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La constitucionalización del arte

Tienen razón quienes afirman que los museos no solo son micro foros de la democracia, sino espejos de la sociedad y funcionan de forma muy similar a las Constituciones Políticas.

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La constitucionalización del arte

07 de Julio de 2025

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Martha Cecilia Paz
Exmagistrada auxiliar de la Corte Constitucional y docente universitaria

Pese a que, como dijo Gilles Lipovetsky, vivimos una estetización del mundo, rara vez los museos han sido reconocidos en la discusión global sobre derechos fundamentales y mucho menos como voces activas que formulen políticas en el marco de las desigualdades sociales. Sin embargo, las nuevas perspectivas que los museos empiezan a plantear ante las necesidades de un mundo en constante cambio, los diálogos que intentan reconocer puntos de vista desde el mundo del arte, las culturas digitales y las emergentes formas de pensamiento alrededor de los procesos y las expresiones artísticas contemporáneas han llevado a los museos, como a muchos de los espacios sociales de orden cultural, a resignificar su rol en representación del discurso cívico.  

Más allá de ser custodios de colecciones añejas y de piezas antiguas, estas instituciones se han transformado en agentes activos del cambio social, tecnológico y ambiental. Los museos tienen actualmente un papel que desempeñar en las democracias que sobreviven, en tanto las obras de arte documentan históricamente los valores culturales del pasado y sensibilizan al público sobre el desarrollo de las sociedades, el entendimiento mutuo, la cooperación y la paz entre los pueblos. Son universos desde donde hoy se pueden reconstruir y teorizar los grandes temas constitucionales.

España ha reformado recientemente su Constitución en el artículo 49 que conservaba aún giros denigrantes y peyorativos usados desde 1978, año en el que entró a regir la Constitución, y ha cumplido con un clamor histórico de las personas con discapacidad que reclamaban desde hace mucho tiempo el cambio de la expresión “disminuidos físicos, sensoriales y psíquicos”. La reforma del artículo 49 de la Constitución Española, se llevó a cabo para acompasar el precepto a la realidad social, actualizando la redacción en cuanto a su lenguaje y contenido, con el fin de reflejar los valores que inspiran la protección de ese colectivo, tanto en el ámbito nacional como internacional. Con la reforma introducida se suprime el término “disminuidos” y se sustituye por “personas con discapacidad”, a quienes se reconoce el ejercicio de sus derechos constitucionales en condiciones de libertad e igualdad reales y efectivas. Además, se refuerza el mandato a los poderes públicos para garantizar la autonomía personal y la inclusión social.

El Museo del Prado, institución cultural de referencia, y una de las más grandes y visitadas pinacotecas del mundo, eliminó ipso facto la palabra enano y otros términos ofensivos que aparecen en las descripciones de los cuadros, para cumplir con la reforma constitucional, ubicarse a la vanguardia y ser una voz ejemplarizante de cara a la modificación constitucional. Ha reestructurado ya 1.800 carteles de sus obras y 27.000 textos de su página web que incluían términos que vulneran los derechos de las personas con discapacidad.

La “revisión constitucional” del Prado impacta las placas informativas de los cuadros y  los textos hasta ahora pétreos de la literatura que define las obras maestras que en su momento no tuvieron ninguna objeción, pero que hoy, al hilo de la sensibilidad social y de la nueva normativa del 49 constitucional español, se muestran inconstitucionales y desfasadas con el ritmo de los tiempos, porque hacen referencia, de alguna u otra forma, a la palabra “disminuido” o a términos despectivos en las descripciones de las obras. Calificativos como deforme, deformidades, disminuido o enano, ya no formarán parte del vocabulario del Museo, porque si no están en la Constitución, tampoco en el Museo, han dicho sus directivas.  

En el famoso cuadro El niño de Vallecas, de Velázquez, por citar uno de tantos, se ha retirado de la etiqueta la palabra “enanismo” y se ha incorporado el término “acondroplasia”. La descripción de las Meninas, el lienzo más célebre de Velásquez, también sufrirá notoria variación en su cartela porque varios de los integrantes del juego de espejos padecen de acondroplasia. El cuadro de Juan Carreño de Miranda Eugenia Martínez Vallejo, vestida exponía en la nota explicativa de la obra, antes de reescribir la cartela, que se trataba de una niña conocida como “la monstrua”, una niña de seis años de edad que pesaba cerca de 70 kilos y que según explicaba el texto, era admirada como “manifestación inusual de la naturaleza”. En la obra El príncipe don Carlos, de Alonso Sánchez Coello, donde decía “para encubrir la deformación de su espalda”, ahora simplemente dice: “para encubrir su espalda”.

Pero no solo los disminuidos salen de la Constitución y los enanos del Prado, aún sin reforma constitucional de por medio, ya el museo, hace solo un par de años, renovó su discurso, avanzando en perspectiva de género y “mostrando un relato más acorde con el espíritu actual”; en un itinerario del “Prado en Femenino”, eliminó de las tarjetas descriptivas de las obras, expresiones desuetas, anacrónicas, reduccionistas y posesivas como la “mujer de” , “la gorda”, “la barbuda”, la “poco agraciada”, la “obesa”. Así, por ejemplo, el retrato de María Tudor, reina de Inglaterra, pintado por Antonio Moro, eliminó las valoraciones sobre su belleza incluidas en la anterior cartela: “Aunque guarda el decoro propio de su rango, no disimula sus rasgos poco agraciados y los embellece con su pincel minucioso y la riqueza de su color”.

No son estas las únicas ocasiones en las que el Museo del Prado se inclina ante la Constitución demostrando cómo la estética penetra las cláusulas fundamentales. El aniversario 40 del Tribunal Constitucional Español fue celebrado a instancias del Museo a través de la pintura “para unir el arte y los derechos”. Cada magistrado eligió un cuadro relacionado con un derecho constitucional, condensando luego la experiencia en el maravilloso libro Los derechos constitucionales. Un paseo por el Prado.

Tienen razón quienes afirman que los museos no solo son micro foros de la democracia, sino espejos de la sociedad y funcionan de forma muy similar a las Constituciones Políticas, en la creación de una ciudadanía y la preocupación persistente por la creación de una comunidad. Si bien no se les otorgan los mismos poderes ni son contratos sociales reconocidos sobre los que se asienta el aparato estatal, sí funcionan como un espacio desde el cual se generan imaginaciones de la comunidad política. Las constituciones también intentan comunicar una idea de la sociedad y de los sujetos que la conforman y ambos buscan contar una historia del mundo a través de sus marcos de representación.  Aplausos para la Constitución en el Prado.

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