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20 de Abril de 2024 /
Actualizado hace 7 horas | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Etcétera

Curiosidades y…

Altruismo recíproco (II)

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Antonio Vélez M.

 

Para promover los actos altruistas disponemos de sentimientos positivos, como el amor: queremos a la gente que da, y damos a aquellos que queremos. La simpatía y la amistad sincera se convierten en sentimientos infalibles para aumentar la probabilidad del acto altruista. Y la gratitud funciona como pago por el altruismo del otro, un recibo no escrito en el que el receptor reconoce el beneficio recibido y se muestra dispuesto a devolver.

 

Las ideas socialistas aparecieron como una respuesta obligatoria ante dos milenios de fracasos continuos de las doctrinas sociales de caridad y buen vecino, predicadas con buenas intenciones por las religiones orientales y judeocristianas, basadas todas ellas en el compartir voluntario, y apoyadas en un supuesto altruismo humano del tipo verdadero y desinteresado, prácticamente inexistente. Un mandato más civilizado, y acorde con la naturaleza humana, propone que debemos compartir por ley, de lo contrario unos pocos codiciosos terminarán apoderándose de todo. El hombre civilizado se ve obligado a inventar los impuestos y otras contribuciones obligatorias.

 

¿No será que la única manera de producir hombres virtuosos sea por medio de leyes “virtuosas”, que acepten el egoísmo humano como premisa básica? David Hume hace una propuesta inteligente: “Lo que podemos hacer es mejorar a los hombres y a las mujeres ayudándoles a ser conscientes de su egoísmo y de su altruismo; en suma, de su humanidad”. Un orden social durable, para el antropólogo Marvin Harris, debe construirse basado en el egoísmo, controlado por coerción mutua y mutuo consenso.

 

El comunismo en su forma original, tal como lo pensaban Marx y Lenin fracasó, pues se basó en una premisa falsa: no existe naturaleza humana innata: al hombre lo forma el medio socioeconómico en que se cría y desenvuelve. El experimento marxista es el de mayor tamaño que jamás se haya llevado a cabo con el fin de probar la maleabilidad infinita de la naturaleza humana. Se pretendió, indirectamente, probar que el egoísmo es aprendido, y que se puede enseñar el altruismo perfecto. Edward Wilson explica así el fracaso: “Magnífica teoría; especie equivocada”. Funciona muy bien en las sociedades de abejas y hormigas.

 

El economista Adam Smith nos habla de “la mano invisible” que conduce al hombre a producir el bien común buscando el propio: “El individuo no está interesado en promover el interés general, ni se entera qué tanto lo está promoviendo. Al preferir usar su capital en una industria doméstica en lugar de una foránea, el individuo solo piensa en su propia seguridad. Y al trabajar para que la industria en la que ha invertido produzca mayores ganancias posibles, solo está motivado por su propio beneficio. Pero al hacer esto, al igual que en muchos otros casos, el individuo es llevado por una mano invisible a promover un fin que no era parte de sus intenciones. Y no es malo para la sociedad que este fin no sea parte de las intenciones del individuo. Al trabajar en pos de su propio interés, el individuo promueve el bien de la sociedad de una forma más efectiva que cuando tiene intención de promoverlo”. Pero deben ponérsele límites a su ambición.

 

En el 2002, el premio Nobel de Economía fue compartido por el sicólogo Daniel Kahneman y el economista Vernon L. Smith, por un trabajo conjunto en el que presentaban un nuevo enfoque de la economía, una escuela conocida como economía del comportamiento, que utiliza la naturaleza humana como guía para entender la toma de decisiones económicas, y le da más peso que a las fuerzas del mercado. Allí se conjetura que las tendencias económicas y las preocupaciones humanas, tales como la reciprocidad, la división de las ganancias y la cooperación no están limitadas a nuestra especie. Estas conductas evolucionaron en otros animales por las mismas razones que en nosotros, con el fin de sacarnos mutuas ventajas, sin socavar los intereses compartidos, base de la vida en grupos. La nueva disciplina económica desafía el llamado modelo estándar, para el cual las decisiones básicas económicas son siempre decisiones racionales, en términos de la utilidad esperada. Otro hecho descubierto es un sesgo que hace que la gente ante el riesgo les dé más peso a las pérdidas que a las ganancias potenciales y, así mismo, que para tomar decisiones económicas acertadas es necesario entender nuestra propensión al comportamiento de manada.

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