11 de Diciembre de 2024 /
Actualizado hace 5 hours | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Etcétera

Mirada Global

¿El sueño que no fue el ‘brexit’?

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Daniel Raisbeck

 

Visto en retrospectiva, las brillantes posibilidades del brexit se evaporaron tan solo nueve días después del referendo del 23 de junio del 2016, cuando más de 17 millones de británicos votaron a favor de retirar a su país de la Unión Europea (UE).

 

Tras el inesperado resultado en las urnas, renunció de inmediato el entonces primer ministro, David Cameron, quien convocó el referendo, pero lideró la campaña para permanecer en la UE.

 

Indiscutiblemente, el candidato favorito para reemplazarlo era el también conservador Boris Johnson, dos veces alcalde de Londres (ciudad predominantemente laborista), autor reconocido, figura carismática.

 

Crucialmente, Johnson se había opuesto a su otrora aliado Cameron al unirse a la campaña para retirar al Reino Unido de la UE, convirtiéndose en la cara más visible del brexit. Muchos lo acusaron de oportunista, quizá ignorando sus establecidas credenciales euroescépticas. Desde 1989 hasta 1994, como corresponsal en Bruselas del diario conservador The Daily Telegraph, Johnson se destacó por sus incendiarios informes acerca de las regulaciones excesivas e incrementalmente absurdas provenientes de la Comisión Europea, como las especificaciones referentes al grado de la curva de un banano para que su venta fuera permitida en Europa.

 

Después del referendo del 2016, Johnson no solo tenía el apoyo abrumador de la membresía común del Partido Conservador; también contaba con el respaldo del ministro de Justicia, Michael Gove, muy respetado por su trabajo previo como Ministro de Educación. Aparte de su peso intelectual, Gove le brindaba a Johnson el crucial apoyo de un buen número de parlamentarios conservadores, cuyos votos son necesarios para clasificar entre los dos candidatos finales, entre los cuales la membresía escoge al líder del partido y, cuando este lidera el gobierno, al Primer Ministro.

 

No obstante, el equipo Johnson-Gove, crucial para asegurar el resultado del brexit, colapsó menos de una semana después del referendo. Según la prensa, Gove se molestó porque Johnson, legendariamente desorganizado, jugó cricket con el conde Spencer, hermano de la difunta princesa Diana, el día después de la victoria en vez de dedicarse a planificar asuntos de gobierno. Johnson tampoco quiso discutir nombramientos específicos para su futuro gabinete, lo cual Gove y otros aliados pretendían aclarar desde el inicio.

 

Por estas y otras razones, Gove le retiró su apoyo a Johnson y lanzó su propia candidatura el 1º de julio, sepultando así la del exalcalde de Londres, quien anunció que no se lanzaría al liderazgo. Gove, sin embargo, no tenía posibilidades reales de ganar, especialmente tras su traición a Johnson. El resultado: la entonces ministra de Interior, Theresa May, quien había apoyado la membresía de Gran Bretaña en la UE aunque se mantuvo al margen de la campaña, resultó electa Primera Ministra prácticamente sin oposición.

 

Lo más célebre del inicio del mandato de May fue su enigmática frase: “Brexit quiere decir Brexit”. También nombró como ministro de Relaciones Exteriores a Johnson, cuyo fuerte no es la diplomacia, y creó un ministerio encargado de preparar al país para el brexit.

 

Inicialmente popular, May convocó sin necesidad una elección general en junio del 2017, llevó a cabo una lamentable campaña y perdió la mayoría conservadora que había ganado Cameron en el 2015. Solo logró evitar la creación de un gobierno bajo el socialista radical Jeremy Corbyn, líder de la oposición, al formar una alianza con el pequeño Partido Unionista y Democrático de Irlanda del Norte.

 

Desde entonces, el gobierno de May ha negociado los términos del brexit en detrimento de Gran Bretaña. En especial, May permitió que la UE acorralara a su gobierno al explotar el asunto de la frontera entre Irlanda del Norte, parte del Reino Unido, y la independiente República de Irlanda. Al querer evitar a toda costa una “frontera dura” en Irlanda (opción realmente innecesaria), May cedió ante las amenazas de la UE y entregó el punto más importante del brexit: la salida de Reino Unido de la unión aduanera europea y, con ello, la posibilidad de eliminar aranceles y comerciar libremente con el resto del mundo.

 

Como escribe el destacado jurista Martin Howe, consejero de la reina (QC), el Protocolo de Irlanda del Norte “atrapa a todo el Reino Unido en la unión aduanera sin ningún poder de tomar decisiones (en cuanto a las reglas)”. Según Johnson, quien renunció como ministro en julio, las condiciones del acuerdo de May convertirían a Gran Bretaña en un Estado vasallo de la UE.

 

Dominic Raab, el segundo ministro del brexit en renunciar a su cargo, escribe que, pese a los 39.000 millones de libras esterlinas que May acordó pagarle a Bruselas, “los términos finales de su acuerdo son peores que la membresía en la UE”. Hay una esperanza remota de que el Parlamento rechace el acuerdo y que asuma el liderazgo del país un primer ministro que, a diferencia de May, crea en el potencial del brexit.

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