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26 de Abril de 2024 /
Actualizado hace 27 minutos | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Etcétera

Curiosidades y…

Bueno pero malo, y viceversa

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Antonio Vélez M.

 

En general, la presencia de sensaciones desagradables está asociada con defensas, no con defectos. La selección natural ha moldeado cada sensación molesta para protegernos de una amenaza específica. Las náuseas, el vómito, la diarrea, la tos, la fiebre, la fatiga, la debilidad, la ansiedad y el malestar cumplen la función especial de disminuir nuestra actividad para que todo el esfuerzo energético del organismo se concentre en su labor curativa, estrategias que poseen los organismos para responder a las amenazas del medio y para propiciar la curación, recursos que fueron descubiertos por la evolución mucho antes de que existieran la medicina y los médicos.

 

Las náuseas, el vómito y la diarrea eliminan del tracto gastrointestinal los alimentos descompuestos o tóxicos, de allí que, si bien muchos no lo saben, el tratar de frenarla puede agravar ciertas infecciones y conducir a complicaciones digestivas. La tos, por ejemplo, ayuda a expulsar de las vías respiratorias elementos extraños o el exceso de flema, por eso un médico moderno bien sabe que al prescribir fármacos que supriman la tos puede convertir una simple bronquitis en una enfermedad mucho más grave. Y la fatiga nos impide realizar esfuerzos superiores a nuestras fuerzas, de allí los peligros del doping en los deportistas. Por su lado, la fiebre o subida de la temperatura es un recurso incómodo para el paciente, pero que facilita la acción del organismo contra los agentes patógenos.

 

Se sabe que aquellos sujetos que padecen infecciones crónicas presentan a menudo concentraciones de hierro en la sangre por debajo de la normal. Pues bien, tendemos a culpar de esto a la enfermedad, cuando en realidad se trata de una respuesta automática protectora: durante la infección, el hígado secuestra el hierro para evitar que las bacterias patógenas accedan a un mineral que es crucial para su reproducción, por lo que resulta contraproducente prescribirle al paciente en ese momento suplementos férricos. La anemia falciforme es una enfermedad de origen genético; los afectados presentan los glóbulos rojos deformes y muy disminuida su capacidad de transportar oxígeno; sin embargo, el defecto proporciona una resistencia notable a la malaria, por lo que se convierte en una virtud en regiones infestadas por tal flagelo.

 

El vómito de las embarazadas, un vestigio arcaico, puede ser una prevención frente a sustancias tóxicas, que en el pasado era mortales para el embrión y el feto. Las náuseas coinciden con el periodo de diferenciación rápida del feto, época de mayor vulnerabilidad a los agentes tóxicos, y la embarazada tiende a no comer alimentos de olor y sabor fuertes, potencialmente dañinos. Y la ansiedad induce cambios en el comportamiento que hacen más fácil protegernos de las amenazas físicas y sociales, de ahí ese desasosiego molesto cuando desde un sitio alto miramos al vacío, tan perturbador que no permite ni un segundo de distracción.

Los celos pueden doler más que las heridas físicas, y tienen también un claro papel adaptativo. Los sicólogos Martin Daly y Margo Wilson, adscritos a la Universidad de McMaster, han encontrado que los celos están presentes en todas las sociedades estudiadas; más aún, descubrieron que en todas ellas los celos masculinos son más intensos que los femeninos. El antropólogo Donald Symons, de la Universidad de California, en Santa Bárbara, explica que, en el curso de la evolución, un hombre que no experimentara celos de su pareja correría el riesgo de que esta fuese embarazada por otro y así disminuiría su eficacia reproductiva, base fundamental del proceso evolutivo. Sin los celos guardianes, un hombre corre el riesgo de cargar con hijos del vecino, un costo que la evolución no tolera.

 

En definitiva, no todo lo malo es bueno, ni todo lo bueno es malo. De acuerdo con la sabiduría popular, no hay nada tan malo que no tenga algo bueno, y debe agregarse que tampoco hay nada tan bueno que no tenga su pedacito malo; en otras palabras, tanto la perfección como la imperfección absolutas son ideales imposibles de alcanzar.

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