15 de Diciembre de 2024 /
Actualizado hace 11 hours | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Etcétera

Curiosidades y…

Astrología, tarot y sicoanálisis

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Antonio Vélez M.

 

Progresan la ciencia y la tecnología, y en la misma medida lo hacen las seudociencias. Un astrólogo colombiano (Semana, ed. 27, 2000) exploró desde su perspectiva la historia de Colombia. En su libro Colombia bajo los astros explica las contradicciones del país del Corazón de Jesús a través de la conjunción de astros y planetas. Para su estudio, se basó en cartas astrales de América, Colombia y distintas ciudades del país, en combinación con las de algunos personajes importantes. Concluyó que Colombia era una típica Cáncer, con ascendente Géminis, y “como nació en los últimos días del signo, pertenece al tercer decanato, de cuyos miembros se dice que son más impresionables, así que les cuesta más trabajo dominar su emotividad, pero, a cambio de ello, tienen una fecunda imaginación y un carácter más amable, dispuestos a acoger o proteger a los demás”.

 

Aseguraba el astrólogo que los que pensaban que los males del país eran culpa del imperialismo yanqui y del Fondo Monetario Internacional estaban muy equivocados. Como a Cáncer lo rige la Luna y a Géminis Mercurio, se deducen algunas cualidades y defectos de Colombia. Cita como cualidades la inteligencia, la destreza, el ingenio, la astucia y el humor. Por el lado negativo, el iluminado por los astros encontró que las estrellas se han ensañado contra este pobre país, por eso es sobornable, ladrón, fraudulento, embustero, corrupto, sectario y superficial. ¿Exagerado?

 

Además, las andanzas de Plutón por los lados de Escorpión han sido responsables de sucesos tan diversos como el comienzo del narcoterrorismo y los magnicidios de Lara Bonilla, Galán y Guillermo Cano. Alcanzó el astrólogo a leer en el cielo estrellado que los verdaderos responsables del triunfo militar que selló la independencia no fueron Bolívar y Santander, sino Saturno y Plutón, que aquel 7 de agosto de 1819 a las 11:11 de la mañana (Leo con ascendiente Escorpión) les dio por entrar en conjunción en terreno de Aries, el signo de las batallas. Más que una guerra entre liberales y conservadores, la de los Mil días fue el resultado “de una agrupación planetaria que no sólo dividió el sistema solar en dos, sino también al propio país”.

 

Cuando nació Pablo Escobar, Marte y Saturno andaban muy cerca, aseguró el astrólogo, y las Farc y Tirofijo nacieron mientras el sol pasaba por la casa XII de Colombia, la de los karmas pesados, de lo cual se siguen secuestros, complots, enemigos ocultos y grupos de oposición. El edificio de Avianca se quemó, porque, el 23 de julio de 1973, Urano andaba sobre el Marte de la carta astral de Bogotá. Y así, de tan sencilla manera se deriva con detalles minuciosos toda la historia triste de nuestro país: la avalancha de Armero y los terremotos de Popayán y de Armenia, entre otros desastres, que por el origen señalado deberían llamarse desastros, todo con una precisión que nos deja atónitos, y que solo se consigue cuando se pronostica lo ya ocurrido.

 

En un seminario convocado en Medellín, que reunió a un grupo de sicoanalistas de España, se llegó a la conclusión de que así como es posible “desde la orilla de esta disciplina explicar el universo de los sujetos”, también lo es el de las ciudades. Conforme con esto, fijaron su atención en la capital antioqueña y, después de sesudos análisis, llegaron a la conclusión que “Medellín, como sujeto, se rige por un desbordado principio de placer, e introduce un exagerado goce por la droga, el dinero y la muerte, que se instala en el inconsciente”. No es la pobreza y la falta de educación, amén de otras necesidades básicas, lo que la hace tan violenta, sino que “hay algo en la ciudad que le impide querer saber de sí misma. Tal vez con la violencia lo que busca es golpearse hasta morir”.

 

No hablaron, parece, de complejos Edípicos, ni tampoco de la envidia del pene. Alguien, con tono burlón, me decía que tal vez la posesión de grandes torres enhiestas haga de Medellín una ciudad sin envidias fálicas. Y qué dirá el sicoanálisis moderno acerca de Nueva York, la gran metrópoli, después de perder sus torres gemelas. Quizás habrá quedado con algún complejo de castración.

Definitivamente, la charlatanería se ha regado como maleza, y es recibida sin antesalas en todos los medios de comunicación. Más opio para el pueblo.

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