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29 de Marzo de 2024 /
Actualizado hace 1 día | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Columnista Impreso

Y vuelve la mula al trigo

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Juan Camilo Serrano Valenzuela

Abogado y asesor tributario

jcserranov@jcsvabogados.com

 

Giambattista Vico, filósofo e historiador napolitano del siglo XVII, formuló la llamada “teoría del ciclo histórico”, que fundamentalmente sostiene que, sobre los sistemas de organización social y la organización de las comunidades, el hombre tiende a repetir la historia y a regresar a sus orígenes repitiendo lo que se consideraba superado por el desarrollo y el progreso social.

 

Nietzsche se refería al “retorno eterno”, que indicaba la tendencia de las sociedades a repetir lo que ya existió y creíamos superado por la fuerza de la historia.

 

Cada vez que se habla de reformas tributarias, de ajustes a la contribución que deben hacer los ciudadanos para garantizar la sostenibilidad del Estado y cumplir las enormes deudas sociales que, sin duda, tiene nuestro país, es recurrente la argumentación desde hace más de 40 años, sostenida en la necesidad de eliminar beneficios tributarios, garantizar tributación progresiva y eliminar o disminuir la evasión y elusión fiscal, lo que se ha intentado en todo ese tiempo, en más de 25 reformas tributarias, unas más profundas o innovadoras que otras, pero todas ellas con los mismos argumentos filosóficos, los mismos objetivos y las mismas formas, tal como lo pronosticaría Vico.

 

Como consecuencia de la pandemia y la profunda crisis económica originada por el encierro forzado al que fuimos sometidos los ciudadanos; por la contradicción entre las autoridades nacionales y locales; por la incertidumbre que se genera cuando los gobernantes, unos más creativos que otros, se dedican a imaginar cómo restringir de manera más confusa y, a veces tiránica, las libertades y la libre determinación protegida por la Constitución, algo que parecía inimaginable hace unos meses, se hace necesario el ajuste al sistema tributario y, por supuesto, la aprobación de una reforma, probablemente el año venidero.

 

Han sido muchas las propuestas que se han venido presentando y discutiendo en medios de comunicación, foros de estudio y análisis académicos de reputados economistas, expertos y estudiosos de estos temas, así como las propuestas que lanzan, como globos al aire, para abrir discusiones, incluso algunos funcionarios de alto nivel del Gobierno Nacional.

 

También hay gran expectativa en algunos círculos sobre el resultado de la Comisión de Expertos extranjeros que concluirá sobre las soluciones que requiere nuestro sistema, y las medidas necesarias para implantarlas.

 

Puede resultar pesimista la afirmación de que los resultados de ese profundo estudio seguramente ya están consignados en el informe de la Comisión de Expertos, esa sí nacional, creada por la Ley 1739 del 2014, así como la conformada por el Gobierno para el estudio del régimen tributario departamental, distrital y municipal, recientemente presentado, ambos con sobrados argumentos en cuanto al diagnóstico y las falencias y desviaciones de nuestro sistema.

 

Muchos son los análisis, las consideraciones, los estudios y diagnósticos que, sin embargo, quedan engavetados para designar una nueva comisión que dirá, muy posiblemente, las mismas cosas en distintos formatos, y concluirá la necesidad de disminuir beneficios, luchar contra la evasión e incrementar los recaudos, principalmente con mayores aportes de las personas naturales.

 

Nos enfrentaremos, entonces, a una propuesta muy parecida a las presentadas por los gobiernos de los últimos 30 años, fortaleciendo la autoridad sancionatoria, inclusive penal de las autoridades tributarias; la eliminación de unos beneficios, seguramente por la puerta de atrás para no mortificar a algunos sectores influyentes; el incremento de la tributación de los empleados y emprendedores, personas naturales que carecen de capacidad de lobby y, naturalmente, creando mecanismos para incentivar el empleo, que siempre han resultado tímidos e insuficientes para que los inversionistas sientan confianza real en la estabilidad normativa, salvo si se establecen los perversos contratos de estabilidad tributaria.

 

No obstante, no faltan creativas propuestas como el impuesto a la soltería o las rebajas por número de hijos, vigentes hace casi 80 años, que ha sido mencionadas –y “desmencionadas” como sugiere la moda- por algunos funcionarios, o el impuesto al consumo para tributar en cascada.

 

Visto está que Vico tenía razón, ya que desde el siglo XVII previó casi la orientación de la propuesta tributaria del novedoso 2021.

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