que reportó The Economist, Carlos Henríquez Cortez, un ingeniero salvadoreño de 67 años, quien regresaba a su país de Guatemala en marzo del 2020, fue detenido en uno de dichos centros de reclusión sanitaria, en donde, en medio del hacinamiento, contrajo el covid-19 y murió pocos días después. 

 

Por ahora, Bukele cuenta con la legitimidad de haber sido electo de manera abrumadora en el 2019 antes de conseguir una mayoría parlamentaria el año pasado. La pregunta es si respetará las ya maltrechas instituciones de su país en el 2024, cuando debe dejar la presidencia, o si, de una manera más millennial y afín a la tecnología de punta, adoptará los métodos de Daniel Ortega. El mandamás nicaragüense es otro izquierdista centroamericano cuyo respeto por las reglas electorales depende de qué tan segura sea su propia victoria. 

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