12 de Diciembre de 2024 /
Actualizado hace 2 hours | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Etcétera

CURIOSIDADES Y…

Tiempo sicológico (II)

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El amor hace que el tiempo vuele.

                                    Enrique Jardiel Poncela

 

Nosotros matamos al tiempo, pero él nos entierra.

                                    Joaquim M. Machado De Assis 

 

¿Por qué cuando estamos acompañados por una persona que nos gusta, de la que estamos enamorados, o que nos resulta divertida, parece que el tiempo pasara más rápidamente o que nuestro reloj mental se acelerara? ¿Por qué, en cambio, cuando algo nos disgusta o nos aburre nos parece que todo ocurre lentamente, que no se termina nunca? Los sicólogos nos explican que hay dos sensaciones del tiempo: el cronológico, marcado por un reloj, y la forma como vivamos el momento: el estado de ánimo, las emociones, las sensaciones, las experiencias…

 

“Tiempo” no significa una sola cosa para el cerebro, pues las diferentes regiones cerebrales dependen de mecanismos especiales para rastrear su paso, y los mecanismos que gobiernan nuestra experiencia parecen cambiar de una situación a la siguiente. Varias décadas de investigación sugieren que el neurotransmisor dopamina juega un papel crítico en cómo percibimos el paso del tiempo.

 

En efecto, la presencia de esa sustancia en nuestro organismo tiene innumerables efectos sobre la cantidad de tiempo que creemos que ha transcurrido en una situación determinada, y estos efectos pueden entrar en conflicto de una manera que no nos resulta clara. Por ejemplo, algunos estudios han encontrado que el aumento de la dopamina acelera nuestro reloj interno, lo que nos lleva a sobrestimar el tiempo transcurrido en una situación dada, mientras que otros han descubierto que la dopamina comprime los eventos y los hace parecer más fugaces. Finalmente, otros estudios han descubierto ambos efectos, según el contexto.

 

La asociación de la dopamina con la percepción del tiempo es intrigante, en parte porque el neurotransmisor es más conocido por sus efectos en los procesos de aprendizaje por medio de recompensa y castigo. Un ejemplo de lo anterior es cuando por error recibimos una recompensa, experimentamos una avalancha de esa sustancia química, lo que en el futuro nos hará propensos a seguir repitiendo dicho comportamiento.

 

Pero los errores de predicción no son los únicos factores que dan forma a nuestra percepción del tiempo. Tomemos un estudio publicado en el Journal of Neuroscience. Los participantes que fueron expuestos repetidamente a un estímulo breve tendieron a calcular la duración de los intervalos de tiempo como si fuesen ligeramente más largos. Según los investigadores, probablemente el efecto se deba a que las neuronas que responden a duraciones más cortas se fatigan, lo que da a aquellas neuronas sintonizadas para duraciones más largas una mayor influencia sobre cómo se perciben los estímulos posteriores (de una manera similar, después de estar expuestos repetidamente a un estímulo largo, los sujetos que estaban a prueba estimaron la duración de los intervalos siguientes como si fuesen ligeramente más cortos).

 

Es probable que sea más que una coincidencia que la dopamina se muestre tan fundamental, tanto para la percepción del tiempo como para los procesos de aprendizaje. Las drogas, como la metanfetamina y los trastornos neurológicos como el de Parkinson, alteran ambos procesos y también involucran cambios en la dopamina.

 

Y el aprendizaje en sí mismo –la asociación de un comportamiento con su efecto– requiere la vinculación en el tiempo de un evento con otro. “Realmente, en el núcleo mismo de los algoritmos de aprendizaje por refuerzo está la información sobre el tiempo”, cree Joseph Paton, neurocientífico de la Fundación Champalimaud de Portugal.

 

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