13 de Diciembre de 2024 /
Actualizado hace 3 hours | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Etcétera

Curiosidades y…

Apodos y sobrenombres

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Antonio Vélez M.

 

Los apodos o motes se usan con cierto tono de menosprecio o burla; los sobrenombres o alias, en cambio, se relacionan con alguna característica de la persona, que puede ser positiva o negativa.

 

Muy cerca de los apodos están los hipocorísticos, que son apelativos, más de una vez cariñosos, que reemplazan en la vida diaria el nombre de la persona, así que a Francisco lo llamamos Pacho, a Antonio, Toño, y a Charles Chaplin le decimos Charlot.

 

Los estudiantes son especialistas en el arte de poner apodos, por lo regular burlones, y el salón de clase se convierte en el disparador para todo el colegio. Cuentan el caso de un profesor de origen francés, bien robusto él, y de nombre Pierre, a quien sus alumnos le decían -entre ellos, por supuesto- Pier-nón. Un raro apodo matemático se lo pusieron los estudiantes a un profesor de esa disciplina, quien era de corta estatura y más bien bruto, según sus estudiantes: le decían Raíz de 2, pues media 1.41 y era irracional (aclaremos que la raíz cuadrada de 2 es 1.41…, y que desde los griegos se conocía que se trataba de un número no racional, esto es, un número irracional, según la jerga de los matemáticos).

 

La lista de apodos de famosos es bien larga, de tal modo que lo único que se puede explorar es una pequeña muestra. Ocurren con personajes pertenecientes a todas las actividades humanas. Si para comenzar viajamos al pasado histórico encontramos al famoso filósofo griego Platón, quien se llamaba Aristocles y era practicante de lucha libre, por lo cual había desarrollado un cuerpo atlético, lo que hizo que su entrenador lo apodara Platón, que significa espaldas anchas, y así se quedó para toda una eternidad. Julio César Augusto Germánico, personaje romano famoso por su crueldad y por sus excentricidades, se lo apodó Calígula, pues de niño gustaba usar “cáligas” o pequeñas botas militares. Iván El Terrible, cuarto zar de Rusia, debe el apodo a su personalidad cruel y despiadada. Tal vez su acto más atroz fue el asesinato a bastonazos de su propio hijo, Iván Ivanovich, después de un intenso ataque de ira.

 

Manuel Laureano Rodríguez Sánchez, Manolete, fue uno de los toreros más famosos en su época, un mito de una profesión peligrosa que le costó caro, pues murió en la plaza de Linares a manos, perdón, cuernos, de Islero, un toro bien feroz, que a la vez adquirió fama inmortal. Quizás el cómico más famoso del cine latinoamericano sea Cantinflas, seudónimo adoptado por él mismo, y con toda razón, pues su nombre era Mario Fortino Alfonso. La característica más distinguida de Cantinflas eran sus peroratas, en las que hablaba mucho y decía muy poco, como muchos políticos, salvo que el artista se distinguía por su humor. De allí surgió el término “cantinflesco”, para los discursos extensos pero vacíos. 

 

El Che Guevara, médico, periodista y político revolucionario se llamaba Ernesto Guevara. En el mundo de espectáculo, Francis Albert Sinatra, más conocido como Franck Sinatra, fue un cantante distinguido, cuya voz aún se escucha en grabaciones. Pues bien, entre sus fans se le llamaba La Voz. Y cuando se habla de la famosa mafia norteamericana, salta a la memoria Al Capone, quien en la década de 1920 atemorizó a los neoyorkinos al ser uno de los mayores contrabandistas del alcohol, prohibido en ese momento. También se lo llamaba Scarface (Caracortada), pues lucía enorme cicatriz en su rostro, producto de una herida con arma blanca.

 

En el deporte son bien comunes los apodos. En el fútbol, el deporte más popular entre nosotros, Pelé y El Pelusa son los apodos con los que han pasado a la historia del deporte dos personajes bien distinguidos, cuyos nombres son Edson Arantes do Nascimento y Armando Maradona, respectivamente. En el fútbol colombiano son bien conocidos El pibe Valderrama y el Tino Asprilla, apodo de Carlos Valderrama e hipocorístico de Faustino Asprilla, dos astros ya apagados de nuestro deporte más popular.

 

Y para terminar, viajemos a la Luna: uno de sus cráteres fue llamado Galileo, una vergüenza para la humidad, ya que se caracteriza por ser muy pequeño, y se eligió así como castigo para el importante astrónomo, a quien no se le quería en los ámbitos religiosos por su fama de hereje.

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