11 de Diciembre de 2024 /
Actualizado hace 23 minutes | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Etcétera

Mirada Global

Sebastian Kurz y el regreso al pasado Habsburgo de Austria

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El gobierno que liderará Sebastian Kurz como canciller de Austria no solo se destacará por el cambio generacional que introduce el jefe de Estado más joven de Europa (Kurz tiene 31 años), sino también por los cambios a nivel continental que traerán sus políticas.

 

Aunque Kurz habló durante su campaña acerca del “nuevo estilo” de política que pretende instaurar en su país, en realidad su liderazgo consiste en varios elementos que invocan el pasado austríaco.

 

En primer lugar, está su fe católica. Como escribe Anian Christoph Wimmer en el diario Catholic Herald, aunque Kurz cohabita con su novia sin haber contraído matrimonio, no ha vacilado a la hora de hablar en público acerca de sus creencias religiosas. También ha defendido “la herencia judeo-cristiana” de la cultura austríaca y europea y, el 6 de junio del 2016, decidió atender una “Marcha por Jesús” en Viena, mas no una marcha a favor del orgullo gay que se llevó a cabo el mismo día.

 

No es común que un líder europeo del más alto nivel asuma tales posturas conservadoras. En la misma Austria, el presidente Alexander Van der Bellen es ateo, pese al hecho de que el 60 % de la población se identificó como católica en el 2016. Una buena parte del éxito de Kurz, quien creció en el barrio de clase trabajadora vienés de Meidling, consiste en su intento por recortar la distancia que se ha abierto entre una élite política cosmopolita y posmoderna, por un lado, y la población rural (aunque no solo) y defensora de sus tradiciones, incluyendo las religiosas, por el otro.

 

De hecho, el Catholic Herald se refiere a Kurz como el “Canciller Cristiano” de Austria, lo cual insinúa un retorno al pasado bajo la dinastía Habsburgo, cuando Viena era el centro del Imperio Sacro-Romano. Pero el eco de la Casa de los Austrias que surge con la cancillería de Kurz no se limita a la religión.

 

El mayor éxito de Kurz como ministro de Relaciones Exteriores del anterior gobierno fue cerrar “la ruta occidental de los Balcanes”, por medio de la cual llegaron a ingresar diariamente unos 15.000 inmigrantes a la Unión Europea (UE) en el 2015, cuando el gobierno de la canciller alemana Angela Merkel abrió las fronteras de su país a todos los refugiados de la guerra en Siria, desatando una ola migratoria sin precedentes en la historia reciente de Europa.

 

La decisión de Merkel hizo estragos en los países de tránsito desde Turquía y el Mediterráneo, específicamente en las naciones de la antigua Yugoslavia, en Hungría, República Checa, Eslovaquia, Austria y Polonia. Por su parte, Kurz concentró su atención en Macedonia, país que había abierto sus fronteras a los migrantes desde Grecia en junio del 2015, con el resultado de que los Balcanes enteros se convirtieron en un corredor de refugiados que conducía directamente a Alemania, aunque muchos también buscaban ingresar a Austria o a Suecia.

 

En el 2015 y el 2016, Kurz lideró los esfuerzos que culminaron con el cierre de la ruta occidental de los Balcanes, lo cual implicaba establecer fuertes controles de frontera en Macedonia. Kurz también logró revivir la “regulación de Dublín”, según la cual el primer país de la UE en recibir a un refugiado debe encargarse de su proceso de solicitud para obtener asilo. Por razones geográficas, el flujo actual de migración obliga a Grecia a asumir este papel, lo cual desató las fuertes críticas del primer ministro Alexis Tsipras.

 

En Europa Central y los Balcanes, sin embargo, Kurz forjó una reputación de hombre hábil, capaz y pragmático, aunque su política de fronteras seguras no le agradó a la prensa progresista. El liderazgo de Kurz también acercó a Austria al Grupo Visegrád, una alianza entre República Checa, Eslovaquia, Polonia y Hungría dentro de la UE para proteger los intereses conjuntos, empezando por el intento de limitar la inmigración masiva de no europeos.

 

De hecho, el Partido de la Libertad de Austria (FPÖ), con el cual el Partido Popular Austríaco (ÖVP) de Kurz está negociando los términos de una posible coalición de gobierno, propuso, durante la campaña reciente, el ingreso de Austria al Grupo Visegrád, movida que alejaría a Viena de las posiciones eurofederalistas de Bruselas, París y, hasta cierto grado, Berlín.

 

Aunque Kurz descartó tal posibilidad, sus diferencias con Merkel y su visión geoestratégica han generado otras comparaciones con el pasado de Austria, como el centro de un imperio políglota e inclinado hacia su oriente: la nueva Austria de Kurz es el Imperio Habsburgo versión light, sugirió el autor Dirk Schümer, el pasado octubre, en el diario berlinés Die Welt.

 

Y tales teorías no son nuevas. El año pasado, el diario suizo Neue Zürcher Zeitung se refirió a Kurz, dadas sus acciones en los Balcanes, como un nuevo príncipe Eugenio de Saboya, el general que derrotó al Imperio Otomano en la Batalla de Zenta (Serbia) en 1697 y expulsó a los turcos de Belgrado en 1717, victorias fundamentales para el fin de la expansión islámica en el suroriente de Europa.   

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