11 de Diciembre de 2024 /
Actualizado hace 11 minutes | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Etcétera

Corte y Recorte

El candidato ateo

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Óscar Alarcón Núñez

 

Muchos camanduleros han puesto el grito en el cielo, porque uno de los precandidatos –de los más de 50 que existen– declaró que no creía en Dios. Ese tema del ser superior siempre ha dado lugar a debate entre nosotros, porque el nuestro es un país conservador que, según aseguraba Álvaro Gómez Hurtado, “tiene la mala costumbre de votar por los liberales”.

 

En el siglo XIX, hubo un importante pensador y político que aspiró a la Presidencia y se declaró ateo. Se llamaba Florentino González y tenía méritos más que suficientes para llegar al solio de Bolívar, a pesar de que no gustaba de El Libertador, tanto que fue uno de los conspiradores de la noche septembrina. Le tocó conformarse con ser procurador general de la Nación, institución que él impulsó, y a la cual llegó –ha sido el único– por votación popular. Y, paradojas de la vida, en esos comicios tuvo el apoyo de los conservadores, a pesar de su condición de incrédulo. Logró el cargo por 64.491 votos.

 

Retirado González de toda actividad pública, el presidente Mariano Ospina Rodríguez lo designó embajador en Santiago de Chile y en Lima. Jamás le pagaron sueldos y le tocó dedicarse a la cátedra universitaria y al periodismo. En Valparaíso falleció su esposa, Bernardina Ibáñez, y quedó solo con su hija Soledad, quien ingresó a la Congregación del Sacre Coeur (de la compañía de Jesús). Su otra hija, Belén, viajó a Francia y se casó con Albert Bogues, y luego de fallecer ella (no dejaron descendencia), él se convirtió en religioso capuchino. Así le pagó Dios a González su incredulidad.

 

Miguel Antonio Caro, nieto de otra de las Ibáñez, Nicolasa, luego de la muerte de sus primas González Ibáñez, y del propio Florentino, estaba preocupado por el destino de su pariente político luego de su fallecimiento. Le escribió a Juan María Gutiérrez, amigo argentino de González, preguntándole: “Ruego a usted que comunique si el pobre de mi tío murió como católico”. Le respondió: “El alma del señor Florentino González debe hallarse en lugar de elección en el mundo desconocido”.

 

Se quedó con la duda don Miguel Antonio sobre si su pariente se habría ido al cielo o al infierno. Pero el ateo de Florentino le entregó al creador no solo sus dos hijas, sino también a su yerno.

 

¿Qué le deparará el destino al precandidato ateo Alejandro Gaviria? ¿Ir al cielo o ser presidente de este infierno llamado Colombia?

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