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16 de Abril de 2024 /
Actualizado hace 7 minutos | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Etcétera

Corte y Recorte

El profesor Vidal Perdomo

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Óscar Alarcón Núñez

 

Tuve una muy buena amistad con el profesor Jaime Vidal Perdomo. Si bien no fui discípulo suyo en la universidad, lo seguí muy de cerca en sus libros, conferencias y charlas sobre temas que nos eran comunes. Tuve la fortuna de ser su compañero de viaje por más de un mes, en 1980, en un curso sobre procesos electorales norteamericanos, patrocinado por el Departamento de Estado, para un grupo de 30 latinoamericanos por varias universidades y ciudades de EE UU. Eso no solo consolidó nuestro aprecio, sino que me llevó a conocerlo muy de cerca y saber cuánto valía como persona y como maestro.

 

Cuando se habla de Derecho Administrativo en Colombia hay que pensar en Jaime Vidal Perdomo. Antes de este ilustre profesor, recientemente fallecido, a esa disciplina se le trataba como apéndice del Derecho Constitucional. Solo cuando Vidal regresó de Francia de sus estudios de especialización fue cuando el Administrativo cogió vida propia entre nosotros.

 

Fue un hombre de provincia que se hizo a pulso. Le ofrecieron ser magistrado, ministro y gobernador y no aceptó. Pero sí fue concejal y senador y llegó a ser Secretario Jurídico de la Presidencia en el gobierno de Carlos Lleras Restrepo y, como tal, en esa época, le correspondió colaborar muy de cerca con otro joven abogado que entonces se iniciaba, Jaime Castro, en el trámite de las reformas constitucional y administrativa de 1968. Sobre la primera mucho se ha escrito, pero sobre la segunda muy pocos se acuerdan lo que significó para la modernización de la administración pública con un sinnúmero de decretos expedidos con facultades de las leyes 62 y 65 de 1967.

 

Más de 50 años de cátedra en las universidades Nacional, Externado, Andes, Rosario, Esap, así como sus libros, le permitieron a Vidal Perdomo consolidar un prestigio profesional en el Derecho Público. Por su formación francesa se ganó el calificativo de profesor Vedel, haciendo la similitud con el profesor Georges Vedel, destacado también por su sapiencia en el Derecho Público. Como catedrático correcto y exigente, sus alumnos poco destacados lo denominaban Vidal Perdimos.

 

Sus últimos años, retirado ya de cualquier actividad profesional y académica, lo llevaron a olvidarse del mundo -de Francia y de su país, a los que tanto quiso-, a echarle llave a su oficina en el centro de Bogotá y a quedarse en su casa acompañado de sus libros, de su eterna compañera Clara, de sus hijos y de sus nietos.

 

Siempre lo recordaremos.

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