15 de Diciembre de 2024 /
Actualizado hace 5 hours | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Etcétera

Al Margen

Cómo decrecer sin decrecer

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Juan Manuel Camargo G.

Todos debemos querer que se reduzcan las emisiones de gases de efecto invernadero (en inglés, greenhouse gases, GHG). Desde la era preindustrial, la temperatura global promedio ha subido 1,1 °C y ya se registran efectos muy adversos en el clima. Los científicos estiman que, si seguimos así, enfrentaremos un calentamiento de, aproximadamente, 2,4 °C a 2,8 °C para fines de siglo (fuente: www.climate-chance.org), lo que ocasionará catástrofe tras catástrofe: regiones que dejarán de ser habitables, campos agrícolas secos o inundados, fuegos forestales, extinción de especies, aumento del nivel del mar, desaparición de islas y ciudades costeras. Los impactos climáticos, además, agravan la injusticia y la inequidad, porque las personas y las comunidades de menos recursos no tienen la capacidad suficiente para adaptarse a los cambios.

En términos gruesos, la industria es responsable del 19,8 % de las emisiones de GHG; la agricultura y otros usos del suelo, del 22,3 %; la energía, del 33,1 %, y el transporte, del 14,8 %. (Puede parecer paradójico, pero acabar con la agricultura y la ganadería haría más por el medioambiente que acabar con la industria.) Los ambientalistas se exasperan, primero, por el negacionismo y, segundo, por la falta de acción de los gobiernos y empresas privadas. Sin embargo, en un planeta de 8.000 millones de habitantes, más de 200 países e intrincados intereses, era de esperarse que la humanidad tardara en llegar a un consenso sobre la magnitud del problema. Aún no llegamos a un consenso sobre cómo solucionarlo. Hay ideas utópicas, como pararlo todo, que son imposibles. Pero eso no significa que no haya alternativas viables.

De acuerdo con la UNEP (unep.org/State of the climate), tan solo cuatro países son responsables de más de la mitad de las emisiones del planeta: China (27,79 %), EE UU (12,74 %), India (7,32 %) y Rusia (4,68 %). Catorce países (entre ellos dos latinoamericanos: Brasil y México) emiten poco más del 70 % de los GHG. Pero un grupo de países europeos ha disminuido de forma consistente y notoria sus emisiones y son un ejemplo para el mundo. Ucrania encabezaba la lista, habiendo reducido sus emisiones de GHG un 71 % desde 1990, pero lastimosamente ahora enfrenta una invasión que no ayuda en nada al medioambiente. Alemania bajó un 34 % sus emisiones desde 1990; Reino Unido, un 40 %, otros países con reducciones destacadas son Italia y Polonia.

En el mismo periodo, estos países han crecido económicamente. ¿Y cómo lo han logrado? Se necesita conciencia social, educación, voluntad, buenos gobiernos, continuidad y sensatez. En ese marco general, algunos de los factores concretos de éxito han sido: políticas concebidas y sostenidas a largo plazo; cambio a fuentes renovables de energía, como la solar y la eólica; incremento de la eficiencia energética en edificios; impuesto al carbono en combustibles fósiles; subsidios a vehículos eléctricos y, sobre todo, fuertes inversiones en nuevas tecnologías.

En síntesis, la solución al problema climático está adelante, no atrás. Hay que progresar, no retroceder. Hay que seguir protestando y haciendo presión sobre los gobiernos, pero no para que nos devuelvan a la época preindustrial, sino para que se adopten medidas propias del siglo XXI. ¿Por qué creer más en las fantasías de ciertas teorías utópicas que en las lecciones reales de países como Alemania y Reino Unido?

Mientras unos pocos países trazan el camino y obtienen resultados demostrables, los otros apelan a la retórica y a los cuentos tontos.

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