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25 de Abril de 2024 /
Actualizado hace 12 horas | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Etcétera

Curiosidades y…

Exageraciones

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Antonio Vélez M.

 

La exageración ha sido un recurso tan universal, que es bien difícil encontrar un campo de la actividad humana que escape a su presencia. En arquitectura se han dado todas las desmesuras en cuanto a tamaño y lujo se quieran pensar: desde las monumentales pirámides de Egipto, hasta los rascacielos más espectaculares que la imaginación pueda concebir, en una costosa lucha por llegar a las nubes. El pintor Fernando Botero ha llevado al límite la gordura de sus personajes, mientras que el escultor Alberto Giacometti se ha situado en el extremo opuesto, el lado flaco. Ron Mueck, escultor hiperrealista australiano, juega con la escala para sacudir al espectador; por ejemplo, Boy, una de sus obras más espectaculares, es un niño que mide 4,5 metros de altura. Por su lado, la moda ha tocado con frecuencia los extremos, y ha ido un poco más allá: sombreros descomunales, faldas de colas larguísimas, tacones tan altos que convierten a sus portadoras en inválidas…

 

La hipérbole es un recurso literario en el que se utilizan palabras y frases que exageran y, a su vez, le ponen énfasis a la declaración, con el fin de producir un efecto más notable o destacar algún punto específico. Esas frases permiten expresar una acción o un sentimiento que no suele darse en la realidad, por lo cual ayudan a enfatizar las emociones. En palabras sencillas, es una forma de exagerar la realidad.

 

En el habla popular, la hipérbole es muy usada: “¡Mujer, te he dicho un millón de veces que no exageres!”. Y desempeña un papel fundamental en la literatura, y también en el humor; sin embargo, cuando se abusa de ella, desaparece su efecto. La publicidad utiliza con frecuencia el lenguaje hiperbólico, hasta un punto tal que el comprador potencial ya no cree que “de eso tan bueno den tanto”. Lo que se anuncia en revistas y periódicos es “excepcional”, “maravilloso”, “precios de locura”...

 

Francisco de Quevedo, de forma exagerada, hace alusión a la nariz de Luis de Góngora, y con ello crea la hipérbole: “Érase un hombre a una nariz pegado, érase una nariz superlativa, érase una nariz sayón y escriba...”. El genial humorista norteamericano Mark Twain fue un maestro del estilo hiperbólico. Usaba la hipérbole con gracia e ingenio, y para ello unía a lo hiperbólico un tono de chanza, de juego inteligente, de tomadura de pelo. En la desmesura, Rabelais fundamentó el humor de sus novelas Gargantúa y Pantagruel. Y García Márquez usa la hipérbole como recurso literario para diseñar su dictador en El otoño del patriarca: cuando este pregunta por la hora, le responden: “La que usted ordene mi general”.

 

Las exageraciones y las mentiras desproporcionadas, así como las simplificaciones extremas, pero afortunadas, tienen por lo regular un cariz humorístico, por el ingenio exhibido, y en muchas ocasiones, burla:Era tan gorda que en el colegio siempre se salía de la fila”. El siguiente verso es creación del músico y compositor Gonzalo Vidal (autor de la música del himno antioqueño): “Tan largo estaba el discurso/del diputado Juan Erre/que uno de la barra dijo:/don Juan: ¡cuando acabe cierre!”. Emeterio, un comediante colombiano, célebre por sus exageraciones, cuenta que en cierta ocasión vio a un amigo suyo al otro lado de una avenida bogotana, famosa por su congestión automovilística: “¿Cómo hiciste para cruzar la calle?”, le gritó. El otro respondió desde la acera opuesta: “Yo no la he cruzado, yo nací a este lado”.

 

Dicen las malas lenguas, tal vez exagerando un poco, que don Rafael Núñez, autor ilustre de la letra de nuestro himno nacional y quien fue elegido Presidente de Colombia en 1880, era un hombre extremadamente feo. Algún ocioso celebró sus escasos atractivos físicos con estos versos, en los que hay burla e ingenio, y exageración, por supuesto: “Para que a Núñez Rafael,/ conozcas cuando lo veas,/tres cosas tiene muy feas:/el cuerpo, la cara y él”.

 

En cierto sentido, las populares leyes de Murphy no son más que exageraciones pesimistas de lo que ocurre en la realidad, con algunos toques de humor. La tostada de pan, por ejemplo, no siempre cae con la mantequilla contra el suelo, como predice Murphy. Entre otras muchas cosas, asegura Murphy, “Es imposible fabricar algo a prueba de tontos, pues estos son demasiado ingeniosos”.  

 

En Australia, en ciertos aviones dicen: “Atención, señores pasajeros, estamos llegando a Queensland (región situada en la parte nororiental del país, notable por ser muy anticuada en sus costumbres): por favor, atrasen los relojes una hora... y cien años”.

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