11 de Diciembre de 2024 /
Actualizado hace 9 minutes | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Etcétera

A Capela

Diez años sin Portillo de la Luz

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Juan Martín Fierro

Escritor y abogado

www.juanmartinfierro.com

Aterricé en La Habana (Cuba), en abril del 2012, para entrevistar a César Portillo de la Luz, con ocasión de la biografía que escribía, en ese entonces, sobre el gran bolerista pasacaballero Sofronín Martínez Heredia, fallecido en diciembre de 1999. Amigos melómanos de Bogotá y contertulios del Pacto de Getsemaní, en Cartagena, me habían advertido de su mal carácter (“por algo lo llaman Sargento Mala Cara”) y de su ego (“te va a decir que muchos de los acordes y armonías que aplicaba él a la guitarra del filin cubano en los cuarenta fueron copiados por los brasileños en los sesenta para inventarse la bossa nova) pero, en honor a la verdad, debo decir que contra todo pronóstico el maestro Portillo de la Luz me recibió con amabilidad y me concedió una generosa entrevista. Eso lo atribuyo directamente a Sofro, quien desde algún lugar urdió para que así fuera. Que el libro acabara llamándose El ángel de Pasacaballos no fue un asunto decorativo. Claro que no. Sofro era tan querido por el maestro Portillo (como por todo el que se lo cruzara) que nada más pronunciar su nombre en la puerta de su casa sirvió como un conjuro milagroso contra la soberbia. Antes de despedirme, le regalé café colombiano. Nos abrazamos. El 4 de mayo del año siguiente recibí la noticia de su muerte. Tenía 90 años.

El 2022 fue declarado en Cuba como el Año Portillo de la Luz con motivo del centenario de su nacimiento, en La Habana, el 31 de octubre de 1922. Al filo de sus veinte años, cuando se ganaba la vida como pintor de brocha gorda, descubrió su sensibilidad para la canción y la guitarra. Compuso Contigo en la distancia (con apenas 24 años de edad) y otros boleros antológicos como En nuestra canción, Realidad y fantasía, Interludio, Noche cubana, Canción de un festival, y Tú, mi delirio, que con los años se convirtió en mi bolero favorito.

Pudo no haber sido el tipo más simpático, pero como suele suceder con tantos artistas de diferentes disciplinas, Portillo de la Luz dio lo mejor de sí en su obra; y en este caso, en sus preciosos boleros, como uno de los artífices del filin, una refinada corriente de la canción cubana. Sobre el porqué de Contigo en la distancia, su bolero más famoso y más grabado, dijo alguna vez: “el ser amado nos acompaña en las distancias más inmensas que puedan existir, porque la cercanía espiritual va más allá de todas las distancias. Esa es la esencia de Contigo en la distancia. La de un amor que me acompañó siempre a través de todas las distancias, las de espacio y tiempo; la distancia de la carne, en fin, de todas las distancias”.

Portillo fue un poeta refunfuñón y engreído, es verdad, pero eso no empaña su genialidad. Para él, la historia debía contarse más desde la gente anónima que construye la vida cultural de una sociedad que desde los triunfos militares o electorales que retiñe en las escuelas la historia oficial. En su música, además, predominó siempre una mirada optimista del asunto romántico, algo que lo enorgullecía y que convirtió en su sello. Hermosa paradoja: el más cascarrabias de los boleristas cubanos solo era capaz de escribir canciones que exaltaran el gozo amoroso, nunca el abandono o el rencor. “Lo que prevalece es haber amado, no habernos separado con tristeza de otra persona”, decía en alusión a Canción de un festival, otro de sus grandes boleros.

Se cumplen ya 10 años de la muerte del genial Portillo de la Luz, “el Grinch” del bolero cubano que sí que tenía su corazoncito.

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