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16 de Mayo de 2024 /
Actualizado hace 7 horas | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Etcétera

Cine y Derecho

Pirámide estrato seis

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El capitalismo financiero que vivimos ha facilitado el intercambio de dinero por todo el planeta, permitiendo inversiones antes imposibles y el crecimiento económico de los países; ahora todos escuchamos de bancas de inversión, divisas, tasas de interés, trading y derivados financieros como expresiones cotidianas.

Es una forma elegante de ver la globalización, pero no se puede negar que también facilita la especulación con el capital, pues dentro de este intercambio se encuentran grietas por las que reptan los aprovechadores; ahora todos escuchamos también de pirámides.

Inclusive en Colombia no hay que ir muy atrás en el tiempo para saber de estafas piramidales de estrato alto o para cualquier público ávido de dinero, el dios de nuestros tiempos. (Lea: La salud es un negocio)

La crisis financiera del 2008 tuvo muchas víctimas y reveló cómo la falta de regulación del sector permitió un ambiente de viejo oeste en el cual los más audaces reinaban. Se puede decir que es una marca de este sistema, pero lo que ocurrió hace 15 años evidenció el absurdo de servicios financieros mal gestionados y sin ningún control.

En este escenario de desastre, en el que quebraron colosos de la banca internacional, un personaje surgió como antihéroe, símbolo de poder y arrogancia, Bernard Madoff, también de capitalismo despiadado y fraude.

Joe Berlinger, el conocido director de Paradise Lost, se dedica en cuatro capítulos en Madoff: el monstruo de Wall Street (Netflix) a mostrar en formato documental el proceso de este hombre hecho a sí mismo que creó el esquema Ponzi más grande de la historia y afectó desde pequeños inversionistas a grandes bancos. La cifra de este fraude varía, pero se perdieron entre 20.000 y 65.000 millones de dólares, según distintos analistas.

La firma de Madoff tuvo un éxito superlativo y se convirtió en uno de los mayores creadores de mercado en Wall Street, llegó a ser presidente de la bolsa de valores Nasdaq y, tal vez por lo mismo, sus operaciones no causaron inquietud en los inversionistas, ni en las entidades reguladoras, que en las pocas veces que intentaron comprender el esquema no fueron capaces de descifrar cómo generaba riqueza.

Es un caso tan desastroso que otro destacado director, Barry Levinson, dramatizó su vida, y Robert De Niro personificó a un Madoff seguro de sí mismo e indolente con la tragedia de sus inversionistas. En El mago de las mentiras (HBO) se reflejan los valores de este pequeño círculo de millonarios y cuáles son sus motivaciones para defender un estilo de vida tan depredador.

La fe en que el mercado se corrige es el mejor argumento del lobby financiero para evitar mayor supervisión y regulación, pero la reciente caída de Sam Bankman-Fried, fundador de la plataforma FTX, muestra que solo se renuevan las formas de recaudar dinero en esquemas fraudulentos. Parece que no hemos aprendido la lección.

La tragedia de Madoff fue que sus propios hijos lo delataron y que la familia que queda solo desea que se olvide esta historia, que el cine se encarga de revivir. (Lea: El Núremberg argentino)

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