Crítica Literaria
Jorge Luis Borges, esencial
Juan Gustavo Cobo Borda
Dentro de las ediciones conmemorativas que se han dedicado a obras ya clásicas como Cien años de soledad, se añade ahora este volumen de 637 páginas que nos permite un acceso válido a la obra de este argentino ya universal.
Aquí se hallan completos dos de sus libros claves: Ficciones (1944) y El Aleph (1949), donde nos reencontramos con relatos siempre dignos de releerse.
Piénsese en Pierre Menard, autor del Quijote o El Sur, en el primero, o Emma Zunz, en el segundo. El tiempo que se suspende y desdobla para albergar en su seno historias que no captamos bien en una primera lectura y que luego se nos revelan, en el doble fondo, como dramas muy humanos sobre venganzas, duelos y, en El Aleph, las miserias envidiosas de la vida literaria. Todo ello enmarcado en la pampa argentina o en fábricas y casa de Buenos Aires, el perpetuo referente de su escritura.
De modo más íntimo y cercano, esta afinidad se hace más palpable en los poemas seleccionados, desde la Fundación mítica de Buenos Aires hasta calles, veredas y portones por las cuales deambula un Borges perplejo de preguntas filosóficas, pero también naufrago de sucesivos amores, todos únicos, todos irremplazables. La luna, los muros rosados, una copa de grapa en un almacén del arrabal y quizás el acorde de una guitarra nos puedan revelar loterías en Babilonia, sectas secretas o monedas de peso intolerable, devueltas al pagar una caña.
Pero no solo el cuento y la poesía conforman este elegante volumen, sino que también sus ensayos, su sostenido interés por Dante y La Divina Comedia o sus abarrotadas charlas en teatros, en instalaciones culturales nos brindan un Borges que divaga, feliz, con su memoria prodigiosa y su alegre versatilidad imaginativa.
Allí conviven Keats y Kafka, Pascal, Flaubert y Coleridge, Quevedo y la poesía gauchesca. Notas breves y muy eruditas que centrándose en un problema lateral nos pueden abrir perspectivas insospechadas, de gran riqueza literaria o, incluso, metafísica como en sus reflexiones sobre el tiempo. También sobre sí mismo en esas pudorosas elegías sobre su ceguera y todo cuanto ha perdido y recobrado en el fino y punzante dolor de su literatura.
On his blindness
Al cabo de los años me rodea
una terca neblina luminosa
que reduce las cosas a una cosa
sin forma ni color. Casi a una idea.
La vasta noche elemental y el día
lleno de gente son esa neblina
de luz dudosa y fiel que no declina
y que acecha en el alba. Yo querría
ver una cara alguna vez. Ignoro
la inexplorada enciclopedia, el goce
de libros que mi mano reconoce,
las altas aves y las lunas de oro.
A los otros les queda el universo;
A mi penumbra, el hábito del verso.
(Los conjurados, 1985)
Acompañado por 10 ensayos de firmas como Noé Jitrik, Teodosio Fernández, Santiago Sylvester, Nora Catelli y Jorge Panesi, que indagan en el Borges juvenil fanático de las revistas y los manifiestos vanguardistas. También se estudian las relaciones de Borges y Bioy, al crear su alter ego, Bustos Domecq, el detective por excelencia, pues está preso y también muchas otras facetas de este poeta del pensamiento que nos revela nuevas claves de ese cosmos inagotable que es la mente de Borges, sus paradojas, encantos y misterios.
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