05 de Diciembre de 2024 /
Actualizado hace 1 hora | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Etcétera

Al Margen

La guerra o la paz

210721

Juan Manuel Camargo G.

La invasión de Ucrania, dice Peter Schroeder (Foreign Affairs), fue una guerra elegida por Putin. Ucrania no representaba un riesgo urgente para Rusia y la “amenaza” a largo plazo –que Ucrania adhiriera a la OTAN– no era en verdad un peligro, ya que la OTAN ha probado ser una organización defensiva y no agresora. La eventual adhesión de Ucrania a la OTAN solo ponía en riesgo una cosa: la decisión de Putin de invadir ese país.

Putin esperaba una invasión total y breve; los errores de Rusia, la resistencia de los ucranianos y algo de suerte llevaron a una guerra larga, complicada y muy costosa, en la que Rusia ha tenido un éxito apenas parcial. Los ucranianos tuvieron claro, desde el principio, que debían resistir (“no necesito un paseo, necesito munición”, replicó Zelensky, el primer día de la invasión, cuando EE UU le propuso una vía de escape). Para sorpresa de muchos, las democracias occidentales no vacilaron en respaldar a Ucrania. Putin contaba con que no sería así.

Toda guerra trae muerte, desplazamientos, restricción, dolor y pérdidas. La prolongación de la invasión a Ucrania ha hecho que surjan voces que claman por la paz, aduciendo razones humanitarias. En la visión pacifista, las democracias que apoyan a Ucrania son partidarias de la guerra, por tanto, de la muerte, por tanto, cómplices del sufrimiento. Lo paradójico es que Putin podría acabar esta guerra de un plumazo, pero los que claman por la paz no se lo exigen; ni siquiera se lo piden amablemente. En cambio, demandan que Ucrania “negocie” con Rusia. Esto hace pensar que muchos de esos pacifistas –si no todos– en realidad están del lado de Rusia. Porque nadie espera que el resultado de una negociación de paz sea favorable a Ucrania. Todos asumen que, cuando menos, Rusia conservará lo que ya ha invadido y quizás exija más. De modo que abogar por una negociación de paz implica en la práctica proponer que se premie el agresor y se castigue al agredido. Todo, en nombre de la paz.

Los que se oponen a las negociaciones no lo hacen porque quieran que haya más guerra y muertes y sufrimiento, sino porque piensan que un eventual tratado de paz no será respetado por Rusia y conducirá a una guerra más cruenta en el futuro. No es una suposición sin fundamento. Con las invasiones a Ucrania, Rusia ha violado acuerdos que firmó en el pasado. En 2014, Putin ordenó invadir Ucrania y anexó Crimea a Rusia. Ucrania no pudo defenderse y la reacción internacional fue tibia. Putin se salió con la suya y no hubo guerra… hasta que Putin decidió que era hora de reanudarla. Por consiguiente, existen poderosas razones para afirmar que es mejor que Ucrania derrote a Rusia ahora, porque una paz, incluso una tregua, solo va a servir para que este último país se prepare mejor.

Muchos culpan a Ucrania y a las democracias occidentales de la invasión rusa. Dicen que han “jugado un papel”. Todo lo que sucede en la vida ocurre en virtud de la interacción de múltiples causas, grandes y pequeñas. En Derecho abundan las teorías de causalidad que intentan fijar reglas para determinar cuáles causas son las relevantes para justificar un reproche jurídico. Cualquiera que haya sido la conducta previa de Ucrania y de las democracias que la respaldan, la relevancia de su papel no es comparable a la decisión rusa, que fue consciente, premeditada, sostenida en el tiempo y del todo carente de compasión.

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