Verbo y Gracia
Opinión pública, abdicar, La Haya, Tadó
Fernando Ávila
Si nos atenemos a la definición que de opinión pública da el Diccionario de la lengua española, DLE, 2014, los medios de comunicación no informan a la opinión pública, como se suele decir, sino al público. La opinión pública es la respuesta a esa información que se le da. En efecto, el DLE, 2014, define opinión pública como ‘sentir o estimación en que coincide la generalidad de las personas acerca de asuntos determinados’.
Si eso es así, podemos decir que la opinión pública censura un uso o costumbre o que la opinión pública exige atención de un asunto que afecta a los ciudadanos. Más aún, podemos decir que hay medidores de la opinión pública, las encuestas, que precisan, por decir algo, que un 60 % apoya a un personaje de la vida nacional (favorabilidad), y que un 30 % desestima el desempeño de tal o cual funcionario de alto rango. Incluso, podría hablarse de que en el imaginario colectivo está arraigada la imagen positiva de algo o alguien, por deducción de gestos, actitudes, visitas, apoyo, dedos pulgares arriba, ventas ascendentes, sonrisas, simpatía. Y en todos estos casos estaríamos hablando de opinión pública.
Hoy el público recibe más información que nunca, pues aparte de la que brindan los tradicionales medios de prensa, radio y televisión, está la que suministran los blogueros y los tuiteros, algunos de ellos llamados influenciadores, pues su propósito expreso es, como su nombre lo indica, influir en el pensamiento y las decisiones del público. Sucede, sin embargo, que los medios informativos se elaboran en esta era de internet a partir de las tendencias que marca la opinión pública. Si un tema cualquiera, sexo, pensiones, Copa América, pederastia, es tendencia, el diario, el noticiero radial y el magazín televisivo le van a dedicar páginas y horas enteras para alimentar el interés público.
Tal vez esta cara de la realidad comunicativa haga que se confunda público con opinión pública, pues esta surge de la información que se le brinda a aquel, pero, a la vez, la opinión pública hace que se generen nuevos contenidos dirigidos a alimentarse a sí misma.
Abdicar
Con motivo de la abdicación de Akihito, en Japón, se ha vuelto a ver en la prensa el uso del verbo abdicar. Una persona común y corriente puede abdicar o no abdicar de sus principios o creencias, “Sin abdicar de sus principios políticos, Pedro Pérez votó a favor de…”. El verbo, sin embargo, suele relacionarse más con la renuncia al trono o a la corona, que no al poder, pues varias de las monarquías existente hoy en el mundo son meramente simbólicas. Se puede decir que “Akihito abdicó”, sin complemento; que “abdicó la corona”, con complemento directo, o que “abdicó en su hijo”, o “en favor de su hijo”, pues el verbo puede también llevar complemento preposicional. Es incorrecto con preposición a, “abdicó a la corona” o “abdicó al trono”. Este trono japonés es conocido como el Trono del Crisantemo, por la flor nacional del Japón.
La Haya
Pregunta: ¿Cómo se escribe “Corte Internacional de la Haya” o “corte internacional de La Haya”?, Laura Rojas Bolívar.
Respuesta: Se escribe “Corte Internacional de Justicia”, que es el nombre propio de ese tribunal, y “corte de La Haya” o “tribunal de La Haya”, que son denominaciones alternas para identificarlo. “La Haya” se escribe con las dos iniciales mayúsculas, pues el artículo forma parte del nombre propio de esa ciudad holandesa. La sigla es CIJ.
Tadó
Pregunta: Vi un titular de prensa sobre abuso infantil que hablaba de la “diócesis de Istmina-Tado”. ¿Se llama así?, Maritza Gómez.
Respuesta: Se llama “Diócesis de Istmina-Tadó”, este último componente con tilde en la o, por ser palabra aguda, como lo son los nombres de otros municipios del departamento del Chocó: Quibdó, Baudó, Bagadó, Juradó, Lloró e Iró.
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