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29 de Marzo de 2024 /
Actualizado hace 1 día | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Etcétera

Curiosidades y…

Momentos estelares de la informática

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Antonio Vélez

 

El 23 de diciembre de 1947 fue un día estelar para la inteligencia humana: Bardeen, Brattain y Shockley mostraron al mundo el primer transistor de la historia, un proyecto desarrollado en los Laboratorios Bell con el objetivo de encontrar un sustituto para las válvulas de vacío. El transistor abrió de par en par las puertas al desarrollo de la electrónica moderna. Por su invento, los investigadores obtuvieron en 1956 el Nobel de Física. Seamos francos, ese premio les quedó muy pequeño.

 

El transistor está en todas partes, como un pequeño dios. Si eliminásemos todos los transistores existentes, la tecnología moderna se derrumbaría de un golpe y volveríamos a una edad de piedra tecnológica. Una de sus grandes virtudes es la posibilidad de volverlo microscópico, lo que ha permitido acomodar varios miles de millones de ellos en menos de una pulgada cuadrada, y su gasto energético es pequeñísimo. Los transistores, entonces, se han convertido en las neuronas de los cerebros electrónicos, de lo cual se ha derivado un conjunto de aplicaciones que empequeñece hasta la imaginación más desbordante. Son también las neuronas de internet, la biblioteca virtual más grande jamás construida por el hombre, un monstruo políglota que crece cada día en información más de lo que un desocupado alcanza a leer en toda su vida. Y estamos apenas en los comienzos.

 

El ENIAC, la primera computadora de propósito general, construida en 1946, ocupaba 167 metros cuadrados y pesaba 27 toneladas. Como hazaña de cálculo, podía efectuar en un segundo 5.000 sumas y 300 multiplicaciones. En 1976, Apple introdujo el primer computador personal, y en 1981, IBM presentó el suyo, una máquina de 11 kilogramos de peso, con un pequeño monitor en blanco y negro.

 

Al computador digital se le pegaron como sanguijuelas relojes, cámaras de video y fotográficas, radiorreceptores, equipos de sonido, televisores, teléfonos, radares, faxes, calculadoras, marcapasos, controles industriales... Es indispensable en todas las formas de transporte, en el diagnóstico médico, se encuentran en todos los laboratorios de investigación, en los campos de batalla, en las oficinas de ingenieros y arquitectos, en los observatorios astronómicos, en los centros de predicción del clima, en la inteligencia artificial y en la robótica, en variedad de instrumentos musicales, en la industria editorial. Participa activamente en la contabilidad de las empresas, en las entidades financieras, en la bolsa, en los negocios. Se utiliza en equipos para hacer arte, música y diseño por computador. Se lo encuentra en las grandes oficinas del Estado, en las oficinas medianas y pequeñas, en los colegios y universidades, en los hogares, en los garajes, en los bolsillos...

 

Y apareció internet. Una red de redes con millones de procesadores ubicados por todo el planeta e interconectados para compartir información y recursos. De allí surgió algo inesperado: una red portadora de información lista para llegar a sus usuarios, en todo el mundo, compartiendo la información. Red de redes por la cual “navegan” miles de millones de “internautas”. En esencia, una memoria virtual de consulta inmediata y de capacidad impensable, que cada segundo crece en una cantidad que supera con facilidad lo que un hombre en toda su vida puede llegar a conocer. A diferencia de la humana, es una memoria siempre en crecimiento, siempre joven. Con el paso del tiempo tendremos en ella todos los libros escritos por el hombre. Además, es infalible, resistente al deterioro del tiempo. Por otro lado, es una memoria estructurada, lo que nos permite viajar directamente de un dato a otro de manera casi instantánea. De allí su eficacia. 

 

Y en esa memoria gigante encontramos multitud de respuestas, y la pretensión es que encontraremos todas las respuestas conocidas. Sin tener inteligencia al estilo humano, internet es capaz de simularla, de tal suerte que podemos responder infinidad de preguntas y de resolver una cantidad impensable de problemas. Con el tiempo, nada escapará a su dominio. Terminaremos encontrando en la red todas las soluciones conocidas en el momento de la consulta. No cabe la menor duda: estamos ante otro momento estelar de la inteligencia humana. Un momento monumental.

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