11 de Diciembre de 2024 /
Actualizado hace 9 minutes | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Etcétera

Curiosidades y…

Sordomudos y sordociegos

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Antonio Vélez M.

                                   

Apenas en el siglo XVI, los sordos comenzaron a experimentar los beneficios de poderse comunicar por medio de un lenguaje de signos. Alrededor de 1570, Pedro Ponce de León, monje benedictino, creó, por primera vez, una manera de hacer que los sordomudos se pudiesen comunicar con los miembros de su grupo social, utilizando movimientos de las manos.

 

Recordemos que, no obstante la gran potencia de los lenguajes por signos, los sordos viven en un mundo lleno de dificultades y barreras. Es difícil para una persona sorda, por ejemplo, conseguir servicios médicos o legales adecuados, porque en el mundo son bien escasos los médicos y enfermeras que hablan por medio de signos, e igual cosa ocurre con los abogados. Así mismo, no se han desarrollado servicios de emergencia adecuados para sordos. Si un sordo se enferma y es necesario aplicarle suero gota a gota, esto equivale a callarlo, pues uno de sus brazos debe quedar inmovilizado. Y en caso de tener que esposar a un sordo que habla mediante signos, queda, a la vez, esposado y amordazado.

 

El neurólogo Oliver Sacks describe una asamblea de sordos a la que una vez concurrió. Los signos, dice Sacks, se lanzaban igual que un rayo láser pequeño que va y viene entre los que se comunican, y que no se difunde en todas direcciones, como el habla. Se puede tener así –continúa Sacks– una docena de personas sentadas a una mesa hablando mediante signos y sosteniendo seis conversaciones distintas, claras y diferentes, sin que se presenten interferencias. Porque no hay “ruido visual” en una habitación llena de personas que hablan por signos, salvo si están en movimiento. Una multitud de diálogos en completo silencio. Otro hecho curioso es que una persona puede hablar por signos fácilmente con alguien que está en el otro extremo de un recinto grande y lleno de gente, sin mayor esfuerzo, mientras que, en esas mismas condiciones, entre los hablantes levantar la voz sería muy mal visto, amén de que la comunicación resultante sería bastante pobre.

 

Añadamos que en el mundo silencioso de los sordos aparecen naturalmente normas de etiqueta no observadas en el ruidoso mundo de los parlantes, algunas bastante extrañas para los oyentes. Cuando se está con sordos, en todo momento, debe tenerse en cuenta la dirección de las miradas y mantener el contacto visual, así como no interponerse inadvertidamente entre dos personas que estén “conversando”. En ese extraño paraíso del silencio, en el que no existen secretos en voz baja, se tiene la libertad de darle una palmadita en el hombro al vecino, aunque sea un extraño, y señalar en cualquier dirección, a diferencia de lo que ocurre en el de los oyentes.

 

El francés Louis Braille quedó ciego debido a un accidente sufrido durante su niñez, mientras jugaba en el taller de su padre. Cuando cumplió los 15 años de edad inventó una escritura que podía leerse en plena oscuridad, por medio del tacto. La escritura se hace en un papel especial y consiste en conjuntos de seis puntos que sobresalen del papel y permiten leer con la yema de los dedos las distintas configuraciones. Cada letra o símbolo está definido por la localización de los seis puntos, que así forman un alfabeto universal, para todas las lenguas.  

 

El Tadoma es un lenguaje usado por los sordociegos para comunicarse con los demás. Fue creado en el siglo XX por Sophie Alcorn, y desarrollado en una escuela para ciegos en Massachusetts. El nombre surgió a partir de los nombres de los dos primeros alumnos: Tad Champan y Simpson Oma. La comunicación se logra por medio de vibraciones que se perciben apoyando las manos en la cara del interlocutor, con los dos pulgares en contacto con los labios del hablante, y los meñiques en contacto con los huesos de la mandíbula. Los dedos restantes los apoyan en la mejilla y el cuello del hablante. Sobra añadir que para el interlocutor resulta bastante molesto ese modo de comunicarse.

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