Anecdotario Político

Benjamín Ardila Duarte

La tolerancia de los presidentes de la República frente a la difamación es, casi siempre, muy grande. Se pone de ejemplo al mandatario norteamericano general Eisenhower, sensato y sereno al dejar pasar, sin comentarios, los juicios de un energúmeno como el senador McCarthy, enloquecido por el anticomunismo y el alcohol.

Clemenceau, como médico y hombre de Estado, decía que era más fácil salir de la enfermedad que del posoperatorio, y más llevadero salir de la guerra que del posconflicto; se ejecutó el presupuesto de la depredación y ahora el de la reconstrucción, como dicen los economistas. Esteban Jaramillo, frente a la guerra con el Perú, en 1932, dijo: “Ya hicimos las finanzas de la paz y ahora haremos las finanzas de la guerra”.

Gabriela Mistral, amiga de la unidad latinoamericana, solía decir: “Nosotros debemos unificar nuestras patrias en lo interior por medio de una educación que se transmute en conciencia nacional y de un reparto del bienestar que se nos vuelva equilibrio absoluto y debemos unificar esos países nuestros dentro de un ritmo acordado un poco pitagórico, gracias al cual aquellas veinte esferas se muevan sin choque, con libertad y, además, con belleza”.

El Ejecutivo Plural tiene tres antecedentes en el país: en la Convención radical de Rionegro, en 1863; en los Quíntuples de la Junta Militar, en 1957-1958, y en el libro del magistrado Rafael Rocha Gutiérrez, quien, en 1887, lo expresó así: “La verdadera y la falsa democracia: es bueno el gobierno colegiado, como en el sistema suizo, donde el Consejo dirige la Administración Pública y toma las grandes decisiones políticas. El presidente del Consejo sería el presidente de la República. Los representantes administrativos son seis y cada uno queda a cargo de los restantes miembros del consejo”.