Etcétera / Crítica literaria
272 números de ‘Eco’
Juan Gustavo Cobo Borda
Con 112 páginas aparece en Bogotá, en mayo de 1960, la revista Eco. La publica la librería y galería Buchholz. Esta revista apuntaba hacia una defensa y exploración de la cultura de Occidente con perspectiva alemana (¿un eco quizás de la Revista de Occidente que en Madrid había piloteado Ortega y Gasset?). El primer número apostaba por la versión al español de textos poco divulgados en nuestra lengua. Un cuento de Hermann Hesse sobre un poeta chino y tres poemas de Gottfried Benn. Hay, además, un ensayo sobre Ernst Jünger y trabajos sobre Albert Camus, quien acababa de morir, y del inesperado éxito de El Gatopardo del conde de Lampedusa. En otras disciplinas, Heisenberg planteaba los problemas filosóficos de la física atómica a partir del descubrimiento de Planck.
El sumario, no hay duda, era notable si a ello añadimos además trabajos sobre arte y economía. Desde el primer número, Ernesto Volkening sería traductor regular de Eco y colaborador asiduo. Otros nombres de traductores: Carlos Patiño y Antonio de Zubiaurre. Muy pronto los secundaría en tal tarea de traducción dos de los fundadores de la filosofía moderna en Colombia, Rafael Carrillo y Danilo Cruz Vélez, que viajarían a complementar sus estudios en Alemania, donde Cruz Vélez pudo recibir el influjo de un Heidegger que había retornado a la cátedra en Friburgo. En Eco aparecerían muy variados textos de Heidegger desde Hegel y los griegos hasta uno cuando rechazó una cátedra en Berlín, pues prefería permanecer en su cabaña de la Selva Negra.
Aunque no llevaba ilustraciones, salvo el grabado de la carátula, los ensayos sobre pintores, llámense Paul Klee o Marc Chagall, no dejaban de llamar la atención por su pertinencia y calidad. En tal sentido, el aporte de la argentino-colombiana Marta Traba, la crítica de arte que renovó el canon de la pintura moderna en Colombia, se estrenó en Eco con agudas reseñas de muestras itinerantes de arte alemán o de libros sobre la escultura en Europa.
Algo similar a lo que ocurrió con el recién fallecido (2015) Jaime Jaramillo Uribe, el fundador de la llamada “Nueva Historia” de Colombia, quien ya en 1961 adelantó un trabajo sobre el liberalismo colombiano en el siglo XIX en Eco y muchos capítulos de su clásico El pensamiento colombiano en el siglo XIX. Pero su retorno a Colombia le permitiría enriquecer la mirada en el diálogo con figuras como Gilberto Freyre y José Luis Romero y tomar en cuenta la historia de las mentalidades.
Esta es quizás una de las constantes de Eco: traer lo ignoto y poco divulgado para así sustentar una mirada propia sobre estas tierras.
Allí están los poemas de Aurelio Arturo y los textos de Álvaro Mutis, algunos de ellos tan afines al mundo de Kafka, sin hablar de sus lieders que buscan sintetizar en el poema la música del romanticismo alemán y los compositores austriacos.
No es de extrañar que los primeros 12 números de 1960 y 1961 incorporen relatos de Henrich Böll, quien en 1959 había publicado Billar a las nueve y media, primer escalón que lo conduciría al Nobel, o que se hablara de Musil y Döblin, tan exaltado por Günter Grass como su maestro. Es sorpresivo, por el contrario, que en 1961 aparecieran en Eco dos poemas de Luis Cernuda.
Eco no rehúye nunca su diálogo vivo con la poesía. Ingeborg Bachmann, desde el número 2, invoca a la Osa Mayor y sus recias patas, con esa dura certeza que sorprendería a Paul Celan. Los otros poetas colombianos, compañeros generacionales de Mutis, como Fernando Charry Lara y Fernando Arbeláez, también reconocidos por Aldo Pellegrini en su Antología de la poesía viva latinoamericana (1962), ocuparían su sitio en Eco, al igual que Jorge Gaitán, el fundador de Mito, con sus poemas gnómicos sobre China en marzo de 1962. No era una revista de poesía, pero la poesía siempre ocupaba un lugar decisivo.
Otros dos números especiales sobre Brecht (85 y 86) y sobre Nietzsche (131 y 132) son coherentes por la valía de los colaboradores y la riqueza y variedad de los textos traducidos de los homenajeados: Arendt y dos colombianos: Francisco Posada y Carlos Rincón. En el caso de la dedicada a Nietzsche, aparecen Adorno, Horkheimer, Bataille, Blanchot, Deleuze, Foucault, Heidegger y Klossowski.
En ese ir y venir entre dos polos, Colombia y Alemania, Eco miraría también hacia otros espacios y otras formas de expresión creativa. En estas primeras entregas Latinoamérica se percibe y afianza de un modo irreversible. Allí están poemas de Mario Benedetti, Carlos Germán Belli, Jorge Eduardo Eielson, Eduardo Carranza, Roberto Juarroz, Alberto Girri, Octavio Paz, César Moro, Álvaro Mutis y León de Greiff, entre otros. En este sentido, un valioso complemento fueron los trabajos críticos sobre poesía del venezolano Guillermo Sucre, ya sean sobre Borges, Huidobro, Vallejo o Girondo.
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