Anecdotario político

El presidente Carlos E. Restrepo era famoso por sus respuestas agudas. Un opita, no muy importante, lo visitó en palacio y le dijo: “Excelencia, en el Huila todos piensan que será el próximo gobernador menos yo”. Ni yo tampoco, respondió.

Alberto Lleras, en la Universidad de Maryland, dijo que la filosofía liberal en el mundo no ha fallado sustancialmente, sino donde la premisa insustituible de la educación popular no se ha cumplido y el régimen democrático no ha sido débil e inepto, sino donde quiera que su esencia misma se perturba por la negligencia en el deber de poner a cada persona en capacidad de participar en el gobierno del pueblo y por el pueblo. “No hay en el servicio público ninguna actividad que pueda reclamar prioridad sobre la educación”, añadió Lleras.

El presidente Jorge Holguín era muy culto, pero no gustaba de la música clásica. Con todo, le tocó, como mandatario, ir a un concierto importante al Teatro Colón. Al final de las partituras, de la velada, ya fatigado de oír ritmos no deseados, le dijo al oído al maestro de ceremonias: “Toque ahora un bambuco colombiano para pasar el mal sabor”.

El francés J. Chastenet fue un gran defensor de la institución legislativa y, especialmente del Senado, cuando De Gaulle, en 1969, pretendió, sin éxito, abolir la Cámara Alta. Chastenet recuerda que la algarabía de los congresistas provenzales era tanta que en los bares y cafés cercanos a los palacios Borbón y Luxemburgo se leía este aviso: “Prohibida la entrada a los parlamentarios”.

La separación de Panamá en 1903 fue una tragedia para Colombia. Empero, el presidente Marroquín no lo percibió así. Al contrario: creyó que le había ido muy bien, porque recibió un país y entregó dos. El día fatídico lo visitó el general Pedro Nel Ospina cordialmente. Estaba leyendo una novela de Paul Bourget y probablemente corrigiendo La Perrilla, tomando chocolate y con una tranquilidad de espíritu perfecta.