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28 de Abril de 2024 /
Actualizado hace 15 horas | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Etcétera

Los 30 años de la Constitución del 91

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Óscar Alarcón Núñez

 

En un viaje a la población de Tibasosa (Boyacá), con motivo de la inauguración de una nueva fábrica de Bavaria en ese sector –tan consumidor del producto–, se encontraron Alfonso Palacio Rudas y Álvaro Gómez, invitados por Julio Mario Santo Domingo. Hablaron de la Constituyente, que estaba próxima a instalarse, y Palacio le aseguró a Gómez que Jaime Castro estaba seguro como presidente de la Asamblea, teniendo en cuenta que contaba con 25 liberales y otros grupos minoritarios.

 

A su regreso a Bogotá, Gómez, quien había quedado sorprendido con la noticia, convocó una reunión en su casa para hablar de ese y otros temas de la Constituyente. Allí se pactó un acuerdo de su Movimiento de Salvación Nacional con el M-19 para hacerse a la Presidencia de la Asamblea, rotándoselas por tres meses cada uno o estableciendo una Presidencia dual. Sin embargo, dos liberales que habían sido elegidos por el movimiento de Gómez (Carlos Lleras de la Fuente y Juan Carlos Esguerra) se opusieron, porque no admitían que su partido quedara por fuera de la directiva. Tanto fue el rechazo que el primero de los dos amenazó con retirarse de la Constituyente, si eso llegare a concretarse. Entonces comisionaron a los dos para que escogieran un liberal en una mesa directiva tripartita. Se barajaron varios nombres y al final se optó por Horacio Serpa. Los liberales quedaron contentos, Álvaro Gómez, satisfecho, Navarro Wolff, brincando en una pata, y el que resultó disgustado fue Misael Pastrana, del Partido Social Conservador.

 

Con motivo de los 30 años del evento, que se cumplirán próximamente, se recuerdan varios de esos episodios, como el de la clausura que desde su retiro en Chía acaba de desempolvar Jacobo Pérez Escobar, quien fue secretario de esa Asamblea. En un folleto que publicó recientemente, la llama “La farsa del Capitolio Nacional” del 4 de julio de 1991. Recuerda que la proclamación fue inconstitucional, que los constituyentes firmaron papeles en blanco, que el texto de la nueva Constitución solo se conoció el 8 de julio, sin show, sin música, sin coros celestiales. Y salió con “fe de erratas”.

 

Veintidós personas, encabezadas por el secretario Pérez Escobar y la constituyente María Teresa Garcés, trabajaron 36 horas ininterrumpidas en la suite 835 del hotel Tequendama. Quedaron de una sola pieza, pero entregaron una nueva Carta que remplazó la anterior, luego de cien años de soledad… Román.

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