13 de Diciembre de 2024 /
Actualizado hace 5 hours | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Etcétera

Etcétera / Curiosidades y….

La Real Academia Española (II)

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Antonio Vélez M.

 

 

Volvamos a los problemas de hablar y escribir nuestro idioma. Un buen comienzo nos lo proporciona la preposición “a”. Y es justamente cuando se usa para el complemento directo, pues exige aprender un conjunto apreciable de reglas caprichosas. Por eso, quizás, el error más frecuente de los que escribimos en español podría ser su mal uso.

 

Veamos algunos ejemplos tomados de un libro de gramática. Nos explican que la presencia de “a” para introducir el complemento directo es obligatoria “cuando el referente es personal o está personalizado”, como ocurre ante los pronombres personales tónicos: ‘Me mira a mí’; ante nombres propios de personas o animales: ‘He visto a María’; ante nombres comunes personificados: ‘Era como abrazar a una pared’; con nombres de países o ciudades que no llevan artículo: ‘He visto a Cadiz’; etc., etc… ¡Ufff!

 

En cambio, nos enseñan que no debemos usar la preposición “a” ante los nombres propios de ciudades y países: ‘He visitado Roma’. Tampoco ante los nombres propios de persona usados metonímicamente: ‘Han subastado un Picasso’. Y sigue la lista. Ahora bien, no se le ocurra al agobiado aficionado escribir: ‘de acuerdo a’, ‘en base a…’. Sin embargo, los jueces del idioma se muestran a veces indulgentes (e inconsistentes) con expresiones que “han tomado fuerza” y que tienen la forma acabada de censurar: ‘cantidad a pagar’, ‘avión a reacción’.

 

Ahora bien, usted puede escribir ‘Se hizo conforme a la ley’, pero debe escribir ‘Se hizo acorde con la ley’. Y se le permite escribir ‘Está muy cerca de’, pero debe escribir ‘cercano a’. Nunca se le ocurra escribires diferente a esta otra’; debe escribir: ‘es diferente de esta otra’. Ni escriba ‘Ella se mira al espejo’; debe escribir ‘Ella se mira en el espejo’. Se lee en una revista muy seria que “Steve Jobs sigue dando de qué hablar…”, pero María Moliner nos enseña que lo correcto es decir: ‘Steve Jobs sigue dando que hablar…’. Y ojo, no proceda ‘a la mayor brevedad posible’, sino ‘con la mayor brevedad posible’, y nunca ‘toque a oído’, sino ‘de oído’; tampoco debe ‘odiar a muerte’, pero sí puede ‘odiar de muerte…’. Y, por favor, señor lector, no se le ocurra pedir ‘un sánduche’ cuando esté con los académicos, pues ellos prefieren ‘un sándwich’, con esa “W” horrorosa, ¡Wffff!

 

Finalmente, y a contracorriente con la idea de simplificación, nos encontramos a menudo en los medios y en la calle un ‘requiere de’, con un “de” que sobra, pero que empieza a imponerse y lo alcahuetea el Panhispánico: “Pero probablemente por analogía con necesitar, que puede usarse como transitivo (necesitar [algo]) y como intransitivo (necesitar de algo), se está generalizando hoy, con este sentido, el uso de requerir como intransitivo, seguido de un complemento con “de”. Y debemos poner oídos sordos y olvidar la insistencia de un “escuche” y un “coloque” que molestan, pero que se repiten en la calle, con la intención de colarse en el mundo culto. Y se oye, con demasiada frecuencia, un horroroso “demasiado”, con el significado de ‘mucho’.

 

En suma, soñamos, y no cuesta nada, con autoridades que nos faciliten la escritura, con libertad, pero sin perder claridad, claro está. Y que traten de regularizar las reglas, hasta sus límites más amplios; que hagan de la gramática algo más simple y amigable. Por caridad, recuerden que aquellos que no pertenecemos al selecto mundillo del idioma no tenemos tiempo para vivir enterados de las últimas novedades y que, ante todo, no queremos ser usuarios cautivos. Odiamos los cinturones de casticidad.

 

Lo presentado aquí no es más que la mirada de un lego en la materia, en una asignatura seria y pedregosa como es la gramática. Una mirada proveniente de una persona que se mueve en otros campos intelectuales y que escribe ‘a ojo’, o ‘a oído’, perdón, ‘de ojo’ y ‘de oído’; esto es, porque lo ve y le suena bien.

 

Y… ¿para qué esta crítica? Respondo: los humanos queremos buscarle peros al olmo, pues nos divierte, o por ejercer una función importante del periodista: criticar. Y porque cada vez que nos sentamos a escribir nos duele respetar reglas ilógicas e incómodas.

 

Para despedirme, presento o pido disculpas a mi vecino de ÁMBITO JURÍDICO, Fernando Ávila, por meterme en su campo, en asuntos en los que soy un lego sin peso alguno. 

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