14 de Diciembre de 2024 /
Actualizado hace 10 hours | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Etcétera

Etcétera / Curiosidades y….

Engaños

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Antonio Vélez M.

 

 

Debemos reconocer que nuestro cerebro es capaz de engañarnos. Sufrimos autoengaño debido a situaciones especiales: estrés exagerado, aislamiento prolongado, privaciones extremas, deterioro cerebral... En ocasiones nuestro cerebro miente de manera natural: decimos y nos decimos mentiras piadosas, otras veces pensamos con el deseo, o con la necesidad, y nos mentimos, mientras que la disonancia cognitiva nos hace creer cosas en las que no creemos, como dicen de la fe (creer en lo que no creemos). A veces hacemos humor con las mentiras, o las decimos en forma lúdica, por tomarle el pelo al vecino. Y al argumentar, no es raro que utilicemos la mentira, en ocasiones con visos de verdad, inocentemente.

 

La magia es el arte de engañar. Pero en este caso el engañado lo sabe. El público percibe engañosamente un acto en el que se violan las leyes naturales. En ocasiones se confunde la magia con lo paranormal, y aquí sí hay engaño verdadero. El mago Uri Geller se paseó por los escenarios del mundo exhibiendo sus capacidades “paranormales”, hasta que cierto día, el mago profesional James Randi reveló al mundo las trampas del tramposo.

 

En los deportes se hace trampa con el fin de triunfar. En el fútbol se simulan lesiones para influir en las decisiones del juez, o se recurre a jugadas prohibidas, como es el uso de las manos para anotar un gol. Es famoso el gol de Maradona contra la selección inglesa, anotado con la mano, “la mano de Dios”, como la llamó el propio protagonista. Lo que “prueba” que Dios es argentino, argumentaron algunos.

 

La literatura está llena de engaños, en la forma de plagios. Es notable, pero no por su calidad literaria, sino por su osadía, la segunda parte de El Quijote de la Mancha, escrita por Alonso Fernández de Avellaneda. Y son muy comunes los montajes fotográficos o en videos en que se observan platillos voladores y visitantes de otros mundos. Ingenuidades para el consumo popular. Con los recursos para modificar la imagen se pueden ahora fabricar a la carta fenómenos paranormales, milagros, proezas imposibles…

La ciencia, gracias a su bien ganado prestigio, proporciona términos y explicaciones que convencen a muchos, sin probar nada. Por eso se utiliza con tan abusiva frecuencia la energía, y con ella se han elaborados multitud de seudociencias e imposturas intelectuales. Sanar, por ejemplo, se puede lograr por medio de energía emitida por la mente, y que va del terapeuta al enfermo. Se habla de “imposición de las manos”.

 

Galileo y Mendel han sido acusados de deshonestidad: plagio, manipulación de datos para que los experimentos se ajustaran a la teoría, o presentación de experimentos que nunca fueron realizados. Mendel estaba sin duda convencido de que sus pobres resultados experimentales no iban a resultar suficientes para convencer a los naturalistas de su época. Y como la estadística estaba poco desarrollada en su momento, Mendel no sospechaba que sus datos, ajustados artificialmente, podrían resultar sospechosos, precisamente a causa de su ajuste perfecto. Lo disculpamos, pues entre sus fraudes había también información verdadera y valiosa.

 

La historia de fenómenos falsos, pero que en algún momento fueron aceptados por los científicos, es larga y llena de curiosidades. En todos ellos el error se mantuvo, casi siempre defendido por los mismos autores del descubrimiento, hasta que la evidencia experimental, controlada y repetida, terminó por aclarar la situación. Los canales de Marte los descubrió el astrónomo Giovanni Schiaparelli. Fueron observados después por varios astrónomos, entre ellos Percival Lowell, quien, en 1901, presentó el primer mapa completo de los “canales marcianos”. Pero los escépticos también tenían acceso a los telescopios, y como no veían canales, lo decían en voz alta. De la controversia surgió el consenso, y el consenso acabó con la controversia; sin embargo, no acabó con los extraterrestres. Pero sí los alejó bastante. 

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