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28 de Marzo de 2024 /
Actualizado hace 23 horas | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Etcétera

Curiosidades y…

Zoología y lenguaje

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Antonio Vélez M.

 

Las características de los animales han sido aprovechadas por todos los pueblos para bautizar aquellas formas de comportamiento humano que por algún motivo se les parecen, especies de metáforas que enriquecen las descripciones de las personalidades. De una persona ágil y veloz decimos que es una ardilla, y a veces llegamos al punto de usarlo como apodo. También, en lugar de liebre usamos el término gacela para describir las facultades de movimiento rápido y seguro. Y si, por el contrario, es lento y pausado, lo apodamos tortuga, o perico ligero. La sociedad ha tomado la lentitud de estos animales para describir el ritmo lento de una operación, acción que generalmente se toma como una protesta de los empleados, y en cuyo caso hablamos de operación tortuga.

 

El gorila es un animal respetable por su fortaleza física, de allí que el término gorila se use para designar a los matones a sueldo o a los guardaespaldas (Al Capone iba siempre rodeado por sus gorilas). En algunos sitios, en la puerta de un local se sitúan gorilas para controlar el acceso. De una persona parlanchina decimos que es una lora, y si trabaja incansablemente, camello puede llegarnos a la mente. Además, usamos el verbo camellar, con lo que enriquecemos la descripción y acortamos la frase. Decimos que alguien trabaja como una mula, y hasta lo apodamos así, cuando se muestra incansable.

 

Usamos perro y perra, con machismo incluido. Con el primer término nos referimos a un hombre muy interesado en amoríos rápidos; para la mujer, en cambio, perra es un calificativo que la degrada y la convierte en prostituta. Si hablamos de un gallo queremos decir que el sujeto es hábil, pero gallina lo degrada y lo describe como cobarde. A un sujeto del cual dicen que es un zorro lo respetamos y hasta le tememos (a Erwin Romel mariscal de campo de Hitler, lo apodaron el zorro del desierto), pero si se habla de una zorra, otra vez se presenta la degradación machista.

 

Al conejo lo usamos para describir una forma de engaño, pero conejitas se usa para degradar a la mujer. El picaflor es un varón que se mantiene pronto a la seducción, y con mariposo lo señalamos como amanerado. Si el sujeto es torpe lo tildamos de burro, y a sus peroratas las llamamos rebuznos. Pero también decimos que trabaja como un burro, y puede ser un elogio. Oveja nos sirve para describir una persona dócil, mientras que rata nos sirve para calificar al ladronzuelo, al ratero. Al creído lo llamamos pavo real, y del delfín obtenemos un título nobiliario. Al hablar de un sardino o de una sardina podemos estar refiriéndonos a dos jóvenes, sin ningún atributo especial.

 

Una rémora es un pequeño pez que se alimenta de los parásitos que viven en la piel de los tiburones. Se les pegan a la piel y viajan con ellos sin ningún gasto energético, mientras que el tiburón recibe la recompensa de librarse de parásitos molestos. Pues bien, en nuestra sociedad también existen rémoras, sujetos que viven de los demás y aportan muy poco.

 

Una persona sucia y de malos modales lo apodamos marrano o puerco, cuando no chucha. Y si se mete en todos los negocios y les saca partido a los miembros de la sociedad, lo llamamos pulpo, animal dotado de ocho extremidades. Un sujeto apodado camaleón posee la virtud de acomodarse a todos los ambientes y hacerse invisible en ellos, lo que más de una vez le permite sacar partido doloso.

 

En la sociedad humana hay individuos poco dados a vivir en compañía, prefieren la soledad, por lo que se los apoda cusumbosolos. Pues bien, el cusumbosolo o coatí es un pequeño mamífero americano cuyos machos adultos viven en el bosque de manera solitaria, mientras que las hembras viven en grupos junto con los machos jóvenes. Una vez llegada la temporada de reproducción, los machos renuncian a su soledad y se acercan a los grupos de hembras. Cumplido el apareamiento, regresan a su vida solitaria.

La sanguijuela es un gusano parásito que vive pegado a otros animales por medio de dos ventosas situadas en los extremos de su cuerpo, y de esa cómoda manera se alimenta de la sangre de ellos. Pues bien, los humanos a veces nos convertirnos en sanguijuelas y nos aprovechamos descaradamente de los bienes del prójimo, o los explotamos laboralmente.

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