Etcétera / Crítica literaria
Gaitán, Uribe Uribe y una conspiración
Juan Gustavo Cobo Borda
La forma de las ruinas (Alfaguara, 2015), la nueva novela de Juan Gabriel Vásquez, revisa el trajinado mito del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán bajo la óptica de Carlos Carballo, un delirante de las teorías de conspiración. Esto lo llevará incluso a intentar robarse el traje que usaba Gaitán el día de su muerte, con los orificios que Juan Roa Sierra, “un joven de vagas simpatías nazis”, le produjo con sus cuatro disparos a plena luz del día, el 9 de abril de 1948.
Pero esta suerte de informe parte de un médico, Francisco Benavides, amigo personal de Vásquez, quien tenía un padre que, en la Universidad Nacional, dictaba ciencias forenses a los abogados.
Por su parte, Vásquez tenía un tío, José María Villarreal, godo de tuerca y tornillo como lo calificó Gabriel García Márquez en sus memorias, y quien, como gobernador de Boyacá, reprimió los alzamientos del 9 de abril en su región y remitió tropas a Bogotá.
El padre de Benavides, don Luis Ángel, le dejó como herencia extraños legados: una radiografía del tórax de Gaitán con la bala que lo mató y un frasco de vidrio grueso, con un fragmento de una columna vertebral y restos de carne humana, también de Gaitán. Todo porque al experto en balística y ciencias forense le pidieron que hiciera la autopsia y fue él quien tuvo un discípulo predilecto, que lo adulaba, incluso lo idolatraba con fanatismo: el sinuoso e impredecible Carballo. Aquí la novela se ramifica y bifurca sin tregua. Los 16 años (1996-2012) que vivió en Europa Juan Gabriel Vásquez; su mujer, Mariana, quien está a punto de dar a luz a unas gemelas; su amistad con R. H. Moreno Durán, el escritor que morirá de cáncer y al cual, al igual que a Vásquez, Carballo intenta comprometer para que escriban un libro con los documentos que ha recopilado sobre Gaitán y proyecciones, especulaciones y fantasías, que van desde el asesinato de Kennedy hasta la muerte a hachazos del general Uribe Uribe, sobre la cual Vásquez escribe otra novela.
La historia como un entramado inagotable de asesinatos y asesinos que actúan para camuflar y desviar la mirada sobre otros asesinos, ya que siempre habrá dos: uno que se ve y otro que se esfuma, uno que linchan y otro que se sube a un carro elegante y no se sabe más. O que Pedro León Acosta, el mismo que trató de asesinar al presidente Reyes y fue perdonado, es el que ahora, con gente rica del Partido Conservador, financia artesanos como Leovigildo Galarza y Jesús Carvajal, que con hacha matarán a Uribe Uribe, hendiéndole el cráneo. La autopsia certificará que su cerebro pesaba 1.500 gramos. Todos los vieron y no hicieron nada. Todos declararon y solo quedaron resmas de papel. La novela se torna historia documental. Por las mismas fechas morirá en las trincheras de Europa el poeta- soldado bogotano Hernando de Bengoechea y estos excursos la enriquecen y condensan el marco histórico, en la exhaustiva investigación de Vásquez, en la prensa de la época y en el intento indagatorio y detectivesco de esclarecer estos hechos tan sórdidos, pero a la vez tan recurrentes. De 1948 al 1914 un mismo odio y similar rencor político. El flagrante uso del pueblo para eliminar rivales; en espacio compartido económica y socialmente.
La investigación al respecto que realiza Marco Tulio Anzola Samper por solicitud de un hermano del general Uribe desembarcará en el libro titulado ¿Quiénes son? de 1917, que denuncia una conspiración de conservadores y jesuitas detrás del crimen, protegiéndolos en el panóptico, donde Anzola entró con pretextos para husmear pistas. Libro que obviamente tiene Carballo, quien obliga a leerlo en su apartamento de la 18 con 5ª, en el centro de Bogotá, donde además tiene el cráneo de Uribe, roto por los asesinos.
Por más que nos atraiga la armazón histórico-documental, no olvidemos nunca que se trata de una novela. Jurídica, médica, literaria y topográfica, donde a partir de una radiografía y la calota del cráneo de Uribe, esta pesquisa de 550 páginas enlaza destinos. A los 16 años Gaitán da un discurso frente a la tumba de Uribe y las huellas desgastadas de los dos crímenes se hacen visibles en la persistencia con que seguidores fieles del legado de Gaitán, como el papá de Carballo, obligan a su hijo a obsesionarse con una historia como la nuestra, dolorosa e incomprensible, pero aun determinante. Esta novela es un nuevo paso, revelador, apasionante, en la reflexión sobre una tragedia que es la nuestra.
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