Cultura y Derecho
El adiós de Tchaikovsky
Andrés Mejía Vergnaud
A principios de noviembre de 1893, y tras haber estrenado su sinfonía n. 6, sinfonía que hoy goza de gran aclamación crítica, el compositor Pyotr Ilych Tchaikovsky se tomó un vaso de agua. Un vaso de agua. Ese acto simple e inocente hay que inscribirlo en el contexto del momento: en San Petersburgo, la ciudad donde esto sucedió, se vivía por esos días una epidemia de cólera. Ya se sabía que el cólera se contraía principalmente por el consumo de agua contaminada, y que para evitar el contagio podían tomarse medidas sencillas como hervir el agua. Por ello, al día de hoy, no cesa de conjeturarse si, al beber ese vaso de agua sin hervir, en medio de esa epidemia por todos y por él conocida, el gran compositor ruso quiso deliberadamente causarse la muerte a sus 53 años de edad.
El por qué habría querido hacer tal cosa no es tan claro. A diferencia de otros genios de la literatura, la ciencia o las artes, que sufren en vida el abandono solo para ser mundialmente reconocidos en los años posteriores, Tchaikovsky gozó en vida de fama e incluso de algo de fortuna. Su reputación como compositor fue universal: sus obras se presentaron en los teatros más importantes de Europa y América. Aun cuando naturalmente no todas sus obras gozaron de éxito inmediato, la mayoría de ellas sí fueron aclamadas por los públicos y bien recibidas por la crítica. La aristocracia de la Rusia imperial lo trataba con gran respeto, e incluso durante parte de su vida disfrutó de una pensión gubernamental. Además de esto último, Tchaikovsky siempre tuvo empleo en los conservatorios rusos de la época, y ganó buen dinero con la ejecución de sus obras y con la publicación de estas. Hay que tener en cuenta que, en esa época, cuando aún no existían las grabaciones fonográficas, la forma en que la música de los compositores se difundía y se conocía era mediante la publicación de las partituras: los editores musicales eran personalidades de gran importancia, y, para un compositor, atraer el interés de un editor era casi asunto de vida o muerte. Tchaikovsky siempre gozó del interés de uno de los más importantes editores musicales de la época, por lo cual no tuvo problema alguno para la publicación de sus obras. Y claro, cómo olvidar la larga relación de mecenazgo que con el compositor tuvo Nadezhda von Meck, una mujer multimillonaria, procedente de una familia poderosa y rica, quien durante varios años brindó a Tchaikovsky una especie de pensión para que pudiera dedicarse únicamente a componer música. La correspondencia entre ambos permite conjeturar que la naturaleza de sus sentimientos hacia Tchaikovsky era otra, y que probablemente estaba enamorada de él. Sea como sea, cuando ella decidió dar por terminado ese apoyo, ya Tchaikovsky era una celebridad mundial.
Como nota personal, les cuento que Pyotr Ilych Tchaikovsky es mi compositor favorito. Nació en un pequeño pueblo de Rusia en 1840. No nació en la aristocracia, pero tampoco en la pobreza. La música de Tchaikovsky se inscribe en el periodo del romanticismo musical, ya entrado y maduro, casi 50 años después de que compositores como Beethoven y Schubert empezaran a abandonar los cánones del clasicismo musical hasta entonces imperante, al que habían pertenecido Haydn y Mozart. Y en Rusia, que no había tenido hasta entonces una presencia en el universo de la música sinfónica, el romanticismo llegó con un tono nacionalista: los compositores rusos buscaron inspirarse en las melodías y leyendas de su tierra, y ello se volvió una especie de imperativo en el medio musical de Rusia. A este imperativo se enfrentó Tchaikovsky; él quería ser un compositor universal: su relación con los compositores nacionalistas fue prudente, e incluso compuso una sinfonía (la segunda) inspirada en temas rusos y ucranianos. Pero su obra, llena de sinfonías, conciertos, ballets y óperas, apela a un público universal. Y a quien quiera introducirse en su obra, le recomendaría empezar por el concierto para piano n. 1.
Recientemente leí la biografía escrita por Philip Ross Bullock, la cual me dejó con sensaciones mixtas. Es un buen recuento biográfico general, y retrata bien el ambiente de la época. Dedica, sin embargo, demasiado en explicar las óperas de Tchaikovsky, mucho más que otro tipo de obras, y en mi concepto las óperas no son el elemento central de su producción. Aborda, y muy bien, el asunto de la homosexualidad de Tchaikovsky: él se casó por conveniencia, pero fue infeliz, y abandonó muy pronto a su esposa. Vivió su sexualidad intensamente a través de aventuras furtivas, la mayoría en sus viajes por Francia e Italia. Pero el libro omite toda referencia a la depresión de la que al parecer sufrió, y solo menciona de paso la posibilidad de que su muerte fuera un suicidio. Un suicidio precedido por el estreno de la única de sus sinfonías que tiene un final lento y lúgubre, la sexta, y que, considerando las circunstancias, parecería haber sido compuesta y estrenada como una despedida.
Opina, Comenta