Doxa y Logos
Bob Dylan y la libertad
Nicolás Parra Herrera
El 1º de enero, mientras desayunaba frente al mar cogí una revista Arcadia. “Lecturas para viajar”, decía en la portada. Nada más natural que empezar el año así, pensé: haciendo lecturas para viajar en pleno viaje. Comencé a leer un viejo artículo del fallecido crítico de música Nat Hentoff sobre Bob Dylan titulado El vagabundo[1]. El texto fue publicado en octubre de 1964 en The New Yorker cuando Dylan había grabado tres álbumes: Bob Dylan (1962), The Freewheelin’ Bob Dylan (1963) y The Times They Are A-Changin’ (1964).
En esa época, Dylan eran ampliamente reconocido por sus canciones Blowin’ in the Wind y Masters of War, canciones que fueron usadas, a pesar suyo, como los himnos del movimiento de los derechos civiles y en contra de la guerra de Vietnam. Pocas cosas le incomodaban tanto como que lo introdujeran en los conciertos como el cantante de la “consciencia americana”. Dylan, como lo recordó Hentoff, le dijo en el estudio de grabación de Columbia, “ahora, muchas personas hacen canciones señalando con el dedo lo que está mal. Yo ya no quiero escribir para las personas (…) de ahora en adelante, quiero escribir lo que está dentro de mí”.
Lo que más me impactó de este texto es la manera cómo retrata la noción de libertad que Dylan ha recreado. No es la libertad negativa de no tener obstáculos para hacer y crear, ni la libertad positiva de poder hacer y tener las condiciones materiales suficientes para tomar decisiones. Es lo que se podría llamar la libertad auténtica. Dylan no da respuestas, pues las preguntas que hace son de ese estilo que no admiten respuestas reconfortantes. Dylan no ofrece pautas morales o valores que nos guíen cómo debemos vivir. En sus palabras, lo único que puede brindar a las personas que le preguntan cómo vive, es una respuesta no tranquilizadora: él solo puede es seguir siendo él. Y eso no es fácil.
Ser uno mismo es otra forma de la libertad auténtica. Una forma de existir que solo se alcanza con sacrificio, incomprensiones y críticas, y sensaciones constantes de desasosiego. Ser uno mismo implica aceptarse (y denunciarse) con el dolor gozoso que significa andar en lo que andamos.
A pesar de que en el colegio yo escuchaba con cierta frecuencia algunos álbumes de Dylan y pocos discos me han sacudido tanto como Blood on the Tracks, fue solo hasta este año que apenas empieza que comencé a releer sus canciones desde la óptica de la porosidad del concepto de libertad. Cuando la música y la literatura pasan por el tamiz de la experiencia, descubrimos nuevos significados en los textos y en las canciones, nuevos caminos para perderse en ellas.
El texto de Hentoff me impulsó a leer el libro Why Bob Dylan Matters del profesor de literatura clásica de Harvard Richard F. Thomas. Leyéndolo descubrí el hilo que une a Homero, Virgilio y Dylan. Por ejemplo, aprendí que en Lonesome Day Blues Dylan evocó a Virgilio al escribir: “I’m goin’ to teach peace to the conquered / I’m gonna tame the proud”. El poeta romano había dicho algo similar en la Eneida: “to teach the ways of peace to those you conquered / to spare defeated people, tame the proud”. El libro de Thomas es el resultado de una de las clases más populares en la Universidad de Harvard con el mismo título que se ha venido enseñando desde el 2004. Yo lo leía buscando claves sobre la libertad auténtica.
Así, entendí que para Thomas, la importancia de Dylan es percatarse de que la poesía y la música -y cito porque sus palabras son insuperables-: “son compensaciones por el dolor que viene de la mano con la condición humana, y son lo que puede ayudarnos a sobrellevarlo”[2]. La libertad que nos enseña Dylan es la que se expresa en sus canciones donde hay compensación por la existencia, pero en las que no se indica una forma de existir. En las canciones de Dylan se implantan posibles respuestas a nuestras preguntas, pero como dice Thomas: el resto depende de nosotros.
Este año que empieza ojalá que la poesía, la literatura, el arte y la música sean el vehículo para transitar estas épocas turbulentas. Ojalá acudamos a ellas para repensar nuestra relación con los otros y con nosotros mismos. Ojalá sean un camino para comunicarnos y acercar las lejanías que nos desunen y para hacer las preguntas que la situación requiere. Aunque, como le dijo Dylan a Hentoff, “todo el mundo tiene que encontrar su propio camino hacia la libertad. No hay nadie que pueda ayudarte en ese sentido. Nadie pudo ayudarme a mí”. Que el arte y la poesía nos ayude a preguntar e imaginar, el resto depende de nosotros.
Opina, Comenta