14 de Diciembre de 2024 /
Actualizado hace 5 hours | ISSN: 2805-6396

Openx ID [25](728x110)

1/ 5

Noticias gratuitas restantes. Suscríbete y consulta actualidad jurídica al instante.

Opinión / Etcétera

Doxa y Logos

Cine negro y Derecho

157764

Jorge González Jácome

Profesor asociado de la Facultad de Derecho de la Universidad de los Andes

Para los aficionados al cine, el film noir (cine negro) es uno de los géneros más impactantes, estremecedores y complejos. Entre 1941 y 1958, cineastas estadounidenses e ingleses escribieron guiones, dirigieron actores y produjeron películas en blanco y negro que giraban alrededor del vacío moral que había producido el cambio de siglo y que se había ahondado con las guerras mundiales y el cuestionamiento al progreso de Occidente. El film noir se tomaba en serio la crisis de la civilización occidental a través de exploraciones de individuos que vivían oprimidos por el pasado, se veían envueltos en ambientes criminales y luchaban por descubrir una verdad que permanentemente los eludía. Rebeca (1940), El halcón maltés (1942), El cartero llama dos veces (1946), La dama de Shanghai (1947), La ventana indiscreta (1954) y Vértigo (1958) son solo algunas de las películas que entran en el listado de las 50 mejores para el libro de Cine negro de la editorial Taschen (Duncan & Müller, 2017).

Una de las cuestiones que llama la atención sobre este género es que, a pesar de lidiar con crímenes, rara vez hay una consideración explícita de los problemas jurídicos que trajo consigo la crisis de la moralidad y la civilización occidental. La investigación policial, formal o informal, es central en la trama del film noir, pero el escenario judicial, por ejemplo, está ausente de este género cinematográfico. Esto ha hecho que los pocos estudiosos de cine y Derecho no hayan dicho mucho sobre estas películas. Tendemos a pensar el Derecho desde el formalismo y solo creemos que aparece en la pantalla cuando se pone en escena un juicio. Sin embargo, la ausencia del tribunal en el cine negro, así como la presencia de la investigación policial o detectivesca, son un par de características que pueden ayudarnos a pensar en una teoría del Derecho desde la crisis de la moralidad y la decadencia de occidente percibida en la primera mitad del siglo XX.

Una gran película para analizar este problema es El tercer hombre (The Third Man, 1949) dirigida por Carol Reed y con un guion escrito por Graham Greene. Pueden ver gratis la película en la biblioteca digital pública Internet Archive (archive.org). Para muchos, es la mejor película británica de todos los tiempos y cuenta la historia de un estadounidense, Holly Martins, que viaja a la Viena de la posguerra para encontrarse con un viejo amigo, Harry Lime, quien le ha ofrecido un trabajo. Holly llega a una Viena ocupada por británicos, estadounidenses, soviéticos y franceses en donde no hay más autoridad que la de los ejércitos de unas potencias que no se entienden entre sí y donde el mercado negro de cualquier mercancía es parte de la cotidianidad. Holly descubrirá que Harry se encuentra envuelto precisamente en el mercado negro de penicilina: la compra a hospitales militares y luego la diluye para hacerla rendir y aumentar sus ganancias. Holly se da cuenta del negocio y enfrenta un problema: trabajar con su viejo amigo o denunciarlo y trabajar con los militares británicos para capturarlo.

Atravesada por una cinematografía fascinante, el drama de la Viena ocupada tiene una cara legal dramática: no hay una autoridad judicial única y visible que esté por encima de las acciones de los ejércitos y por ello la vida de las personas está sometida a incertidumbre y arbitrariedad. Los poderosos, como Harry Lime, están en la posición de lidiar mejor con estos problemas. Lime es además un falsificador de pasaportes y le ha dado varios documentos falsos de viaje a personas como Anna Schmidt, una checa que se refugia en la parte británica de Viena bajo una presunta nacionalidad austriaca que le impide ser deportada por los soviéticos a su lugar de origen. A cambio de informar a los soviéticos quiénes portan estos documentos falsos, Lime puede vivir con tranquilidad en la parte soviética de Viena sin temor alguno a ser castigado por su tráfico de penicilina. Anna, por su parte, está en la peor posición para lidiar con la incertidumbre y desorden legal de la Viena de posguerra y por ello sufrirá (y asumirá) su situación. 

La incertidumbre de la Viena ocupada corre paralelo a la crisis de la moralidad o la decadencia de Occidente que pensadores como Nietzsche acuñaron con la idea de la muerte de Dios, es decir, la percepción de que no hay un fundamento seguro y dotado de autoridad que nos permita guiar nuestro actuar moral. La religión no estaba disponible, tampoco los principios democráticos ni la razón representada en leyes aceptadas por la comunidad política. En este contexto, el Derecho no es expresión de la racionalidad o de acuerdos morales mínimos, sino el ejercicio de un poder de policía que actúa apoyado por una situación de hecho: la ocupación militar. El Derecho no opera en los tribunales, sino en las investigaciones policiales que se llevan a cabo para capturar a Harry Lime. Podemos estar de acuerdo con castigar la “maldad” de Lime, pero la película nos muestra que, en épocas de incertidumbre y falta de fe, el Derecho no se materializa en los juzgados, sino en la acción policial y en la persecución icónica de la película en las cloacas de Viena. Acá me detengo para que ustedes vean la película sin que les dañe el final.

El cine negro, a través de El tercer hombre, nos enfrenta a una pregunta incómoda sobre el Derecho si imaginamos por un momento que el problema de la incertidumbre moral y la decadencia de ciertos valores en los que ya no podemos creer no son cosa del pasado o de la Viena de la ocupación, sino parte de nuestra condición contemporánea. Los dramas de la justicia por propia mano o de los dirigentes políticos popularizando una visión de un sistema judicial lleno de vicios son estimulados, en parte, por una falta de fe en el Derecho como criterio último de autoridad para guiar la acción política. A su vez, los triunfos legales de movimientos sociales y el uso obsesivo del vocabulario jurídico en la cotidianidad apuntan hacia otro lugar, hacia una sociedad hiperlegalizada en su actuar político. Quizás habitamos los dos mundos simultáneamente como lo han afirmado no pocos teóricos jurídicos colombianos. Pero habrá que tomarnos en serio la idea de la crisis de los valores y pensar el derecho desde allí, así como lo pensamos desde otros lugares más funcionales. Necesitamos pistas para pensar el Derecho en una situación constante de crisis, propia de una condición humana incierta en la que habitamos con los fantasmas del cine negro.

Opina, Comenta

Openx inferior flotante [28](728x90)

Openx entre contenido [29](728x110)

Openx entre contenido [72](300x250)