Curiosidades y….
Golpes del azar
Antonio Vélez M.
El mundo natural está plagado por millones de coincidencias aleatorias. La esposa del físico Richard Feynman murió cierto día a las 9:22 de la noche. En forma que parece misteriosa, el reloj de mesa, uno de los objetos favoritos de la señora Feynman, pues era regalo de su esposo, se detuvo, y hoy sigue igual, marcando exactamente las 9:22. Si el fenómeno se toma a la ligera se convierte en un hecho con visos paranormales, pero existe una explicación natural, dada por el mismo físico: el reloj era muy viejo, por lo que bastaba cualquier movimiento para que dejase de andar. En el mismo instante en que la señora falleció, la enfermera que la cuidaba, con el fin de registrar la hora exacta del deceso, levantó en forma brusca el reloj de la mesa, y este se detuvo.
Y si rebuscamos con cuidado en el mundo natural, encontraremos cientos de hechos, frutos del azar y sin ningún significado misterioso. He aquí una muy curiosa: los elefantes de India pueden distinguirse de los de África, entre otras cosas, por el tamaño y la forma de sus orejas. En efecto, los de India tienen las orejas más pequeñas y su forma triangular se asemeja un poco al mapa de su país de origen, mientras que los de África poseen orejas más grandes, y su forma nos recuerda la del continente africano.
El escritor F. Scott Fitzgerald le escribía en 1928 a su colega Shane Leslie: “¿Ha notado usted la notable coincidencia? Bernard Shaw tiene 61 años, H. G. Wells tiene 51, G. K. Chesterton tiene 41, usted tiene 31 y yo 21. Todos los grandes autores del mundo están en progresión aritmética”. Poco humilde el escritor. Mark Twain escribió así en 1909: “Llegué con el cometa Halley en 1835. El cometa vuelve el año que viene y yo espero irme con él. Si no, sería el mayor desengaño de mi vida”. Pues bien, el 20 de abril de 1911, el anunciado cometa llegó a su perihelio, la máxima aproximación al Sol, y el 21 del mismo mes el escritor murió y se alistó para el largo viaje. Moraleja: quien mucho busca, el azar se lo encuentra.
Los defensores de lo paranormal citan entre los casos más extraordinarios de sueños premonitorios el que tuvo una noche Abraham Lincoln, mientras ocupaba la Presidencia de EE UU. Un poco antes de su muerte, Lincoln relató a un oficial de la Casa Blanca el siguiente sueño: “Hace aproximadamente diez días me fui a dormir muy tarde. Tan pronto me dormí, comencé a soñar que dejaba la cama y vagaba de cuarto en cuarto. No veía a nadie, pero me di cuenta de que varias personas sollozaban con claras señales de dolor. Me propuse determinar la causa, de tal modo que me encaminé a las habitaciones del costado este, en las cuales, con sorpresa, vi una plataforma sobre la cual yacía un cadáver cubierto con una sábana. Al interrogar a uno de los soldados que prestaba vigilancia, me contestó que el presidente había sido asesinado”. A primera vista parece impresionante este sueño, y lo invita a uno a pensar en la precognición. Pero si se analiza con cuidado, la historia no parece ya tan extraordinaria. Y es que no es raro que un hombre como Lincoln, que estuvo siempre rodeado de enemigos, haya soñado más de una vez con su asesinato. Es que todo aquello que sea motivo de preocupación se convierte en tema recurrente de sueños.
En aquellos momentos especiales de exaltación espiritual, creía ingenuamente Jung, esas estructuras que integraban lo mental con lo físico se hacían visibles en forma de coincidencias o sincronicidades. De allí que los hechos raros e improbables no eran más que los mensajeros encargados de revelar la estructura profunda del mundo. El biólogo austríaco Paul Kammerer postuló la existencia de una fuerza universal, fuera del alcance de las leyes físicas conocidas, encargada de enlazar objetos y eventos que tuviesen cierta afinidad. “Principio de coincidencia acausal” fue el nombre que le dio a esa hipotética fuerza. Aclaremos que hoy, salvo algunos adictos al misterio, nadie en el mundo científico toma en serio las propuestas de Jung y Kammerer. Historias antiguas y rancias sin más valor que el anecdótico.
En general, recordemos que las coincidencias sorprendentes, inevitables en un mundo cruzado en mil direcciones por el azar, son la materia prima de los amigos del misterio para urdir la telepatía, los milagros y variedad de fenómenos paranormales.
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