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26 de Abril de 2024 /
Actualizado hace 1 hora | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Etcétera

Curiosidades y…

Paradojas (II)

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Antonio Vélez M.

 

El “dilema del prisionero” es una de las paradojas más interesantes de las ciencias sociales. Dice así: dos individuos han sido encarcelados, acusados de un crimen del cual, en efecto, son culpables. A cada uno de ellos, por separado, se le ofrece la oportunidad de hablar y acusar al compañero. En caso de que el otro no hable, el delator quedará en libertad y el delatado recibirá una pena de cinco años de prisión. Pero si ambos “cantan”, cada prisionero recibirá un castigo de cuatro años. Se sabe que los prisioneros conocen las condiciones anteriores, y con base en ellas cada uno debe tomar la decisión de hablar o quedarse callado.

 

En 1979, Robert Axelrod, profesor de ciencias políticas, propuso una singular competencia entre programas de computador que simularan las condiciones del dilema del prisionero. Cada programa haría el papel de uno de ellos, y podía utilizar la estrategia que quisiese. En caso de que los dos programas cooperaran (los dos prisioneros), cada uno recibiría tres puntos; si ambos delataban, recibirían solo un punto por programa, y cuando solo uno decidiera delatar a su compañero, se le otorgarían cinco puntos a él y ninguno al delatado (una invitación a delatar). Después de la correspondiente convocatoria pública, se reunieron 63 programas, que representaban todas las estrategias imaginables. Luego se les puso a competir por el sistema de todos contra todos, con la condición de que cada pareja de programas debía jugar un número alto de encuentros, los mismos para todas las parejas, a fin de obtener estabilidad estadística y, además, para calcular el puntaje promedio de cada contendor.

 

Y el ganador fue… Tit for tat, programa creado por el sicólogo Anatol Rapoport. Además de resultar ganador, fue sorpresivamente el programa más simple. Tit for tat tomaba estas dos sencillas decisiones: cooperaba en la primera partida (era “bueno” para comenzar) y en las siguientes repetía la jugada realizada por el contendor de turno en la última oportunidad, es decir, le pagaba con la misma moneda: si el otro lo delataba, Tit for tat lo delataba en el siguiente juego, pero si el otro permanecía callado, le correspondía enseguida su gentileza con el mismo silencio.

 

Téngase en cuenta que el equivalente social de Tit for tat es lo que se llama “altruismo recíproco”. El éxito del programa ganador permite inferir que su estrategia, a la larga, debe ser exitosa para jugar el juego de la vida. Un modelo que invita a reflexionar sobre estrategias para la sociología, las ciencias políticas, la economía y las relaciones humanas. La lección fue sencilla: en las relaciones humanas es bueno comenzar con generosidad, luego corresponder mientras el otro sea generoso (gratitud), pero ante una falla suya, suspender de inmediato la generosidad. Si me invita a almorzar, más tarde le correspondo; si lo invito y se queda callado, no repito la invitación.

 

Para los dueños de bares y restaurantes la lección es simple y efectiva: un puscafé gratis al terminar la comida, y una copa de licor, cortesía de la casa. Devolverle al cliente un poco de lo recibido. Axelrod da un consejo general a los gerentes y jefes de estado: no sea envidioso, no sea el primero en dejar de cooperar y pague con la misma moneda tanto lo bueno como lo malo.

 

Los soldados que pelearon en la Segunda Guerra Mundial descubrieron de manera espontánea las bondades de la estrategia Tit for tat. Hubo un momento en que las trincheras enemigas estaban frente a frente, al alcance de los fusiles. Sin embargo, pasado un tiempo de tensión, los soldados de cada uno de los bandos podían ponerse a tiro de fusil sin ser heridos. Se escuchaban los disparos, pero a propósito se disparaba a un lado, dando muestras de cooperación con el enemigo, mientras se les hacía creer a los superiores que se estaba cumpliendo con el deber de todo soldado: tirar a matar. Las dos partes implicadas, sin convenio explícito alguno, descubrieron que, para sus vidas y tranquilidad, era mejor esta convivencia pacífica entre enemigos: “Yo no te disparo y sé que en la siguiente oportunidad tú no me dispararás”. Un acuerdo tácito al estilo de Tit for tat, descubierto naturalmente. El convenio tácito fue llamado “Viva y deje vivir”.

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